Mario Eduardo Firmenich
Posted on 25 marzo, 2015 in Entrevistas
El día 24 de octubre de 2003 le hice este reportaje al dirigente político argentino Mario Eduardo Firmenich. Se publicó el 20 de noviembre del mismo año en la revista argentina Veintitrés. Fue su primera entrevista gráfica en muchos años. Esta es la nota.
«¿QUÉ QUIEREN INVENTAR AHORA, LA TEORÍA DE UN SOLO DEMONIO?»
Habitualmente en su casa de Vilanova y la Geltrú, Mario Eduardo Firmenich toma mate Rosamonte especial dice, con aires de experto. En el café de Paseo de gracia, donde se encuentra con el enviado de Veintitrés, sólo consumirá Coca Cola. No fuma. Tiene coche, pero llega a la entrevista en subte. Viene de un homenaje universitario al escritor Manuel Vázquez Montalbán. Es otoño en Barcelona y el grabador se enciende. Es inevitable comenzar por el pedido de captura que libró el juez argentino Claudio Bonadío luego anulado por resolución de la Cámara- y la causa que acusó a los jefes de Montoneros de ser cómplices en la desaparición de militantes de la ex organización guerrillera.
Por unos días no se conoció su paradero. ¿Estuvo otra vez en la clandestinidad?
-La verdad es que no recibí ninguna citación judicial. Si, hubo una visita de Interpol a mi casa a preguntar si yo estaba ahí.
Entonces, ¿se hubiera entregado, como en 1984?
En 1984 era consciente de que me iban a meter preso y me quedé en mi casa, porque tomamos entonces la decisión de pasar a la legalidad, y si nos tocaba ir en cana, eso iba a ser la autocrítica práctica, porque Alfonsín había ganado y no había ni siquiera un Cámpora después de toda la resistencia. Era un costo a pagar. Había una democracia en transición que requería consolidarse. Ahora es otra historia Tenemos veinte años de democracia, el período más estable de la historia argentina del siglo XX, no dictatorial, pero el más desastroso, que terminó en una rebelión popular contra la partidocracia, contra los políticos, contra la corrupción, contra la marginación, contra el modelo liberal, etc. De modo que ahora, veinte años después, ¿quieren apostar a la transición democrática? ¡No! Aquí ningún político se hizo la autocrítica, gobernaron veinte años y todavía nos echan la culpa a nosotros.
¿Quiénes son «nosotros»?
Los montoneros. Nuestra generación, que fue la más heroica de la historia argentina, merece el reconocimiento de esta democracia, pero vemos cómo ellos permanecen veinte años en el gobierno para enriquecerse ilícitamente, para que un sinvergüenza como el señor Jorge Matzkin, (ex ministro menemista) se haga un chalet de un millón de dólares y diga que es con los ahorros de su trabajo como profesional, y mientras le da una pensión graciable a su mamá de cien dólares. Lamentablemente, la resistencia contra esta partidocracia que explotó en 2001 se diluyó, no tuvo, una vez más, la capacidad de crear una alternativa, y los que se tenían que ir se quedaron todos, se fueron quedando, se fueron quedando. ¿Y ahora me vienen a meter preso? ¿Y yo voy a ofrecer mi libertad para eso? ¡No! Yo hice un sacrificio en 1984. No sólo estuve siete años preso, sino que me tuve que comer siete años de justicia sucia, me tuve que comer siete años de infamia por la prensa, me tuve que comer siete años de teoría de los dos demonios, me tuve que comer siete años de una izquierda que había apoyado la dictadura y ahora era campeona de los derechos humanos, repudiándome a mí. Y todo eso permitió, entre otras cosas, que procesaran a los generales. No sé si Alfonsín se iba a animar a hacerle juicio a las Juntas si no me tenían preso.
¿Usted también entiende esto que ocurrió ahora como una contrapartida?
Fue una contrapartida. Clarísima. Se ofreció nuestra cabeza para tranquilizar a los militares.
Si en 1984 estaba avisado, ¿ahora lo tomó por sorpresa?
