Roberto Fontanarrosa

ROBERTO FONTANARROSA 11El 24 de febrero de 2003 me entrevisté con el dibujante Roberto Fontanarrosa en la ciudad argentina de Rosario.

««MI EXPECTATIVA ES CONTAR, CONTAR ALGO Y QUE ELDIBUJO LO CUENTE BIEN.»“

¿Rosario fue en un tiempo la Chicago Argentina?

Yo viví siempre acá. nací acá, en el centro, en Catamarca y Corrientes. después en el año 1970 me fui a Alberdi y ya me quedé ahí

Yo no llegué a vivirla, más que nada la conozco a través de lecturas o de los recuerdos. Mi viejo me solía contar cosas, él era un tipo de clubes, porque jugaba al básquet y era técnico de básquet. Su vida era el básquet. Entonces había un club, muy cerca de acá, que se llama Huracán. Creo que ellos vivieron la cercanía del secuestro de un dirigente de Huracán, un gran amigo de mi viejo, Y bueno, se suponía que era la mafia y eso… Pero más bien por los relatos, que por otra cosa. Como lo de Pichincha, yo no viví la época de gloria de Pichincha cuando era la capital mundial de la prostitución. Por lo que cuentan, o lo que leía, no eran solamente prostíbulos, era toda una zona, era una zona roja, pero de muchos boliches, y restoranes, y “piringundines” y lugares donde se bailaba. Una fiesta realmente (dejando de lado lo que significaba la prostitución) Pero esto lo conozco de referencia.

Rosario no es muy conocida en el exterior, siendo tan importante. Parece como que Buenos Aires lo absorbiera todo, incluso esta ciudad.

La mitad de la población argentina, prácticamente, está concentrada ahí. Lo que pasa es que aparte, yo creo que Rosario siempre ha vivido media acomplejada por no tener rasgos geográficos muy marcados, o sea, no tenés mar y no tenés montaña, y no sos Las Vegas tampoco… Entonces en un momento sí, era Pichincha, la prostitución, era la Chicago argentina. Después tuvo un perfil industrial comercial. Luego la industria se cayó. Ahora hay un algún atisbo de repunte. También desde hace más o menos quince años hay una recuperación muy grande del río, del rito del río, del hábito del río. En general el rosarino levanta banderas con nombres y apellidos: el Che Guevara, Alberto Olmedo, Fito Páez, Baglietto… los artistas. Esas son las banderas más visibles.

Son banderas individuales…

Son banderas individuales, pero en una época había mucho teatro independiente, después la corriente de los músicos. Son esfuerzos individuales pero se produce un contagio. A veces a mí me preguntan en Buenos Aires a que se debe la actividad cultural de Rosario. Yo digo, primero, no sé si es tan remarcable la actividad cultural de Rosario, tal vez sea la lógica actividad de una ciudad de un millón de habitantes. Aparentemente no es tan así y produce más cosas, entonces yo, medio en broma y medio en serio, digo: acá no hay otra cosa para hacer. Porque hay ciudades que tienen puesta la energía, por ejemplo, en el turismo. Es difícil que Mar del Plata genere un gran movimiento cultural. Una vez fui a una feria del libro en Bariloche y los chicos que la organizaron me dicen, “no sabés el laburo que es acá conseguir un sponsor para esto y no para poner una planta de esquíes o lo que sea.” O como yo digo ¿qué escritor importante dio Las Vegas? Entonces, acá el tipo que toca la guitarra, toca la guitarra, el tipo que escribe, escribe. Y está la cosa del contagio. Mi hijo es músico. Aunque el no sea un devoto de la trova rosarina, pero está el ejemplo de los tipos que han empezado con la música y han seguido con eso y les va bien con eso. Como en el fútbol, o sea, no es acá, no es tan inusual que el hijo de fulanito está en la cuarta de Newells… eso es natural. Hay miles de casos acá en Rosario. Por eso te digo, creo que desde ese punto de vista es una ciudad que se presta para eso.

¿Te gustó el Quijote?

