Marcos Ana

Como podrán leer ustedes en este reportaje, Marcos Ana es un símbolo de la lucha contra la dictadura franquista y una vez llena de poesía en medio de los barrotes y las sombras, levantada desde el fondo de las siniestras prisiones de aquél régimen. Tal vez, alguno de ustedes, tengan de ese tiempo una visión lejana y casi imperceptible. Pero lo que hombres y mujeres han entregado para que hoy disfrutemos de esta libertad (que nunca es mucha) merece ser valorado y recordado sin maniquísmo. Esta entrevista se realizó una mañana de octubre de 2001, a pocos días de su regreso de un viaje a Venezuela, es decir, mucho antes de los acontecimientos que luego conmovieron a aquel país.

MARCOS ANA lo mas dificil fue la libertad2

Aprovechamos el comienzo de la charla para que nos cuente sus impresiones sobre la actualidad venezolana.

Vienes de Venezuela…

Si, acabo de llegar

Tú sabes que en Latinoamérica hay una suspicacia hacia lo castrense.

Sí, es cierto. Pero allí se da un fenómeno distinto. La última noche, por ejemplo, me hicieron una cena de despedida. El gobernador de Anzoátegui, que es uno de los siete estados de país, charlando de estas cosas y del temor que tenía al ejercito me dijo: «Aquí es todo diferente. Mira, vamos a invitar esta noche a un general para que venga y hable contigo de estas cosas». Me explicaron que quizá es el único ejército de América Latina que no es de castas, es el ejército del pueblo, gente que ha ido por becas a las academias… no es lo mismo.

¿Reconocen a Chávez como un dirigente popular?

Sin duda. Y además, el ejército está con él. Y los mandos, sobre todo los mandos fundamentales, que no son los generales, sino los tenientes coroneles, los que están al frente de los regimientos de la tropa. Ellos están con él.

Sin embargo, la prensa combate a Chávez sin piedad.

Apenas llegar a Caracas al leer la prensa me recordaba a Chile, cuando estuve por segunda vez en 1972 y la prensa de aquél país se dedicaba a crear incertidumbre, inestabilidad y a ir poniendo las condiciones del golpe de estado que derrotaría un año después al presidente Salvador Allende. La prensa de Venezuela juega un papel muy parecido a aquella prensa chilena. Los titulares son siempre manipuladores. Pero en Caracas el ambiente es muy bueno. Me recordó a la época que estuve con vosotros, en Buenos Aires en 1963.

Regresaste a Venezuela después de treinta años de tu primera visita. ¿Cómo te recibieron?

Habían preparado un acto de homenaje, con la orquesta sinfónica del Estado que dirige Yuri Hung, un gran músico, que es hijo de un chino y una vasca. Fue el 28 de agosto de 2001. Terminaban con la interpretación del «Poema a la vida», que habían musicalizado. Yo estaba tan asombrado, tan emocionado, que cuando finalizó el concierto, subí al escenario, le di un abrazo al director y me dirigí al público con estas palabras, mas o menos. «No me gustan los homenajes personales, yo he vivido la vida que he preferido vivir, la vida dura y noble de un revolucionario. Eso no tiene que tener ningún premio, por eso yo pido permiso al embajador, a los diputados y al público asistente para que me dejen transferir este homenaje a todos los hombres y mujeres que en España, en Europa, en América latina y en cualquier parte del mundo lucharon y siguen luchando por la libertad».

Realmente un momento inolvidable.

Me sentía verdaderamente asombrado al comprobar que después de tantísimos años el recuerdo que tenían de mi estaba casi intacto y además, veía la presencia de muchos jóvenes. Eso demuestra también que en la gente los recuerdos persisten y allí estaban vivos, porque ellos editaron un libro cuando yo estaba en la cárcel.. Fue de los primeros sitios dónde hicieron un libro mío, con poemas míos. Un librito de urgencia para repartirlo a la gente que estaba allí en el homenaje, y me encontré con cosas que yo no tenía ya, como por ejemplo, una carta que envié a los amigos de América latina desde la cárcel, ellos la tenían y la publicaron en ese pequeño folletito que han hecho con quince o veinte poemas. Quiero comentarte que allí hay un movimiento muy interesante: hace ya tiempo tuvieron la idea de recoger de la calle niños sin techo, niños desamparados, drogadictos, etc. y redimirlos por la música. Y han creado cientos y cientos de orquestas infantiles. Algunos críos se escapan y se van, pero otros se han quedado. La orquesta que tocó en el homenaje venía de ahí. Fui a varias de esas escuelas a hablar con los chavales. Fue emocionante. Querían que volviera en otoño y les he prometido que iré el año que viene porque tengo que ir a Cuba al centenario de Nicolás, (Guillén) pues ya de allí saltaré que es una hora y media o así de vuelo. Eso demuestra también que en la gente los recuerdos persisten y allí estaban vivos, porque es que ellos hicieron un libro cuando yo estuve en la cárcel, hicieron un grito ellos. Fue de los primeros sitios dónde hicieron un libro mío, con poemas míos,

Esas escuelas de música ¿son una iniciativa del gobierno?

Sí, del gobernador del Estado.

 

MARCOS ANAKL LUNA PARK 02 copia

Veo que te llevas muy bien con la juventud.

Sobretodo la juventud me interesa, porque la gente dice que la juventud está muy despolitizada, aquí en España también. Lo que sucede es que la política tiene una mala cultura para la juventud. Porque aquí estamos siempre en medio de chantajes, de sobornos, de corrupción, y los jóvenes no ven pureza en eso. La prueba es que estos jóvenes que aparentemente pasan de la política tienen el retrato de Che Guevara en su casa, o se van en quince o veinte autobuses a Génova a partirse la nariz contra el mundialismo. Aquí, cuando hicimos el homenaje del sesenta aniversario de las Brigadas Internacionales, nuestra mayor satisfacción fue que el palacio de los deportes, -donde caben veinte mil personas-, se llenó. Y los jóvenes fueron una presencia impresionante. ¿Cual era la razón, para que esta juventud, que cuando llaman los partidos a movilizarse no acuden, se desentienden de eso, fueron allí, a aquél acto histórico, cargados de banderas republicanas gritando: «España, mañana será republicana» con una pasión increíble? ¿Porqué? Porque era para ellos esa era una causa transparente. Aquellos hombres, aquellos abuelos del mundo, representaban a los voluntarios de la libertad, a gente llena de trasparencia como el Che. Y a esas cosas responde la juventud.

