Argentinos por las ramblas

tango en la ramblaHan decidido ejercer su protesta y denuncia de otra forma, lejos de los cacerolazos y los gritos gastados de tanto esfuerzo y razón. Ellos prefirieron pasar largas jornadas frente a las puertas del consulado para llegar a tener los benditos papeles, el ansiado pasaporte, los instrumentos que les permitirían una estadía legal y duradera en España.

Así expresan miles de jóvenes argentinos el asco y la repulsión que sienten frente a esa clase política corrupta y desprestigiada. No se van, no huyen: el país los echa. La venal dirigencia los ha manchado con frustraciones, con sueños amputados, con esperanzas en la banquina. Tuvimos hace años una generación que fue masacrada o llevada al exilio. Hoy, ésta es expulsada por los políticos más ruines de nuestra historia.

Llegan como ateridos, con sus mochilas de aventureros en miniatura, llegan todavía mojados por despedidas familiares, hurgando en los bolsillos los breves dólares que mamá les dio subrepticiamente a las puertas del embarque. Allá, del otro lado de la sal, les han contado que la ciudad de Barcelona es hermosa, que la gente vive bien, que podrán trabajar «en lo que sea», pero que durante un tiempo no podrán seguir con sus estudios porque la universidad aquí no es gratis y porque hay que cubrir los gastos del pisito compartido, porque deben encontrar rápidamente algún «laburo», porque la vida es una autopista en la que hay que pagar peaje y, encima, no tiene áreas de descanso cuando uno es «otro».

Y se los ve, se les escucha, caminan Rambla abajo y viceversa. Vienen de un campo de refugiados, que eso es en lo que se ha convertido Argentina hoy. Algunos de ellos sueñan con proyectos que poco a poco se irán gastando en la piedra de todos los días, otros buscarán afectos salvadores, algunos, después de las primeras y atractivas luces, se preguntarán qué están haciendo aquí.

Unidos por la virtualidad del correo electrónico, como tantos otros inmigrantes, sabrán de un país que verán alejarse como un barco en la niebla. La Rambla barcelonesa, como lo ha hecho siempre con las personas más frágiles y las más desamparadas, los acoge protectora y hasta los invita a un mate.

La Vanguardia 22/01/2002

EL MATE

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