No te puedo hablar casi nada del Quijote. No tengo conocimientos, salvo el elemental. Intenté dos veces empezar a leerlo y no lo leí. Debo ser un lector bastante consecuente pero me cuesta leer los clásicos. Recién ahora, con el tiempo, he agarrado algunos autores de esos conocidos: los rusos… Pero me cuesta, me cuesta. Con el Quijote me pasó eso y te diría que también con algunos clásicos españoles cuando te los mencionan por la cuestión común del humorismo: Pío Baroja, Jardiel Poncela… He leído algunas cosas y me resultan como muy ajenos. Sí puedo leer en cambio a los contemporáneos. Autores españoles contemporáneos los he leído más y me interesan. Con los clásicos me cuesta meterme en el clima de época. Los clásicos siempre me han costado esfuerzo. Y entiendo que hay una especie de grupos que hay en la información y la cultura que uno tiene que leer, o debería leer. Bueno, leí hace no hace mucho “»Ana Karenina”», y realmente me encontré con una descripción casi cinematográfica de muchas cosas.

Quizás la explicación se encuentro en el comentario que habías hecho una vez diciendo que las escuelas te obligan a leer los clásicos, como el «Cid Campeador» que vos mencionabas en algunas notas…

Te hace relacionar equivocadamente lectura con aburrimiento, con obligación. Y yo siempre he interpretado la lectura como un placer, al punto de que nunca pude estudiar. Si no era placentero no lo podía digerir. En cambio lo que te resulta placentero lo asimilás con mucha facilidad. También es cierto que hay teorías de que uno debe poner cierto esfuerzo, cierta dedicación a la cosa… pero bueno, nadie marca hasta donde.

¿Vos separarías lo placentero del hedonismo?

No, creo que viene más o menos en el mismo paquete. Pero te digo, es cierto. El otro día leí un artículo de cuándo se debe abandonar un libro. Hay muchos tipos que tienen otra teoría del esfuerzo.

¿Con qué libro no pudiste últimamente?

Con “»El Nombre de la Rosa«”. Todos me decían, “ tenés que pasar estas primeras treinta páginas”, y no pude, no llegué. Yo me reconozco vago, indolente en ese aspecto.

La vagancia ha producido hechos… los de la rueda por ejemplo.

Claro, grandes adelantos. Y uno tiende cada vez más hacia un confort.

Hay una palabra bella: «“fiaca”».

Yo creo que si, pero creo que como todas las cosas lo más difícil es encontrar el equilibrio. Entonces hay distintas acepciones. Me acordaba de la película «La Fiaca». Muy linda idea del tipo que desarmaba toda argumentación en su contra cuando decía: “»no quiero laburar más”«. Pero hay que ver en qué circunstancias, desde qué punto de vista, a quién perjudicás y a quién no perjudicás. Cuando uno trabaja en equipo, vos podés tener «fiaca», pero hasta cierto punto. Yo he trabajado en publicidad mucho tiempo y ahí no podía venir un tipo a decirte: “no te hice esta foto porque no tenía ganas”. O ese tipo de cosas. Yo siempre he hecho hincapié en esa cosa misteriosa que son las ganas. Y que en muchos casos no se pueden incentivar. Vos tenés ganas de hacer una cosa o no la tenés. Si te dicen, “te pagamos para que lo hagas” tal vez lo hacés, pero no es lo mismo. Vos de lo que tenés ganas es de que te paguen, no lo que no querías hacer antes. Y eso es todo lo relacionado con la vocación. Me alegra muchísimo que mi hijo tenga una vocación muy fuerte por la música. No sé si va a terminar tocando en un subte en Buenos Aires o en el Colón. Pero no se va a aburrir. Eso lo tengo en claro. Yo a veces le decía, “mirá, es preferible ganar cinco mangos haciendo lo que te gusta y no diez haciendo lo que no te gusta”. Hay que ver si cinco mangos te alcanzan, esa es la otra parte. Porque uno no se puede poner en una actitud romántica pelotuda y decir: “bueno, hacé lo que se te dé la gana”, etcétera, etcétera… Hay chicos, (yo no enseño), pero hay chicos que vienen a mostrarme dibujos, y yo -un poco sé- que hay algo fundamental, que es el tiempo que hay que dedicarle a eso. Y por ahí hay chicos que estudian y después terminan y van a laburar y qué les va a decir “hacé lo que quieras…”