El domingo pasado se realizaron elecciones en Argentina, y hubo una gran abstención, y un alud de votos impugnados -«voto bronca» se los llamó-, y fueron, fundamentalmente los jóvenes, los que se expresaron de este modo porque la imagen de la clase política está muy deteriorada. Crees entonces, que la juventud encuentra ahora en las ONG’s, y en las luchas de tipo libertario y en hechos puntuales como el acto de las Brigadas, un referente distinto a la visión que tienen del hecho político hoy en día?

Ahora por ejemplo, el día 21 hay una gran manifestación contra la guerra, (en Afganistan) con motivo de los acontecimientos, y el otro día hubo también una en la que yo estuve, y la gran mayoría eran jóvenes, también estaban los veteranos, como yo digo «el quinto regimiento», pero en cosas de este tipo la juventud responde muy bien. El otro día había más de diez mil personas llenando la Puerta del Sol. No cabía allí un alma, y la mayoría eran jóvenes. Por eso cuando hablamos de la juventud es tan importante comprenderla. Porque nosotros, muchas veces, los veteranos, queremos hablar a los jóvenes desde la cúspide de nuestro sacrificio, dando lecciones, y así no se puede. Si no comprendes a la juventud no podrás descifrar los signos de nuestro tiempo. Ellos son el futuro y no nosotros. Yo me relaciono más fácilmente con los jóvenes que con los de mi generación, porque pienso como ellos, siento como ellos y tengo muchos amigos jóvenes. Yo creo que la vejez comienza cuando no entendemos a la juventud. Yo creo que cada generación con sus vaivenes y sus incomprensiones tiene la razón de su tiempo.

Hay un hecho significativo, y es que a ti y a muchos compañeros se les admira y se les valora desde esa juventud participativa, por vuestro historial, por vuestra coherencia ideológica, por todo esto surge la admiración de la juventud. A mí me gustaría recordar ahora, Marcos, si fuera posible, el día de tu detención.

 

MARCOS ANA 1 (1)

Bueno, no fue tan traumático el día de mi detención.. Fue en Alicante, en el puerto de Alicante. Al terminar la guerra, se corrió la voz entre los partidos políticos, que los que tuvieran responsabilidades políticas se reunieran en el puerto porque iban a llegar barcos ingleses y franceses a por nosotros. Desgraciadamente nos juntamos allí unas cuantas decenas de miles de personas, muchísimos. Esperando y comiendo lentejas que era lo único que había. Esperando los barcos ingleses y franceses. Pero los que llegaron fueron los barcos de Franco por el mar, y por las carreteras de Alicante, llegó la división Litorio, que era una división italiana. Me detuvieron y me llevaron al campo de los almendros, un campo cercano. Allí nos separaron a los hombres y a las mujeres y me llevaron luego al campo de concentración de Albatera.

¿Cuantos años tenías?

Dieciocho. De allí me escapé, y me fui a esconder a Madrid, a una casa de unos familiares lejanos, y por tanto no conocidos. Me alquilaron una habitación, pero fui tan imprudente, o tan apasionado, que se me ocurrió empezar a llamar a gente que conocía para organizar la vida clandestina de la juventud. Con tan mala suerte que entre los que llamé había un confidente de la policía. Era con el que más tenía confianza porque había trabajado conmigo durante la guerra, habían fusilado a su padre, tenía muchas razones para confiar en él. Pero, claro, se ve que lo torturaron y el hombre pues, cedió. En la Dirección General de Seguridad había tres formas de comportarse: la gente que no se resistía y se entregaba, la gente que era torpe y por lo tanto caía en determinadas debilidades, y los que se mantenían firmes. Y éste coincidió que no resistió, y acabó entregándose a la policía trabajando como agente. Me volvieron a detener y me llevaron a un sitio que le llamaban Almagro, que era un centro de tortura. Allí me torturaron bárbaramente, y después me trasladaron a la cárcel de Porlier, que es una cárcel que justamente está aquí. La continuación de esta calle se llama «calle Peñalver», bueno pues ahí estaba la cárcel de Porlier. Porque entre Peñalver y Porlier está un antiguo edificio de los «calasancios», que se habilitó para cárcel al terminar la guerra, al que muchas veces suelo visitar. Ahí estuve yo condenado a muerte. Es curioso porque aún hoy voy con alguien a verlo, nos sentamos enfrente, en una terraza, a tomar unas copas, y vemos allí el edificio que ahora es un colegio. Además a las cinco de la tarde te encuentras casi con las mismas escenas que en mi época, porque van las madres esperando a sus hijos, y en nuestra época iban nuestras madres, novias o mujeres, a traernos los paquetes de comida.

 

 

MARCOS ANA 1 (4)

 

Es curioso, que cuando yo voy y veo este edificio, digo: «tendría que recordar este edificio como el que recuerda una pesadilla a la que no quiere volver», y sin embargo, te aseguro Eduardo, que lo miro casi con nostalgia, como diciendo, esta fue una de las épocas más felices de mi vida. Parece una barbaridad, pero en la vida hay que tener fe y cuando uno tiene fe todo lo demás cuenta poco. Entonces yo ponía un pie en el suelo y saltaban chispas. Porque estábamos en plena juventud, creíamos que el futuro era nuestro o que iba ser inmediatamente nuestro aunque pasaran muchos años. Lo comparo con la situación que vivimos hoy, con toda la recesión, con el fracaso, con la perdida de valores, pero en aquella época, aunque caían los compañeros cada mañana, los fusilaban, los veíamos salir de allí cantando, salir de nuestras galerías cantando. Aquella es una época que no la puedo olvidar. Por eso digo que en la vida lo fundamental es tener fe, y ahora todo se viene abajo.

Un compañero una vez me habló de cuatro acacias.

Sí. El patio de las cuatro acacias. Eso era en Burgos, la prisión de Burgos. Era un sitio donde fusilaban a gente, y había cuatro acacias.

¿Ustedes escuchaban los fusilamientos por la mañana?

Bueno yo, en la época que fui a Burgos, los fusilamientos habían terminado. Porque yo estuve aquí en Porlier .

¿Cuantos años?