No, tampoco. Grondona había pedido explícitamente, por televisión, que me encarcelaran a mí y a los montoneros como equilibrio de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Se veía venir. Empezó La Nación, Infobae, Chiche Gelblung, Hadad. Yo ya tenía tomada la decisión de no prestarme a la farsa.
El juez, en sus fundamentos, citó al periodista Miguel Bo¬nasso que…
Vamos a ser claros: Bonasso alimentó la causa Bonadío. Porque Bonasso ha escrito artículos en Página 12 y le dio manija política hace un año, sosteniendo la tesis de la causa Bonadío. Después cambió de posición, puteó la causa Bonadío, se lo agradezco mucho, lo felicito por el coraje. Jugó un papel importante para que esto termine como debía terminar, y le agradezco por el favor que nos hace y se hace a él mismo por la dignificación de la historia montonera.
Sin embargo, nunca termina de disiparse la sospecha del doble agente en la conducción de Montoneros, la teoría del topo.
Todo esto forma parte, genéricamente, de lo que yo llamo el peaje de sumisión para el blanqueo en la democracia oligárquica. Hay que pagar entrada, y esa entrada es desunir, poner un granito de arena en la destrucción de la dignidad de una historia reciente.
Hebe de Bonafini declaró que se sentía contenta con la liberación de Vaca Narvaja y Perdía pero que no sentía lo mismo en relación a Firmenich.
Ella puede decir lo que quiera, pero es la inconducta de ella. Lo digo con todas las letras: la inconducta de la señora de Bonafini, que es una reaccionaria, para mí, sospechosa de colaborar con algún servicio de inteligencia, y que me disculpe,
¿Cree eso realmente?
Sí creo eso, ¡que me deje de joder! Tiene esa actitud desde que desapareció Azucena de Villaflor. ¿Por qué desapareció Azucena de Villaflor y no Hebe de Bonafini? Que me lo explique ella. Vamos a poner las cosas en su lugar, ¿Qué interés juega Hebe de Bonafini cuando insiste con esto? ¿Con qué elementos de juicio lo dice? ¿Cómo tuvo a Shocklender como su hijo dilecto, cuando Firmenich es un criminal? ¿De qué jugamos? Yo saco lo positivo de todo esto, es que por primera vez casi todos los que hemos sido montoneros compartimos el sentimiento de que hay un valor a defender. que es un patrimonio político, más importante que nuestras diferencias reales, críticas cruzadas, autocríticas, peleas, resentimientos, disidencias, etc. a lo largo de la historia. y ese valor común es que no debemos aceptar el tiro de gracia difamatorio, infame…
¿Se refiere a la teoría de los dos demonios?
No, peor. De un solo demonio. En realidad, decir que la conducción de los montoneros eran agentes de los servicios de inteligencia, esto ya es el tiro de gracia. Esto ha sido desbaratado, y muchos compañeros, desde distintas vertientes de participación política -algunos son diputados, otros funcionarios, otros no son nada, otros están retirados de la actividad política-, todos se han juntado a hacer algo en función de decir que esto no lo podemos tolerar.
¿Usted todavía sueña con un retorno de Montoneros, una vuelta al pasado?
No. Nadie tuvo la ilusión de decir: «Esto es la reconstrucción de la orga». Es distinto. Es reconocer el patrimonio común de poder decirles a mis hijos, a mi vecina y a mi aliado político y al jefe de mi trabajo: sí, yo he sido montonero y con mucho orgullo. No tomamos el poder, no ganamos, pudimos cometer muchos errores, pero mire, es la mejor etapa de mi vida. No me amargo, no me arrepiento.
Se imagina la pregunta: ¿no hay autocrítica?