Qué le decís a un pibe que viene con sus dibujos, con toda la ilusión…

Es un tema delicado. En principio, en algunas cosas se emparenta con el fútbol que es un tema que siempre sale como ejemplo. A los 13, 14, 15, 16 años, todavía tiene muchísimas posibilidades de desarrollo un dibujante. A los 26, 27, si ya vos no lo ves demasiado bien dispuesto, se hace mucho más difícil. Por otro lado, es como que son procesos que los tenés que medir en dos momentos, o sea, por ahí un pibe viene y te trae cosas que son muy elementales, y vos le decís “intentá esto, lo otro y lo de más allá”. Y por ahí lo ves dentro de tres meses y ha pegado un salto enorme, o no. Tampoco se puede medir. Por ahí hay épocas en que uno no le encuentra la vuelta, no encontrás el estilo y nada te satisface. A mí me ha pasado muchas veces. Y de golpe, de una semana para la otra. Pero para eso necesitás la práctica casi permanente de dibujar, de estar mucho tiempo. Yo creo que en definitiva le transmito las mismas cosas que a mí me decía mi viejo. Y mi viejo me lo decía más bien relacionado al deporte, él me decía: “mirá, si vos querés ser un buen jugador de básquet, -como era él-, te tenés que pasar 4, 5, 6 horas diarias durante años en la cancha de básquet.” Si querés ser un buen guitarrista también, si querés ser un buen dibujante, también. Hay excepciones, los dotados, los genios, no necesitan eso. Paradójicamente son los que más laburan. Picasso laburaba como un animal. Y si sos un negado total, no te van a alcanzar ni 24 horas del día. Yo siempre le decía a Franco, que tratara de estar la mayor cantidad del tiempo posible con el instrumento, y generalmente da ciertos resultados. Y escuchar, y aprender y mirar…

¿Y en el mundo del dibujo?

Yo te digo que me considero naturalmente dibujante porque he dibujado siempre, pero no me considero un gran dibujante. Yo soy un dibujante correcto, pero mi expectativa es contar, contar algo y que el dibujo lo cuente bien. Pero yo lo veo a los Bresccia, Alberto y Enrique, Sabat, a Nine, otro ilustrador de acá. Hace poco vi una muestra de Oscar Grillo, que vive en Londres. Son tipos muy virtuosos, el negro Crist, son tipos muy virtuosos, dibujando, contando. Tienen una búsqueda plástica, Carlos Alonso. Prat, que también me parece una bestia. De todas formas, yo no aprendí con ellos, yo copié a los historietistas. Uno aprende copiando, este trabajo se aprende copiando. Y por suerte este ha sido un país que ha dado muchos profesores, si se quiere, involuntarios, porque vos comprabas una revista que copiabas durante años y el tipo ni sabía que vos lo estabas copiando. Y por poca guita, yo tengo el privilegio que puede tener un chico que quiere hacer caricaturas y por un mango consigue el Clarín y todos los días lo ve al Menchi. En ese aspecto ha habido una larga tradición, uno piensa en Lino Palacio, en Oski, o más atrás.

¿Tenemos un país de grandes dibujantes?

Yo pensaba que por ahí era una de esas leyendas que nos hacemos nosotros, en algún momento se decía, por ejemplo, que la Policía Federal era la mejor del mundo. Pero viajando especialmente por Latinoamérica, sí, Brasil tiene muchos dibujantes. Pero la mayoría de los países latinoamericanos no tiene la misma tradición y cantidad de plásticos y dibujantes. Por ahí sí tienen pintores, Ecuador. O poetas y escritores de Colombia. Lo que pasa es que por ahí hay una cosa que se emparenta un poco. El tango es una canción que, a partir de las letras, se hace reflexiva o pretenciosamente reflexiva. Trata de la vida, la muerte, los afectos profundos. Y el humor es también una práctica de reflexión.

¿El humor es un arma, es un instrumento, es un escape?

Nosotros siempre nos reímos a veces porque siempre se preguntan esas cosas en las mesas redondas. Entonces nosotros tratamos de acordarnos de alguna definición. No es como la definición de un pocillo. Son cosas muy amplias. Desde el punto de vista práctico, especialmente para los que trabajamos en los diarios, es parte de la información. Tiene un aditamento humorístico. Es el sabor frutilla, el sabor naranja de los medicamentos. Desde el punto de vista del lector es lo que permite digerir mejor la dureza de la información. Porque siempre trabajamos alguna noticia de mierda. Entonces la cuestión del humor, de provocar determinada risa o intentarlo, no soluciona el problema original pero lo digerís mejor, como el sabor frutilla y naranja te permite digerir las cosas feas. Y por otro lado, lo que tiene el humor, es una velocidad de traslación enorme. Porque por ahí te cuentan un chiste en España y venís acá al día siguiente y ya llegó, el mismo chiste. Si un chiste es algo gracioso y efectivo vos enseguida vas y se lo contás a diez amigos y cada uno de ellos se lo cuenta a su vez a diez… entonces es como que sirve para expandir más las noticias. El otro día escuché un chiste que refleja bien la situación en Argentina:

«Querido, llamá a los chicos a comer.