Aquí estuve desde 1939 hasta 1944. Condenado a muerte, fui a la prisión de Ocaña, porque esto, Porlier, era un colegio habilitado para cárcel. Pero la prisión de Ocaña era muy dura, de las más duras que había. Allí estuve condenado a muerte, con dos penas de muerte, porque yo tenía una por las actividades durante la guerra civil, y otra por la creación de un periódico clandestino llamado » Juventud», que se hacía allí, de manera primorosa si tu quieres, pero en la cárcel misma, y por eso me echaron otra pena de muerte, y me quedaron treinta años. Porque cogieron el periódico ese a un compañero y al pobre lo llevaron de «diligencias», y de «diligencias» significaba que de la cárcel lo llevaban a la Dirección General de Seguridad a torturarlo. El chico ese cedió, entregó a otros dos, porque en la cárcel nada más tu conocías al que te daba las cosas y al que tu tenías que dárselas, pero claro, se organizó una cadena de caídas tremenda. Entonces le dije a los camaradas que la única solución que había era que yo me hiciera responsable de esto y cortemos esta cadena porque iba a salir si no muchísima gente para allá. Yo salí y me hice responsable pero claro, pero como yo no podía demostrar que era el único que había hecho ese periódico porque había diferentes tipos de letra, había dibujos que yo no podía demostrar que los había hecho yo, fue para la policía un reto tremendo. La policía sabía que yo no decía la verdad, porque no bastaba con decir yo soy el responsable de esto. «Bueno ¿y quien ha escrito los otros, y quien ha escrito esto y quien..?» y fue resistirlo y resistirlo. Siempre digo que ocurre que parece una contradicción, cuando uno se encuentra ante situaciones muy decisivas, yo creo que se elige siempre el camino más fácil, y para muchos era más fácil ceder ante la policía, y para otros era más difícil volver a la cárcel con la cabeza baja sin poder mirar a la frente a tus camaradas. Cada vez que pensaba en eso, que era muy querido allí, que todo el mundo me llamaba chaval en la cárcel, y pensé: bueno, cuando llegue allí, si vuelvo bien, los compañeros me van a abrazar, pero si vuelvo derrotado pues…

¿Tu eras de los más jóvenes?

Sí. Era de los más jóvenes, aunque había muchos jóvenes entonces, pero yo era de los mas jóvenes.

O sea que entraste con dieciocho años.

Claro

Después te escapaste…

Sí. Pero me detuvieron enseguida, porque me escapé en Abril y en Mayo me detienen, ya te digo, por este confidente.

Entonces en la cárcel de Porlier estuviste hasta el año 44 ¿ Y en Ocaña hasta cuándo?

En Ocaña estuve hasta el 46.

¿El periódico lo hacían en Ocaña?

No el Porlier, el año 43, un año antes de ir para Ocaña.

En Ocaña no se podía hacer..

¡Sí! se hacían esas cosas, y muchas más. Si en la cárcel éramos un estado dentro de otro estado, lo que pasa es que habían períodos distintos. El primer período era un período de supervivencia, donde lo importante era vivir, y aunque practicábamos una solidaridad conmovedora, porque repartíamos el hambre, el pan o lo que tuviéramos, pero en ese momento incluso te comías la hierba que salía entre las baldosas del patio. Pero luego hubo un período, que yo siempre he dicho que es a partir de Stalingrado, cuando esta gente se convenció de que no eran infalibles. Con la derrota de Stalingrado nosotros notamos que las cosas empezaron a cambiar, la gente empezó a tener miedo, pensaban que la situación iba a cambiar, los propios funcionarios que se habían portado mal con nosotros pensaban que llegaba la época de la revancha, y luego ya ves, vino la guerra fría y todo eso. Pero ya en los últimos años, a partir del 50 convertimos la cárcel en una universidad, la «universidad de Burgos», y éramos como un estado dentro de un estado, y allí estoy hasta el año 62 que salgo.

 

 

MARCOS ANA 1 (5)

Y allí en Burgos ya se vivió…

Sí. Allí había escuelas de cuadros y todo, teníamos dos escuelas de cuadros, una inferior y otra superior donde se estudiaba el fundamento de leninismo, todo. Eran clandestinas claro. Yo recuerdo que fundé un día a una tertulia que se llamaba la «Aldaba» y nos dedicábamos a una actividad cultural. Yo recuerdo haber hecho ahí homenajes a Miguel Hernández. Lo hacíamos de noche, abrigados por la noche, que era cuando nos dejaban las galerías. En Ocaña no había celdas, en Burgos sí. Pero en la situación general de la cárcel eran galerías donde éramos a lo mejor trescientos o cuatrocientos presos, y allí organizábamos homenajes, pero no homenajes de cualquier manera. Yo recuerdo, (recuerdo eso porque tengo el texto que saqué clandestinamente), un homenaje a Miguel Hernández. Montamos un escenario con sábanas y con mantas, con compañeros vigilando en las ventanas por si se acercaban los guardianes que estaban en el patio paseando, siempre cuando comenzaba la noche. Se titulaba «Homenaje a voz ahogada para Miguel Hernández«. Se hacía con relatores y con una música increíble detrás del escenario con cañas de escoba, con el rabo de las escobas de caña, se parten y se hacen unos agujeritos, se pone papel de fumar con unas gomas en los extremos y suena la música muy bien. En el homenaje a Miguel Hernández que tenía tres actos, uno era «El rayo que no cesa», el segundo era «Vientos del pueblo» y el tercero era «Canciones y romanceros de ausencia». Por ejemplo en el segundo acto que era cuando se celebra el congreso por defensa de la cultura, cuando los relatores van hablando de los que llegan: «llegaron los soviéticos», la música entonaba como fondo La Internacional. Cuando llegaban los mejicanos se oía «La cucaracha», los franceses y se oía La Marsellesa, y todo mientras en el silencio tremendo de la cárcel se podían oír los pasos de los centinelas y los guardianes que no sabían nada de lo que se estaba haciendo dentro. Toda la gente sentada en el suelo viendo aquello, era algo increíble. Hicimos muchos homanajes. A Rafael Alberti también. Eso era en el campo cultural, y en el campo político había una actividad tremenda. Yo conocí a Alberti, -con el que fuimos luego íntimos amigos-, precisamente, desde la cárcel. Nuestras mujeres, nuestras familias, eran una especie de puente entre la cárcel y el mundo, y llegábamos a todos los sitios. Entonces yo conseguí que llegaran unos poemitas míos a Alberti.

A través de la familia…

No de mi familia, pero de estafetas que teníamos, que eran familias, y lo sacábamos clandestinamente de la cárcel que era lo más difícil, luego después nuestras familias lo mandaban a determinadas direcciones que habían en el extranjero. Así llegó a Rafael.

¿Cómo entraban los libros de Marx y Lenin, por ejemplo?

Lo complicado no era entrarlos, porque teníamos muchos procedimientos para hacerlo, incluso guardianes también que sobornábamos, lo difícil era sostenerlos.

¿Los sobornaban ideológicamente o con dinero?