Lo que pasa es que cuando nos piden a nosotros autocríticas erróneas, me niego cerradísimamente. A veces nos piden la autocrítica de la existencia. No. No. Me niego a esa autocrítica. Y a veces me piden la autocrítica de que nos autocritiquemos, de que no tomamos el poder, de que no ganamos. Como si por errores personales míos la Argentina no fuera hoy una potencia socialista. Si la conducción de Montoneros no hubiera cometido ningún error, ¿la Argentina era hoy una potencia socialista? No. Esta no es la autocrítica que hay que hacer. Es erróneo decir que por culpa nuestra no se tomó el poder y no se hizo la revolución. Esto es una estupidez histórica, que ignora que se derrumbó la URSS, entre otros «pequeños detalles», que ignora el fracaso de los Tupamaros y del MIR, de la guerrilla de Marinhela y del Che en Bolivia. Y el ERP, ¿no se equivocó? Hay dos tipos de autocríticas demandadas que son inadmisibles: la autocrítica de haber luchado, y la autocrítica de no haber triunfado. No seamos tontos, hay un proceso global que indica que el proceso no es argentino, por la misma razón que el surgimiento nuestro no es argentino, es global. En esta historia a mí me gusta poner siempre el ejemplo de Bolívar. ¿Sabés cuáles fueron sus últimas palabras? «He arado en el mar.» ¿Podemos pensar que ese es el saldo de Bolívar? Yo no me lo creo. Lo que creo es que si hay una ley sistemática en este sentido, es tan grande y tan brutal el sacrificio que uno debe hacer de su propia vida por una causa justa y global, que solamente se autoconvence uno de su sacrificio con un ideal utópico.
¿No es fácil caer en esas circunstancias en un fundamentalismo?
Puede producirse en los momentos más duros. ¿Cómo resiste uno la tortura? ¿Pensando que el almacenero seguirá robándoles a los vecinos después de la revolución? ¿O pensando en el hombre nuevo? Todos los compañeros que han resistido la tortura sólo la han podido resistir con un idealismo inmenso. Cuando se hace el balance de los montoneros, hay que hacer dos balances. Podés hacer uno, desde el punto de vista del proyecto, y concluís en un proyecto inviable. Pero tenés que hacer el balance desde el punto de vista de la funcionalidad de su existencia. ¿Por qué nuestra presencia? Nuestra presencia no sólo es un grado de cuestionamiento al poder oligárquico, es un grado de cuestionamiento a lo más profundo de la historia, al conformismo pequeño burgués. Y la historia tiene reflujos. Yo creo que la capacidad de militancia política de la generación del setenta, comparada con lo que es la politiquería, la corrupción, etc. es un modelo de conducta social que ya ha tenido efectos, y creo que tendrá más a lo largo de la historia, independientemente de que no hemos logrado el ideario programático, y de que no era viable ese ideario.
¿En qué mundo vivimos hoy según su visión de las cosas?
Creo que estamos en el umbral de la necesidad. Una tercera ola de la revolución republicana que empieza hace doscientos años con la revolución norteamericana y la revolución francesa, y las tres banderas son las de la revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad. Pero luego la revolución republicana en su primera ola puso énfasis en una sola bandera: la libertad. Fueron los liberales. Y en nombre de la libertad se pisoteó la igualdad. Se generó la explotación que generó las reacciones sociales contra el capitalismo. Y un siglo después vino una segunda ola de la revolución republicana que dijo ¿Qué es esto de 1ibertad sin igualdad? ¡No! Acá la prioridad es la igualdad social. Y eso fue el socialismo. Pero no nos vamos a engañar nosotros mismos porque en nombre de la igualdad también se pisoteó la libertad No todos los que reclamaban libertad de prensa o libertad de culto en el socialismo son agentes de la CIA, y si lo son, no dejan de tener razón. Este es un detalle que debemos asumir. Y hay una tercera ola de la revolución republicana donde no se ha integrado la fraternidad, la hermandad, la solidaridad social, la comunidad. No sólo no se ha integrado entre los seres humanos, sino que además tenemos que integrar nuestra comunidad con el medio ambiente todavía, o no sobreviviremos. Tan simple como esto. Somos también hermanos de los pastos y de los lobos, como decía San Francisco de Asís. Y si no integramos la fraternidad, pues no habrá ni libertad ni igualdad. Esta es mi visión de las cosas. Y sostengo, además, que las naciones estado no son viables. La Argentina no es viable como estado nación. O nosotros, en Sudamérica hacemos algo parecido a lo de Europa -me refiero a recuperar cooperativamente soberanía monetaria contra el capital financiero- o no tenemos viabilidad de crecer.