– Mejor llamalos vos, porque a mi no me creen.»

¿Hay una relación entre Inodoro, que es un renegado, y Martín Fierro?

Partiendo de la base que yo no hice ningún estudio de cómo iba a ser el personaje, ni siquiera pensaba que iba a crear un personaje, siempre «Martín Fierro» va a estar presente en todo lo que sea gauchesco. Como -«Mafalda» va a estar presente y va a estar sobrevolando sobre todo aquel dibujante que se le ocurra un personaje, como «Matías», de Sendra.

¿Por qué renegado?

El renegado fue más bien debido a esa costumbre del lector de historieta de que todos los personajes tienen una especie de aditamento: fulano de tal es el hombre maravilla, la mujer no sé cuánto… Yo le puse renegado como le podría haber puesto domador o el matrero. Pero creo que en la primer tira que publiqué hacía mención incluso de «Martín Fierro», del tipo que está perseguido por la policía, por los soldados, que si se va o no se va con los indios. Que son todas cosas que he leído en el «Martín Fierro«. Hay lecturas que uno agradece de la secundaria como «Don Segundo Sombra, «Juan Moreira«, pero fundamentalmente del «Martín Fierro» que yo recordaba mucho algunas versiones ilustradas por Castagnino, por Roberto Páez, que a mí me atraían por los dibujos. Pero si, en principio tiene mucho de «Martín Fierro«.

Tiene ese entorno que vos conocés mucho…

Estos quilombos económicos y la depresión económica… Yo estoy muy mal acostumbrado, porque en «Ediciones de la Flor» voy haciendo cosas y se publican casi automáticamente. Hace dos años me pidieron ilustraciones para una versión de «Martín Fierro» y después de muchísimo tiempo me divirtió mucho hacer 35 o 36 dibujos sin chistes. Por el hecho de dibujar, en un espacio más grande. Y bueno, todavía no ha podido salir por las dificultades económicas. Me da cierta ansiedad. Son ilustraciones en blanco y negro que les van a aplicar color con computadora.

Los lectores irán a buscar el humor…

Tampoco son estrictamente serias, pero no hay chistes, no hay globitos. Por ahí algunas boludeces. Hasta ese punto está el «Martín Fierro» dando vueltas.

¿Cómo te llevás con el óleo?

No tengo tiempo, y no sé si tengo ganas. Nunca he hecho. No es que yo diga, “mirá hago esto porque me permite vivir pero yo lo que quiero es pintar”. No, a mí lo que me gusta es esto. Nunca hice otra cosa que no fuera dibujo de historieta o de humor. No hice retrato, no hice pintura. Al contrario, como yo aprendí copiando historietas en blanco y negro, para mí la historieta es en blanco y negro. Tengo unos problemas con el color enormes, cuando tengo que hacer esas páginas a color en «Clarín» ¡un laburo! Nunca me salen como yo quiero. Me gustan, pero me sale mal.

Junto con el dibujo y la ilustración aparece la escritura…

Yo creo que todo nace en el gusto por la lectura. Arranca con la historieta, la lectura de historieta. Si uno tiene la suerte que de golpe en un género que, generalmente, se abarata la historieta… No sé si sigue siendo un género. Antes era popular, uno subía a un ómnibus y había alguien leyendo una, o en las peluquerías. Yo agarré toda la época de, Oesterheld con «Sargento Kirk» que ya te marcaba otro punto de referencia más importante y te daban ganas de leer otras cosas. Generalmente el tipo que escribe es porque le gusta leer. Los músicos escuchan mucha música.

Se puede escribir sin haber pasado por la escuela…

Yo desconozco absolutamente, -y se debe notar-, las reglas gramaticales. Yo escribo lo que me hubiera gustado leer. O trato de recrear lo que me ha gustado leer. Mi editor me corrige mucho, incluso ortográficamente, yo era un desastre. Pero eso no me desvela porque son cosas formales. Lo importante es que a vos se te ocurra algo.