Con dinero, aunque habían algunos que nadaban en dos aguas. Pero luego teníamos también otros procedimientos a través de las familias, con paquetes de doble fondo, etc. Lo difícil era conservarlos, porque si es un periódico lo lees y lo quemas, pero si son libros de estudio había que conservarlos. Entonces en la última época yo era bibliotecario en la cárcel. ¿Sabes lo que hacíamos? Pedíamos a los que nos tenían que mandar libros que procurasen que no tuvieran el título en cada página. Entonces nos mandaban los fundamentos de Lenin o lo que tu quieras. Buscábamos en la biblioteca oficial el libro más semejante al que íbamos a clandestinizar, y desencuadernábamos los dos. Teníamos un pobre hombre que ha muerto ya, un tal Mota, que era un artesano de la librería que hacía virguerías con ello. Entonces desencolaba los libros, cogía las pastas y las cien primeras páginas del libro legal, que tenía el sello de la cárcel y la firma del director y del capellán de prisiones, luego metíamos cien páginas del libro ilegal, y otras cien del legal y así hacíamos un sándwich y luego este artesano a veces daba una pátina para que tuviera unidad, el color, y así lo teníamos. Teníamos unos ciento cincuenta libros, un material riquísimo, que nunca encontraron. Ellos practicaban la filosofía de los haraganes, no se preocupaban de nada los guardianes, nada más de ser un poco brutos, y nosotros, en cambio, poníamos toda la pasión y toda la inteligencia en lo que queríamos hacer .

 

 

MARCOS ANA 1 (2)

 

Esos libros deben haber quedado en la cárcel.

Con Pablo Neruda hay una historia muy bonita con uno de esos libros. Teníamos el «Canto General» en un devocionario, y cuando salí le regalé ese libro a un amigo que nos había ayudado mucho. Cuando lo del premio Nobel, pues este amigo, –Teodolfo Lagunero se llamaba-, fue a Estocolmo con unos amigos de Neruda, y cuando Neruda vio el libro, se empeñó en que se lo diese, porque para eso Neruda era muy pesado. Se empeñó que se lo tenía que dar: «Venga, que esto es para un museo, que yo te doy un libro con mis obras completas…» Pero no le di el libro a pesar de eso. Luego Alberti, por ejemplo, con el que tuve mucha relación en la cárcel, me mandaba también correspondencia. Recuerdo que una vez, por medio de Paco Rabal, que ha muerto recientemente, aprovechando que pasaba por ahí, me mandó un jersey María Teresa León, que venía acompañado de una notita en un tubo de pasta dentífrica que decía: «Cuéntanos algo de tu vida». Y yo le contesté con un poema que metí también en un tubo de pasta, que era un sistema que utilizábamos. Recuerdo que decía: «Mi vida os la puedo contar en dos palabras: Un patio, y un trocito de cielo por donde a veces pasan una nube perdida y algún pájaro huyendo de sus alas.» Eso me dio pie a un poema de mayor aliento que es «Mi corazón es patio» que se lo dediqué a María Teresa León. Era milagrosa la vida allí.

¿Existía unidad entre los prisioneros políticos?

No era buena. ¿Sabes por qué? Porque la guerra terminó con la llamada Junta de Defensa, que fue la división a tiros, terminamos a tiros entre los comunistas que queríamos continuar la guerra porque sabíamos que la mundial se iba a producir, y luego se creó una Junta de Defensa donde estaban los anarquistas, los socialistas, fue la llamada paz honrosa. Pero luego el Partido, con buen criterio, para impedir una sangría entre nosotros, pues mandó a nuestras unidades que se retiraran. Después ya se impuso la Junta de Defensa, pero luego Franco arremetió con todos incluso con ellos. Aquello teníamos que haberlo superado.

¿Estas discrepancias se expresaban luego también entre los presos?

Sí. Un poco. Ellos hacían también una vida más independiente que la nuestra. La nuestra era una vida muy activa. Por ejemplo en el terreno de la solidaridad, las comunas, eso lo hacíamos sólo nosotros, no por sectarismo, pero lo hacíamos sólo nosotros. Los demás comían cada uno y tal. Pero yo, precisamente estaba un poco en contra de esa situación. Y en la tertulia que organicé, sobre todo en los últimos años, ahí sí, teníamos una tertulia plural, porque recuerdo que había anarquistas, había un chico del Partido Socialista, había comunistas…

Una tertulia de carácter cultural.

Sí. Más cultural, pero fíjate que en esta tertulia estaba Gómez Lasas, que ha muerto ahora, que ha sido el secretario general de la CNT. cuando salió, y yo conseguí aquello en la tertulia.

¿Tu consideras que, por ejemplo, a través del hecho cultural, es posible la unidad de lo que llamaríamos «la izquierda» en todo su conjunto?

No solo en el terreno cultural. Por ejemplo, las Brigadas Internacionales, que se han constituido en una asociación que se llama » Amigos de las Brigadas Internacionales», y ahí, -en la que estoy yo también, pues soy uno de los fundadores-, hay muchos jóvenes. Jóvenes estudiantes, del Partido, y ahí está el PSOE, a nivel personal si tu quieres, la UGT, CCOO. Están todas las tendencias, porque no es litigioso el tema. EI tema es la solidaridad con las Brigadas Internacionales. En muchos países, en Rumania, en Bulgaria, en Polonia, los brigadistas están pasando hambre. Entonces organizamos una especie de campaña de invierno, para que no les falte nada, porque el invierno para ellos es tremendo.

¿Quieres decir que los brigadistas vivos en los países ex socialistas están en una situación muy precaria?

Muy mal. Muy precaria. Nosotros organizamos una campaña de solidaridad con ellos, les mandamos dólares. Porque la calefacción tiene precios astronómicos, entonces, si tienen la calefacción, no pueden comer, y si comen, se mueren de frío. Es una situación tremenda, Estamos ayudando. En cosas así, en el terreno cultural, y en cosas puntuales, universales, podríamos decir que es más fácil conseguir la unidad como en la lucha por la paz. En otras cosas no, porque por ejemplo ahora tienen el tema este de la guerra, los socialistas mantienen la posición de que hay que intervenir y nosotros no.

¿Cuáles eran los momentos más duros dentro de la prisión?

Los primeros años, los primeros diez años fueron los más duros

¿Seguía entrando gente o eran ustedes los únicos prisioneros en los años posteriores de la guerra?

No. Había dos tipos de presos, podríamos decir: los de la guerra, esos cayeron al terminar la guerra. Pero luego iba cayendo la gente que trabajaba ilegalmente, cuando ya se empezó a estructurar la oposición, muy clandestina, pues ahí, comenzaron a caer presos de este tipo.

