Argentina en el rincón
Posted on 15 marzo, 2015 in Artículos en La Vanguardia
La Argentina desde la que escribo me recuerda aquel cuento del boxeador que recibe en el combate un duro castigo. Al finalizar uno de los asaltos llega rendido y magullado a su rincón y pregunta al segundo: «¿Cómo voy?». Y el ayudante le contesta: «Si lo matas, es empate».
Ese vapuleado boxeador es la Argentina actual. Los golpes vienen de todos los flancos: del FMI, de los especuladores financieros, de los bancos, de los políticos, de los ministros y hasta del propio presidente de la República. Unos dan con rabia y ensañamiento; otros, simplemente, la amoratan con sus corrupciones y sus lascivias, y muchos con sus mesianismos y su «todo vale» con tal de alcanzar el poder. Todos son golpes bajos, y mientras sigue la paliza, el árbitro -que está comprado- deja que a la pobre República la muelan a palos.
En la superficie todo parece tranquilo, como en la Rambla barcelonesa. La gente, en Buenos Aires, camina por las calles arboladas; sobre la mesa de algún vetusto bar, el aroma del café exprés acompaña a un sencillo parroquiano que lee el periódico; en el mercado del barrio rondan las vecinas, las tiendas están abiertas… en fin, la vida de una ciudad sureña, como diría Borges. Pero si utilizáramos un zoom, ante nuestros ojos se abriría la tragedia. El hombre del bar se gasta sus últimos centavos en ese café mientras descubre que no hay anuncios de trabajo. Las mujeres comentan indignadas los últimos cambios económicos y a duras penas, contando chirolas -calderilla-, meten algo comestible en la bolsa. En las tiendas, el desamparado «botiguer» ya no sabe qué promoción inventar para que entren a comprar.
Aunque parezca increíble, en medio de todo este espejo hecho añicos, hay quien lucha por la cultura. Se escribe, aún; se pinta, aún; se hace música, aún. Sí, porque todo esto se hace contra las circunstancias. Es así cómo se debe ver hoy este país: con una mirada de aproximación, bien íntima, hacia y desde dentro.
En los primeros tres días de hace un par de semanas crecieron un 300% las consultas sobre la depresión y la angustia. Las farmacias se colapsaron ante la solicitud de ansiolíticos en un ejercicio casi suicida de automedicación. Serán, sin duda, las navidades más tristes que se recuerden.
La Vanguardia 19/12/2001