¿Qué opina del «efecto K»?
Hay un efecto, que es el mismo efecto que el de De la Rúa, Alfonsín, Menem, o quien quiera que sea el nuevo presidente. Un efecto de esperanza, de crédito, de que la gente piensa: «Bueno, a ver si este nos saca del pozo». A este efecto súmele sí, un «efecto K» agregado que son gestos imprevistos. Pasar a retiro a un montón de militares, embestir contra la deuda externa, contra la Corte Suprema. Podríamos decir que, en general, todos estos gestos de Kirchner se paran en la posición correcta de la expectativa de cambio, pero yo no veo la estrategia del cambio. Una cosa es hacer gestos en la dirección del cambio, Y otra cosa es tener una estrategia del cambio
¿Por qué vino aquí a Barcelona?
Para hacer el doctorado. Yo empecé a estudiar Economía por casualidad. Estaba preso, y los compañeros me dijeron que estando en esa situación era mas útil que leyera un programa estructural y no lecturas sueltas. Decidí estudiar Ciencias Políticas, recién creada en la UBA, con 60 alumnos, nada más, Cuando me enteré de eso, como joda, les dije a los compañeros que se anotaran en la carrera así yo era presidente del centro de estudiantes. Y Alfonsín se asustó, y me prohibió estudiar Ciencias Políticas. (risas) Me dieron a elegir entre Derecho, Sicología y Economía, Una vez vinieron a visitarme unos diputados radicales, y uno me dijo que lo más parecido a la política era el derecho. Entonces le digo: ¿Ve? Esta es la diferencia entre ustedes y nosotros. Nosotros creemos que lo que cambia las cosas es la economía, no el derecho.
Es profesor en la facultad aquí en Bar¬celona, ¿no?
Sí, pero en este momento me han he¬cho perder el laburo.
¿Lo echaron?
No es que me echaron, pero yo no soy profesor titular, porque para esto hace falta tener nacionalidad, y no la tengo. Soy un profesor asociado, y me hacen contratos por ciclos de semestres. Aquí empezó el cuatrimestre y yo no existía.
¿Piensa escribir sus memorias?
Algún día. Pero cuando ya no tenga nada que hacer.
Para adelantarnos a esas memorias: ¿en qué momento se dieron cuenta de que fueron derrotados?
Nunca.
La dictadura, muertes, quiebres, desapariciones…
No, no. Yo te diría cuando ganó Alfonsín. O sea, cuando hay una derrota política,
¿En serio ustedes consideran el ’83 como una derrota política?
Sí. Si, Fue muy contradictorio porque era una victoria popular y para nosotros era una derrota política. Fue muy ambivalente el ’83 para todos los compañeros. Ya el primer golpe no es el triunfo de Alfonsín, sino en la interna, el triunfo de Herminio Iglesias, Lorenzo Miguel. Ahí ya perdimos. Lamentablemente, los militantes montoneros no saben actuar políticamente. No saben ser montoneros legales. Saben actuar en la legalidad pero no como montoneros,
¿No es peligroso eso?
Es gravísimo. Nos inhabilita, nos ha imposibilitado la construcción de una alternativa política en veinte años de democracia, y el detalle es que ya somos abuelos, que es la edad de gobernar.
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Ediciones Colihue acaba de publicar un nuevo libro de Mario Firmenich titulado »Eutopía». Estos son los textos de su presentación y de la biografía del autor transcriptos del ejemplar.
«La Argentina de las últimas décadas ha elegido demonizar el nombre de Mario Eduardo Firmenich. La elección no ha sido casual, ya que »el Pepe» fue uno de los más destacados dirigentes de la generación del ´70. Su demonización ha servido para impugnar las luchas de las que fue protagonista, más allá o más acá de los gruesos errores cometidos.