 

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¿Has leído a Borges alguna vez?

Lo he leído mucho a Borges. Siempre me sorprendió que pudiese escribir tan despojadamente, con muy poca adjetivación. Tan preciso. Con muchas ideas. También he leído a Sábato, Cortázar, a David Viñas, a otros. Pero siempre me gustaron más los libros de corte periodístico. Y más cerca en el tiempo, al gordo Soriano. Y me gustan los narradores norteamericanos, que arrancan de lo periodístico.

Se dice que la religión es el opio de los pueblos, pero Saramago agrega también al fútbol. ¿Que le dirías a Saramago en una hipotética mesa de café?

Yo creo que siempre se visualiza y se polemiza sobre el fútbol profesional con todas las deformaciones que tiene el profesionalismo y especialmente desde hace bastante tiempo al crecer tanto la comercialización del fútbol cae en exageraciones. Pero el fútbol profesional es solo la punta de un iceberg. Hay en argentina miles y miles y miles de chicos adolescentes, jóvenes, personas maduras y viejos como yo, que jugamos siempre al fútbol. Te digo que siempre fui un profesional porque siempre tuve que pagar para jugar. Tuve que pagar el alquiler de la cancha, pagarle al árbitro, comprar la camiseta, la pelota, y eso te da el legítimo gusto por el juego. Que después, por supuesto, te lleva a que uno se haga hincha de un equipo. Que uno consuma todo lo que posiblemente Saramago califica de opio o lo que fuera. Pero hay un legítimo gusto por el juego que yo creo que no es tan misterioso porque es un juego muy lindo, un juego muy lindo, muy atractivo, muy caprichoso porque generalmente estamos acostumbrados a manejar las cosas con las manos y el fútbol es un antojo de tener que manejar algo con los pies. Por otra parte todos caemos un poco en la arbitrariedad de decir “a la gente le pasa tal cosa” y quedarnos del lado de afuera. A todos esos tipos que te dicen que la gente se engaña con tal o cual cosa, vos le preguntás “¿a vos te engañaron?”. El tipo te contesta: “No, yo me doy cuenta”. Pero cómo… ¿vos te das cuenta y los otros son unos pelotudos que no se dan cuenta? Acá, en medio del quilombo económico del 2002, se hacía el mundial. Entonces salía la pregunta clásica: ¿El Mundial va a hacer olvidar a la gente de la crisis económica? ¡No, en absoluto! La gente no es tan pelotuda. El tipo tiene la alegría momentánea de que ganó Argentina y dice que la va a festejar con una cerveza pero comprueba que no tiene guita para la cerveza. Eso demuestra que la realidad estaba permanentemente al lado de él. Entonces, tal vez, te pueda servir de distracción donde tu situación personal o económica es aliviada. Y es lógico que sea así, de la misma forma que te vas a pescar o vas al cine.

Da la sensación como que el Poder puede manipular al fútbol como en el 78 por ejemplo…

Lo que pasa es que históricamente ha sido así. También las Olimpíadas de Hitler. Pero yo creo que la gente está bastante alertada…

El juego se da de manera expectativa y participativa a nivel popular como en Argentina o Brasil, donde en cualquier potrero hay fútbol. Saramago vio el otro juego, el manipulador….

Si uno lo ha jugado, -no te digo ni bien ni mal-, se le hace difícil mirarlo de afuera. Sebreli ha escrito libros de fútbol, él nunca fue a una cancha. Y no digo que no pueda escribir sobre eso. Yo nunca fui al ballet, pero medio que…

Con lo fanático de fútbol que soy, disfruté mucho de estar en la final de Francia, en ese estadio impresionante, el público cantando «La Marsellesa«, además porque es un himno hermosísimo. Pero, es como exagerarlo todo. Por ahí me daban ganas de decir, “hoy me gustaría ver «Central Córdoba» y «Almirante Brown«”. Esos partidos que son de madera, donde hay una cosa más doméstica. Tampoco es que levanto la bandera de la humildad, a mí me gusta lo otro. En el mundo ha ido creciendo una cantidad de información inusitada sobre eso que se lleva a que haya que hablar de pelotudeces, y no da para tanto la cosa. Si vos tenés todos los días un espacio en la radio, acá, por ejemplo, en Rosario, de una hora de duración, lo que se llama “tiras de fútbol” ¿de qué vas a hablar? Llega un momento que ya no tenés de qué hablar. Entonces empiezan con que, qué comió fulano de tal…

¿Por qué esta pasión hace que casi ningún hincha, por ejemplo, se cuestione o critique el dinero que le cuesta a su club la compra de un jugador?

