Che, Ramblas

CHE RAMBLAS

CHE, RAMBLAS

Porque tenés, che, Ramblas, algo de mis calles Buenos aires y de aquella bohemia de café y cigarrillo que junto a los amigos nos marcaron el tiempo; porque sos el paseo necesario donde vienen a mirarse los que acaso se suicidarán mañana; porque te va el amor de los adolescentes que se besan, y te va la ternura de la madre que acuna su ilusión en tus rincones infantiles, y te va la tristeza de los viejos a solas, negándose a dejarte antes de regresar a la pensión a morirse sin testamentos; porque te abrís en flores cuando comienza el día; porque las señoras que enfilan al mercado se llevan un pedazo de vos para hacer más humanas las sobremesas; porque el estudiante te trae la angustia de sus exámenes y te pide consejos; porque sos el equilibrio salvador del borracho que cruza en chanfle la diagonal de tus baldosas; porque no prohibís a nadie su locura y su estilo; porque sos anfitriona del smoking de gala en el Liceo, o de la mochila imberbe del trotamundos que viaja hacia ninguna parte con un ticket invisible; porque te jugás por los pájaros y se te adivinan las rabiosas ganas de hacer añicos las jaulas y volar ¡volar! hasta el horizonte inmenso de tu libertad; porque te necesitan los portafolios de los navegantes a crédito y los buscadores de jornales con su lectura impaciente de los diarios; porque sos catalana y noble como la copa más alta de tu último árbol; porque tenés historias de bombardeos y de pintores; porque hubo héroes que se quedaron muchas noches velando tu intemperie; porque te mojan con mangueras y con lágrimas y te surcan bomberos y tartanas, bicicletas audaces, turistas boquiabiertos; porque te entregás a todos sin reservas, abierta y sensual, como un vientre protector de todas las tormentas; porque sabés quién te viene a bailar, quién te acude hecho polvo, quién se acerca para decirte en secreto sus temores; porque sos un oasis donde los náufragos de la ciudad salvan sus cansancios y sus grises rutinas; porque a vos hay que amarte como a la vida, como a la muerte.

Por eso estoy con vos, che, Ramblas. Mis poemas y mi piel te convocan y buscan. Si alguna vez te dejo, si alguna vez mis ojos te alejan en distancias, no perderé tu sombra: te llevaré en la sangre.

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