La misma pasión militante que llevó al autor a comandar una organización armada, cuya huella marcó definitivamente a gran parte de la juventud de su época, lo lleva ahora a reflexionar sobre las transformaciones que tuvieron lugar en el mundo y en el país desde esos tumultuosos años. Como economista y hombre político, registra la crisis internacional de los modelos keynesianos y socialistas tradicionales; hunde luego su mirada en el neoliberalismo que lo reemplazó y en sus desastrosos efectos sobre el Estado y la calidad de vida de las mayorías. No es, sin embargo, el suyo, un mero ejercicio analítico. Firmenich construye una propuesta alternativa para enfrentar los principales problemas de la Argentina actual en el marco de un mundo globalizado. En lugar de soñar utopías, que remiten a ningún lugar, que nombran países que no existen, intenta el desafío teórico, político y ético de diseñar la «Eutopía», que es la tierra del bien, un modelo compuesto por un conjunto de reformas para un desarrollo sostenible en los planos social, económico, político y ecológico, apoyadas sobre fundamentos teóricos más sólidos que los presupuestos de la economías neoclásica. Se trata, por ello, de pensar alternativas posibles para terminar con el reinado del pensamiento único. El libro las propone y sustenta, con la rigurosidad de quien sabe de qué se trata. La mutable e intolerante sociedad argentina, que fue capaz de conceder estatuto de genio al mismísimo Domingo Cavallo, tiene la posibilidad de debatir estas ideas, sin prejuicios.»
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Mario Eduardo Firmenich nació en la ciudad de Buenos Aires el 24 de enero de 1948. Cursó su instrucción primaria y secundaria en la educación pública, graduándose de Bachiller en el Colegio Nacional de Buenos Aires en 1966, con medalla de honor al mejor compañero. Desde ese año siendo todavía estudiante secundario, y a raíz del golpe de Estado del general. Onganía, dedicó su vida a la militancia política de resistencia a las dictaduras militares y al terrorismo paraestatal que se sucedieron hasta 1983.
Desde su salto a la notoriedad con la ejecución del general Aramburu por Montoneros en 1970 y hasta su detención y encarcelamiento durante el gobierno de Alfonsín, vivió como militante perseguido, en el país y en el exilio. Durante todo ese tiempo fue Secretario General de la organización revolucionaria que lo tuvo entre sus fundadores y en tal carácter redactó la mayoría de los documentos políticos elaborados por los cuerpos de dirección colegiada de los Montoneros.
La crisis de los paradigmas ideológicos de los finales de los ´80, lo lleva, estando todavía en prisión, a profundizar los estudios y la investigación económica en la búsqueda de una alternativa al neoliberalismo. Licenciado en Economía en la Universidad de Buenos Aires como mejor promedio de su promoción, en febrero de 1996, se vio obligado a emigrar en noviembre de ese mismo año a Barcelona. La sociedad argentina trabajada por la teoría de los dos demonios no le facilitó una integración razonable.
El 10 de diciembre de 1999 se doctoró en Economía en la Universidad de Barcelona con la calificación de sobresaliente cum laude. Recibió el título de Doctor en la misma ceremonia en que su padrino de doctorado, el premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz, fuera galardonado con el título de Doctor Honoris Causa de esa misma universidad catalana.
Durante su estadía en Europa se ha desempeñado como profesor asociado en el Departamento de Teoría Económica de la Universidad de Barcelona, donde estuvo previamente como profesor invitado realizando trabajos de investigación relacionados con la integración del MERCOSUR. Ha colaborado además con diversas ONGs en modelos alternativos de organización social, desarrollo sustentable y socioeconomía solidaria. Como consecuencia de su actividad teórica ha publicado diversos artículos. Su tesis doctoral, junto con otros escritos e investigaciones, ha servido de base al texto que ahora se publica.
Firmenich considera su trabajo teórico y académico como otra forma del mismo compromiso de vida que asumió a los 17 años: luchar por una sociedad más justa.
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