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Lo que sucede es que uno ya está en un determinado sistema donde las cosas son así. Es una barbaridad que fulano de tal gane treinta millones de dólares y una maestra… Yo no entiendo nada de economía pero, sería ingenuo pensar que este sistema es generoso. ¿Por qué te dan treinta millones de dólares? ¿Te lo están regalando? No, porque vos les haces ganar mucho más. Pelotudos no son, y filántropos tampoco. Viene un cantante y le pagan un millón de dólares por cantar una noche. ¿Por qué? Por la sponsorización, por la publicidad y por lo que sea, los tipos ganan dos o tres más. Lamentablemente una maestra no genera esa cantidad de dinero. Partiendo de la base que es totalmente injusto. Aparentemente la diferencia entre la ganancia de los ricos y los pobres se ha ampliado tanto de que es escandaloso. Y esto también se da en estos temas del fútbol.

¿Esto de la diferencia entre ricos y pobres tiene que ver con la corrupción? Es como que no hay escrúpulos.

Yo me preguntaba a veces, a mí me da la impresión, que esto de la corrupción es casi automático, como que el poder corrompe. Sería como una fórmula química. Porque ¿Cómo puede ser? Tipos que yo conozco y que han entrado en política, y de golpe ya te empiezan a decir, -por ahí equivocadamente, por ahí injustamente, pero en muchos casos justificadamente-, mirá, a fulanito… Yo me acuerdo mucho de «Sérpico», ese policía honesto, que entraba a una organización corrupta y de pronto el tipo era peligrosísimo para esa organización. Y aparentemente vos ves que el tipo que entra a la política o entra en esa cosa de concesiones y que sé yo, y que yo te doy y vos me das, yo te consigo esto y lo otro. El tipo honesto se va y se las toma, y por ahí no sirve para nada su renunciamiento. Es complicado porque uno corre el peligro de generalizar Y siempre es injusto. Da la impresión, de que da lo mismo cualquier línea política, porque la cosa es mantener el “curro”, seguir manteniendo las prerrogativas

¿Que paradoja no?, teniendo en cuenta que toda la inteligencia, los hombres de la cultura, de las ciencias y los trabajadores no pueden contra eso…

No, es porque posiblemente muchos de los pensadores o los filósofos, en general, muchos de ellos, tratan de estar lo más lejos posible del poder.

¿Pero eso no es perjudicial?

Perjudica a la vida normal y cotidiana, pero ¿cuál es la alternativa? ¿Meterte vos a hacer política? ¿Vos tenés tiempo, tenés vocación, tenés dedicación para eso, tenés capacidad para eso? A mí me han ofrecido en cierta ocasión ser Secretario de Cultura.

¿Hay material para «Booggie» ahora con lo de Irak, no?

Lo que pasa es que yo a «Booggie» lo dejé de hacer hace unos 4 años, más que nada por cansancio. Lo empecé a hacer en 1972. Cada tanto, cuando leo los diarios, me digo que serían todos temas para «Booggie«, con toda esta escalada bélica de Bush. Pero no lo extraño. No tengo tiempo, pero fundamentalmente no tengo ganas.

¿Todavía tenés el Citroen modelo 73?

Lo tuve hasta hace poco. Lo usaba Franco, mi hijo, cuando aprendió a manejar, él era muy cuidadoso. Pero se empezaron a romper cosas y uno tenía que ir reemplazando cosas. Hasta que un día se le rompió la dirección y me asusté mucho. Decidimos comprarle otro auto chiquito y ver qué hacíamos con el Citroen. Pero le roban el Citroen a Franco. Un viernes a la noche -que es un quilombo de tipos borrachos, que salen de joda por ahí, por Alberdi-. Se lo llevan de la puerta de la casa para divertirse, lo tiran por una bajada y pegó contra una pared. Imaginate, un Citroen. ¿Qué hago? Pensaba, lo podía entregar como chatarra pero me daba mucha pena. Al final el seguro nos dio algo de guita y le regalamos el coche a un pibe amigo que tiene un taller y lo ha dejado hermoso.