¿Coincidiste en la prisión con Grimau?

No. Fue en el 63 y yo ya estaba fuera. Participé en la movilización por su libertad. Con su mujer, la viuda de Julián Grimau estuvimos haciendo mucha campaña por Europa, en América. A él le detuvieron en 1963.

 

 

 

MARCOS ANA 1 (6)

¿Festejaban en la cárcel las fiestas, por ejemplo, la del primero de mayo?

Si, claro. Hacíamos actos y esas cosas. Me acordaba el otro día de el «Romance para las doce menos cuarto» Porque el día nochevieja siempre hacíamos una fiesta, pero hubo un año que fue muy depresivo para todo el mundo porque no veíamos claras las cosas. Nos reunimos con la organización del Partido y decidimos, por mayoría, que no había que celebrar eso, que era un escarnio para nosotros mismos, que estabamos sin salidas y sin perspectivas, que era una mascarada, porque hacíamos una cabalgata, un preso se vestía de año viejo, otro de año nuevo y la gente no quería. Entonces, cuando me lo dijeron a mi, pues hice ese poema: «Romance para las doce menos cuarto, nochevieja en la prisión de Burgos» que fue muy bonito porque después cada año, aunque yo ya no estaba en la cárcel, lo seguían recitando. Celebrábamos todo siempre. Allí cualquier ocasión era buena para comer un poquito más. Se hacían conferencias sobre el primero de mayo.

¿Les daban más comida el 18 de julio?

El 18 de julio si, porque ellos lo celebraban. Pero nosotros de todas maneras estabamos en comunas. Al principio, a lo mejor, en torno a un paquete de comida, había pues cinco o seis compañeros que no recibíamos nada, luego eso fue cambiando cuando nuestras familias se fueron recuperando, porque los primeros años después de la guerra, nuestras familias no tenían tampoco recursos y participaban del hambre que había en el país. Nosotros estábamos con el cazo de caldo que te daban en la cárcel.

¿Qué comían?

Pues caldo y remolachas.

¿ Y las enfermedades?

Muchas enfermedades. Paludismo. tuberculosis. Ahora que se habla de ántrax, yo tenía el cuerpo lleno de furúnculos de esos.

De corbunco…

Sí. Eran furúnculos, algunos de corbunco. Fíjate, aquí tengo todavía el corte de un ántrax. Era por la suciedad que había, porque el agua que bebíamos era un agua infectada, era tremendo.

Lo compensabas con tu juventud.

Claro. Yo enfrenté esos primeros años en plena juventud.

¿Y la comida?

Fíjate como será, que los andaluces eran los únicos que recibían alguna comida porque sus mujeres robaban aceitunas en los olivares, y les mandaban pequeños paquetes de aceitunas verdes. y nosotros por la mañana, en cuanto abrían la galería, salíamos como rayos hacia el patio porque había pequeños mercados de huesos de aceituna. ¡De huesos de aceituna! Más peladas que las bolas de billar. (Risas) Pero claro, es que eso se asimila, con el hueso de aceituna se hace un orujo. Entonces íbamos como locos a comprarlos, o a por tabaco…

Como un mercadillo…

Sí, sí. Había un mercadillo de huesos de aceituna, ibas a coger tu montoncito y te las tragabas, porque eso se asimila. La época del hambre fue tremenda.

Para los mayores todo eso habrá sido muy duro.

Claro, claro. Ese era nuestro talón de Aquiles. Cuando tu veías a un hombre paseando por el patio cabizbajo, no es porque estuviera renunciando a sus ideales, sino porque tenía el problema de su mujer, sus hijos, su familia. Pero en aquella época era la fuerza de las ideas la que te empujaba. Mucha gente me ha preguntado: «¿Cómo es posible que hayas aguantado 23 años?» Eran las fuerzas de las ideas, si no, hubiera sido imposible. Yo recuerdo que allí en la cárcel, en Ocaña, estando condenado a muerte, con dos penas de muerte, llegó a visitarnos el director de un colegio de jesuitas de Toledo. Era un buen hombre, (luego tuve mucha relación con él). Entró al patio general con los funcionarios pensando que encontraría allí penitentes, gente con los pies a rastras, pero no, se encontró con gente normal, que estaba hablando, charlando, la gente que ya estaba condenada a 15, 30 años, a lo que fuera; y cuando llegaron al patio de celdas, que era donde estabamos los condenados a muerte, que en ese momento estabamos cantando en corrillos (porque cantábamos mucho en la cárcel), el jesuita se extrañó y preguntó:  «Y estos quienes son?» y el director de la cárcel le contestó: «Son los condenados a muerte». El jesuita exclamo: «¡Los condenados a muerte!» Se extrañó al encontrarnos cantando, porque sabía que se llevaban cada madrugada a unos cuantos para ser fusilados. Entonces tocó la corneta a formar, como cuando era una vista formal, y pasaron por delante de nosotros y cuando llegó a mi, que siempre he parecido mucho mas joven de lo que era, parecía un chiquillo de 15 años, aunque en ese momento tenia 20 o 21, se quedó parado ante mi como diciendo, aquí algo no cuadra, esta es una pieza que no encaja en este puzzle, y me dijo: «Muchacho ¿tú también estás condenado a muerte?» y le contesté: «Si señor, yo tengo dos penas de muerte». Me dijo: «¿Y porqué ríes, porqué cantas, porqué tienes esta luz en los ojos?» «Porque soy comunista», le respondí. Se quedó el señor parado, y no sabía que decir, » Pero eso no lo entiendo». «Mire usted, -le contesté- yo he sido profundamente católico, yo he sido secretario de la juventud católica antes de ser socialista y luego comunista; y se lo que es sangrar por mi rodilla haciendo penitencia, penitencia no se porqué, porque era un chiquillo y no había hecho nada; pero se lo que es, mis padres son católicos y yo tengo un gran respeto aunque estén equivocados, me gustaría que el equivocado fuese yo. Cuando se es católico, yo cuando lo era católico mi sacrificio no tendría importancia porque dejarse crucificar como Jesucristo en el Gólgota cuando sabia que al tercer día iba a resucitar de entre los muertos, no tiene importancia; la gente que moría en la época de los circos y de los césares sabiendo que les estaba esperando el Padre Eterno, eso no tiene importancia. Lo que sí tiene importancia es que, aunque estemos equivocados, creemos que no hay nada después de este mundo, y nos dejemos sacar todo: nuestros amores, nuestra esperanza, ¡todo! y lo entreguemos cantando por la felicidad de los demás. Eso sí que lo es.» Luego de este encuentro aquél jesuita me venia a visitar todos los domingos, y traía comida claro, y teníamos muchas charlas.