¿Se puede llegar a querer una máquina?

Yo si, yo soy en ese aspecto. A cierta ropa, incluso, le tengo cariño, o porque viajé a tal parte con ella, o porque es cómoda, o porque me gusta. Mi estudio está lleno de pelotudeces, de muñequitos. Compro muchos muñequitos. Era como el síndrome de personaje de historieta. Yo decía: tuve un Citroen veintipico de años, tuve la misma esposa treinta años ¡a «Batman» no le iban a decir cambiate la pilcha o cambiá el auto! Entonces recibí los vicios de personaje de historieta, pero aparte, porque no soy un tipo nostálgico, estructurado. Tiendo a la rutina, pero como mi laburo es gratificante no me pesa tanto. Me doy cuenta, sin embargo, que tiendo a repetir las cosas. Donde conseguí cierta operatividad me voy quedando en eso.

¿Escapás de la rutina a través de la literatura?

Si, es una forma. Siempre le digo a Franco que lea, no para ser un intelectual, sino para que se divierta. A mí cada vez más me hinchan las pelotas los viajes largos en avión, Pero me preparo un libro y me digo que, por lo menos, voy a disponer de ocho o nueve horas para leer.

¿Franco se plantea irse como lo hacen muchos jóvenes?

Se lo planteó en determinado momento. Ahora se va a ir a Buenos Aires, que es un planteo lógico. Pero en el caso de él, afortunadamente, no es movido por problemas económicos o necesidad de laburo. Allí tiene su profesor de música, además Rosario y Buenos Aires son muy similares.

Hay muchos pibes de Rosario en Barcelona…

El año pasado fue una estampida. Lo que pasa es que tampoco debe ser fácil allá. Yo tengo un amigo en Barcelona que me decía que si un tipo viene como plomero o electricista consigue laburo enseguida. Oficios.

En Barcelona tenés uno de tus mejores amigos…

Si, nos conocemos desde que íbamos a la escuela.

La crisis no ha podido hacer olvidar la amistad como concepto…

No, al contrario. Por ahí lo que no tiene la gente es tiempo para cultivar un poco eso. Porque tenés que laburar más, porque andás corriendo, porque estás preocupado. Pero también hay como una cosa de agarrarse a los afectos. De algún lado te tenés que agarrar. De todos modos, yo soy moderadamente optimista dentro de la crisis, porque hay algunos datos positivos. Hay tipos que después de muchos años vuelven a producir. Aquí en Rosario, las fábricas de bicicletas tuvieron que cerrar porque llegaban las bicicletas chinas a diez pesos. Cañada de Gómez era un pueblo de mueblerías, y llegaba todo importado y baratísimo, no había manera de competir, eso cerró todo. Aquí había empresas de pantalones vaqueros de jeans de muy buena calidad, cerraron todos. Ahora, como no se puede comprar cosas extranjeras porque es carísimo, entonces se han vuelto a abrir las fábricas. Y eso es una confirmación de que la cosa se va reactivando. La juventud va a ir reflotando esto si ve posibilidades cercanas. No le podés decir a un chico: «“cuando se reactiven las fábricas de automotores, por ahí en cinco años, te dan laburo«. Me guío por los diarios, pero tengo amigos que tienen fábricas, que por ahí fabrican piezas para la explotación del petróleo y están laburando muchísimo. Cosas insólitas venden. Tipos que venden caracoles, miles de caracoles. Hacen cooperativas y venden tres toneladas de caracoles a Europa. ¡Lombrices! Las venden para airear la tierra, tierras que ya están agotadas. Acá abrió una cristalera porque las gaseosas vuelven a vender en envases de vidrio. Había fábricas paradas que los operarios las tomaron y las empezaron a trabajar. Lo que pasa es que no hay crédito, guita para empezar eso, para comprar el repuesto que estaba roto. Pero lentamente se va movilizando eso, porque además se alienta cierta expectativa.

¿Latinoamérica se mueve?

Me parece ambicioso cierto movimiento progresista, reformista, que se está dando en Latinoamérica. Así como es importante lo de Lula en Brasil, la posibilidad de Tabaré Vázquez en Uruguay. Es como respondiendo a algo, es nuevo. En ese aspecto alguna expectativa puede aparecer, pero aquí en Argentina todavía es incipiente, pero esperanzador.

 

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