¿Se producían también en aquellas cárceles esos operativos que llaman «requisas»?

Claro.

Y en esas «requisas», ¿les secuestraban a ustedes materiales o valores de estudio que conservaban escondidos?

Nosotros trabajábamos y había «requisas». Como los guardianes tenían también mucha experiencia y la galería nada más tenía una entrada, entonces cuando los guardianes entraban y registraban de una manera anárquica era fácil escabullirte, disimular y tal. Pero entonces aprendieron a trabajar con chivatos que les informaban que estábamos trabajando o en reuniones, con papeles. Pero cuando llegaban no encontraban nada. Entonces ellos se colocaban en la cancela y en vez de entrar y cachear a diestro y siniestro, decían: «¡Con la ropa en la mano, desnudos, vayan saliendo!» Salías con la ropa en la mano y luego te vestías. Cuando ya estaba todo el mundo fuera y la galería estaba vacía entraban y registraban, nunca encontraban nada. ¿Cuál era nuestro secreto? Cuando estabamos trabajando con muchos papeles (que ya procurábamos que fueran papeles «blanditos», por llamarlos así), teníamos diez o quince compañeros que estaban «de servicio» que hacían lo siguiente: cuando se presentaba el guardián de repente y se alertaba «¡Que hay requisa!» entonces, la gente que no estaba «de servicio», se agolpaba contra la cancela para que los guardias no pudieran ver y empezaran cacheando a esa gente. Los diez o quince «de servicio» tapados un poco por ese muro de gente, empezaban a tragarse todos los papeles que habían, a comérselos, y venga a beber agua, y a beber agua, pues tenían a mano allí todos los botijos. Los guardianes se volvían locos. «Pero ¿cómo es posible? ¡Si nos han avisado y nos han dicho que estaban reunidos!» Es lo que te decía antes, ellos practicaban la filosofía de los haraganes.

¿Quienes eran los chivatos?

Los chivatos eran presos comunes o gente que se había derrotado. Pero nosotros fabricábamos nuestros propios chivatos también, sobretodo de cara a celdas, porque en celdas estaban los castigados, y llegar a celdas era muy difícil para llevarles algo de comer a los colegas. Nos interesaba tener «destinos» dentro del departamento de celdas. «Destinos» es gente que hace tareas, unos barrían, otros limpiaban el patio, y tener «destinos» en celdas para nosotros era fundamental, porque podíamos atender a los compañeros que estaban dentro. Así fabricábamos nuestros propios chivatos. Cogíamos a un compañero, le decíamos: Te tienes que sacrificar. Le metíamos un par de puñetazos, pero primero iba chivarse. Decía que en tal sitio había debajo de un petate no se qué. Llegaban los guardias y había, pero eran cosas que no involucraban a nadie, como un periódico, un libro, cualquier cosas que no implicaban a otros. Entonces ese ya iba como chivato, pero le pegábamos y le poníamos un ojo morado. Entonces iba a jefatura a quejarse: «Mire usted. Que me han pegado, que los comunistas me quien matar, que ellos saben». Y lo primero que hacían los guardianes cuando ocurría esto, era llevarlos al departamento de celdas para protegerlos. Así metíamos nosotros nuestros «destinos» allí. Como ellos tenían que limpiar, llevaban trozos de queso, de tocino, lo que hubiera, y por el ojo de buey se lo daban al compañero en la celda.

Grandes sacrificados los compañeros que se «chivaban».

Grandes sí, Porque imagínate cuando llevaban a algunos de estos compañeros «chivatos» al locutorio a comunicar con la familia tenían que atravesar el patio general y la gente les gritaba «¡hijo de puta!» y otros insultos. Cuando iba a salir en libertad teníamos que avisar que este compañero no era un chivato, por supuesto.

Los únicos que sabían realmente quienes eran estos chivatos eran los que estaban en las celdas de castigo.

Claro

La vida en una celda de castigo debía ser muy dura.

Sí, porque por la mañana te sacaban el petate, en la época en la que yo estuve castigado y echaban agua para que no pudieras tumbarte, y luego a las siete o a las ocho de la tarde te devolvían el petate.

De pie en la celda. . .

Sí. De pie, andando o sentado, sentado tampoco podías, porque estaba mojada la celda, pues tenías que estar de pie. Allí estabas cuarenta días o lo que fuera castigado. Yo era castigado siempre no por hacer nada, sino como rehén, porque yo logré en la cárcel ser un dirigente aceptado, logré imponerme como un dirigente legal, y otros compañeros también. Llegaba un momento que, como los guardianes sabían que esto era así, pues había siempre muchos palos y a celdas por cualquier cosa. Pero ya el director incluso te llamaba a veces y decía: «Se que van a hacer ustedes una huelga, y por favor si es por unas mantas yo les prometo que las mantas están aquí dentro de tres días».

¿Hacían huelgas? ¿Cómo eran?

Huelgas de hambre generalmente. Mira como será que una vez en celdas, estando castigado, (yo tenía incluso un reloj de pared, que eran unas rayas en la pared y el sol que entraba por un pequeño tragaluz, cuando llegaba a una determinada raya, señalaba que iba a llegar la comida porque pasabas hambre a montones y te ponías a pensar: «¡Ay si me tocara un trozo de tocino!» Porque servían caldo con algún trozo de patatas o nabos y algunos trozos de tocino que nunca te tocaban. Aquél día estaba yo esperando que el sol llegara a la raya y cuando llegó yo ya estaba salivando por la posibilidad de que me cayera un trozo de tocino y..¡ joder!, no uno, sino que me caen ¡dos trozos de tocino con el caldo! Pero cuando el guardián se echa hacia atrás para cerrar la puerta, levanta la cabeza uno de los presos que venía con la gaveta y me dice: «Hay huelga de hambre en el patio general» Y yo miré los dos trozos de tocino y volqué el plato, y el guardián dijo: «¿Por que hace usted eso? «Porque hay huelga de hambre en el patio general» le respondí. Y ahí estaba yo allí sin comer. (Risas) Sí, sí, de esas hay muchas. Recuerdo una vez que vinieron y me dijeron: «¿Usted es el del bicarbonato?» A esas cosas siempre había que decir que sí. «¿Qué tiene usted en el estómago, va a cagar tiza?» me dice el guardian. Y me dieron un bote con medio kilo aproximado de bicarbonato. Yo pensé que vendría una nota escondida. Empecé a hurgar, y de repente vi que empezaban a brillar, como pequeñas estrellitas, y lo que pasaba, era que debajo del bicarbonato venía azúcar. Así te buscaban las formas más inverosímiles para hacerte llegar las cosas.

El azúcar que debía ser un manjar. . .

¡Hombre! En aquella época te venía un kilo de azúcar ¡y no veas¡

 

 

 

 

 

 

MARCOS ANA 1 (3)

 

Veo que protegían a los que estaban en la celda casi más que a los que estaban en la galería. ¿Cuánto tiempo se podía estar en una celda de castigo?

Pues según los casos. Yo estuve mucho tiempo y salí de una manera muy especial. Eso, cuando lo cuentas es tremendo. Yo estaba en la celda aislado por la Dirección General de Prisiones, no por la cárcel, y cada vez que iban los compañeros o incluso médicos que teníamos en la prisión, que trabajaban en la enfermería y decían que me encontraba delicado, el director respondía que no era cosa suya, que yo estaba aislado por la Dirección General de Prisiones. Si estuviera enfermo tendría una razón para sacarme. Entonces, los compañeros fueron a la sala de tuberculosos. En la enfermería había una sala que llamaban el «Palomar», que estaba en lo alto de una enfermería pequeña que había allí, y eran tuberculosos, pero bacilíferos.Entonces cogieron esputos de un bacilífero y al médico oficial de la cárcel le dijeron: «Vamos a hacerle a Fernando (que es mi nombre) un análisis si le parece bien pues lleva mucho tiempo aislado y se queja del pecho». Entonces pusieron los esputos en el tubito y salieron. Yo ya era tuberculoso bacilífero. Me sacaron, hablaron con el director y me llevaron al «Palomar». Fíjate que no se cómo no morí, porque estuve viviendo lo menos dos años con quince enfermos de tuberculosis bacilífera, estuve comiendo de sus sobras ¡y no me paso nada! Era muy interesante porque de ahí yo ya podía salir al patio de enfermería y tener contacto con los compañeros y podían pasar a verme.

Qué increíble, convivir con quince tuberculosos. . .

¡Y bacilíferos! Que los otros tuberculosos estaban en otro departamento. Fíjate, yo con veinte o veintiún años, comiéndome las sobras que dejaban ellos.

Burgos ya era como un estado.

Sí, la vida allí estaba muy organizada.

¿ Tenían noticias del exterior?

Teníamos incluso una comisión de información, con traductores que nos traducían todo lo que llegaba de fuera. Aquello era un mundo.

¿Has llegado a tener radio?

En mi época no. Después sí. Se escuchaba Radio España Independiente. Pero teníamos otras cosa. Con gelatina, por ejemplo, improvisamos una especie de pequeña imprenta. Se hacían cien copias por lo menos con ese sistema.

¿Los informes del Partido los reimprimían ahí con esa gelatina?

Sí, sí, había toda una vida política y estaba la gente organizada. En Burgos ya eran grupos, en Porlier era una cadena, tu conocías la parte inferior y la superior. Había un material y tú lo recibías de uno y se lo entregabas a otro, no conocías a nadie más.

¿Se discutían en la cárceles los cambios de línea que se iban dando en el Partido?

Sí, claro. Todo se discutía en la cárcel. Estabamos en general más informados que la gente de fuera. Porque fuera, los que estaban en el aparato clandestino sí. Pero el resto de gente no tenía la posibilidad de discutir las cosas.

¿Tenían ustedes abogados defensores o alguna asistencia letrada?

No. Las sentencias venían designadas por el Estado, y lo más que pedían era clemencia.(risas)

¿Pudieron estudiar alguna carrera dentro de la cárcel?

En Burgos hubo gente que hizo en la última época algunas carreritas.

Tú saliste con tu nombre, Marcos Ana es el literario.

 

 

 

MARCOS ANA 8 (1)

 

Claro, el nombre de mi padre y de mi madre. Marcos era el nombre de mi padre que mataron, y Ana el de mi madre. Yo me acuerdo que al salir de la cárcel, no conocían quien era Marcos Ana, no lo sabía nadie, ni siquiera los presos, salvo pocos, compañeros del Partido nada más. Cuando salí, empecé a hablar por Radio París, y ahí se enteraron los guardianes y decían: ¡»Joder, y yo que siempre lo veía con un montón de libros por el patio!»

¿Tus poemas ya estaban fuera antes de salir en libertad?

Claro, incluso hay una leyenda que dice que Alberti había adoptado la figura de un preso con unas condiciones muy especiales, haber entrado a los dieciocho años en la cárcel, llevar ya veintitantos años encarcelado.

Un heterónimo, como si fuera alguien inventado.

Sí. Pero cuando yo salí en libertad paré como un mes en casa de mi hermano. Mi hermano había sido policía durante la guerra, y resulta que un íntimo amigo suyo que era policía también, era un tipo de la quinta columna, y que se descubrió cuando entraron las tropas nacionales y tal. Pero con mi hermano tuvo siempre una actitud muy buena, hasta tal punto que lo sacó de un campo de concentración. Tenían mucha amistad y relaciones. Cuando yo salí, fui a casa de mi hermano. Tojo se llamaba este policía, que ya era inspector entonces, y le dijo: «Dile a tu hermano que tenga cuidado que lo están vigilando, que en el bar de enfrente de tu casa hay dos policías que le están siguiendo«. No porque supieran quien era Marcos Ana, sino porque en la cárcel yo ya era una persona conocida, un dirigente.

 

 

 

MARCOS ANA 8 (2)

Le avisó a tu hermano que te seguían.

Sí. Yo me pasaba por aquel bar a tomar algo, y veía allí dos tipos que jugaba al dominó, y que cuando yo salía pues me seguían. Como yo estaba esperando al aparato clandestino, hacía una vida completamente normal, me iba a ver escaparates, me metía en un cine. A los ocho, diez días, estos se quedaban jugando al dominó y ni me seguían siquiera. Le contó Tojo a mi hermano –riéndose- que la Dirección General de Seguridad llamó a esta pareja de policías y les preguntaron: «¿Qué saben ustedes de nuestro preso?» «No, nada, está haciendo una vida normal, completamente normal» respondieron los guardianes. «Sí, y tan normal, que anoche habló por radio París, y además es Marcos Ana«, le contestaron desde la DGS. (carcajadas). En aquel entonces se escuchaba mucho Radio París.

Qué bien el policía dando la información a tu hermano ¿no?

Sí, es que eran muy amigos. Trabajó en la quinta columna en la guerra, luego fue una especie de inspector general. Mi hermano estuvo preso conmigo en Alicante y a él lo sacó.

Saliste de la cárcel en el 62, ¿te acuerdas el día?

Sí, el 17 de noviembre.

¿ Y cuando saliste a la calle?

Ahí vinieron mis problemas. La gente me pregunta a veces que es lo más difícil, los años de cárcel, la separación de la familia, la pena de muerte, la tortura. y lo más difícil para mi fue la libertad, porque yo en la cárcel sabía vivir, era como una piedra más de la cárcel. Lo difícil para mi era vivir a los 41 años. Tenía conciencia de ser un ser adulto pero vivía a tientas como un joven que está experimentando la vida. Para mi lo más difícil fue eso, los ojos se me pusieron rojos completamente. En la cárcel el nervio óptico iba perdiendo facultades porque siempre tenías enfrente los muros, o el cielo, donde no había puntos de referencia. Cuando yo salí en libertad, recuerdo que una de las cosas más difíciles, era salir a campo abierto, mientras estaba en una habitación o en la ciudad que tenía edificios delante sí, pero cuando salía a campo abierto me mareaba durante mucho tiempo. Para mi el proceso de adaptación era hermoso también porque ibas conociendo cosas, pero fue lo más duro.

¿Te acuerdas de Papillón, que cuando da el quinto paso fuera de la celda, cae al suelo? ¿Es esa la sencación?

Sí, es verdad. Yo recuerdo cuando salí, mi familia me estaba esperando en Burgos con un taxi y cada diez kilómetros o así teníamos que parar porque devolvía, no estaba acostumbrado a los vehículos. Mareado y devolviendo cada dos por tres. Fue muy difícil el proceso de adaptación. Y esto es en el sentido físico, luego está el de las relaciones humanas, esas cosas que yo he contado, el problema para escribir mis libros, el problema con la mujeres, la situación que yo tenía para mí. Era un hombre de 41 años pero con la condición de un chico que no había vivido. Yo entré en la cárcel vírgen y mártir. Todo eso fueron para mí situaciones muy difíciles, muy difíciles. La adaptación fue lo más dificil para mi.

 

 

 

MARCOS ANA 8

Lo más difícil fue la libertad.

La buena acogida que yo tuve era por lo que uno representaba, no por el valor intrínseco de uno mismo, aunque claro, también jugaba cierto carisma por que otros compañeros que también habían salido en libertad, con tantos años como yo, o unos pocos menos, han hecho giras y tal, pero no quedaba eso, lo mío no se por que, sería que era poeta también, no sé.

¿Cúando empiezas a escribir poesía?

En la cárcel, porque en ese tiempo que estaba en celdas los compañeros me metían cosas en el petate. Como el petate te lo quitaban por la mañana y te lo devolvían por la noche, nuestros chivatos aprovechaban y nos escondían cosas en el petate, periódicos, etc. y lo arrugaban bien para que no sonara. Y una vez me trajeron unas cuantas hojas arrancadas de un libro de poemas de Rafael Alberti. Bueno, aquello lo leí mil veces y me creó un clima especial y yo empecé a escribir con un pequeño lapicero que tenía allí. Escribía en papel higiénico que te mandaba la familia o con papel del periódico «Redención» que era el periódico oficial de la prisión. Yo escribía para entretenerme, y cuando salí fuera, que habían buenos poetas entre ellos José Luis Gallego que creo que ha sido uno de los que ha escrito los poemas más estremecedores de la cárcel (estaba ciego), y ahora ha muerto ya. Cuando lo vio me dijo que esto era muy interesante y así empecé a trabajar con este amigo, hicimos la tertulia. y yo saqué mis primeros poemas, como quien tira una botella a la mar, a través de la familia que me venía a visitar. Un día, en uno de los paquetes que nos pasaba las familias clandestinamente, con libros y algunas cosas, pues venía un pequeño librito con unos diez o doce poemas, que se titulaba «poemas de la prisión», de Mexico, donde habían poemas míos. y yo me quedé asombrado.

¿Ahí te sentiste más poeta?

No, porque como yo era sobre todo un militante, creía que era un arma más para luchar por nuestra libertad, entonces ya seguí escribiendo, y claro, te creas un ambiente. Además la tertulia aquella duró mucho porque discutíamos cosas, nos criticábamos los trabajos…

O sea que el Partido empezó a editar los poemas cuando tú todavía estabas en la cárcel.

No, el Partido nunca editó nada mío. Lo editaba la gente desde el extranjero, yo casi nunca pasé por editoriales, salvo algún libro que se hizo aquí «La soledad del muro». Pero lo hacían siempre los comités de solidaridad, como una pieza más. En Francia hay editoriales bilingües, como hizo Seguer con la editorial Seguer, y en Holanda también. Pero yo en general, de mi vida editorial no me preocupaba para nada. Cuando yo llegaba a un sitio, como cuando llegué a Argentina, me publicaron una cosita y en Brasil hicieron un libro que se llamaba «Traigo una voz encarcelada». Así eran los libros.

Escribiste bastante, y después te entró el gustillo ¿no?

Sí, sí, yo escribí mucho, como ciento cincuenta poemas.

¿Están todos publicados?

No todos, hay algunos inéditos. Ahora estoy trabajando aquí con unas compañeras que me están preparando los archivos, porque tengo todas esas cajas que hay ahí, son periódicos de todos los sitios por donde he pasado, y estamos archivándolos. (Enseña los archivos y comenta el material) Te voy a dar uno de estos, que tiene una carta inédita que se llama «Carta a los amigos de América Latina». Me interesa, porque revisándolo ahora, me encuentro con nombres perdidos en la memoria. Tú sabes que en algunos sitios me recibían los parlamentos, en Chile, en Uruguay. En Argentina había una situación distinta, pero estaba el Luna Park, que fue fantástico, en Cuba, en los países escandinavos por ejemplo, era extraordinario. En Inglaterra tuve una anécdota muy bonita, y es que cuando fui allí, tenía de interprete a un antiguo brigadista que era profesor de español en Londres. El hombre había estado aquí en la guerra de España, en Jarama, iba cojeando y además estaba muy mal físicamente, pero hablaba perfectamente el español. Parecía que era mi abuelo y ya ves, tendría menos años que yo seguramente. El me acompañaba, y cuando llegamos al parlamento, salió uno de protocolo y dijo: «Ahora están interviniendo, cuando haya un receso, entrará usted y estará veinte minutos» Que los ingleses para eso son muy organizados. Cuando sale el de protocolo y dice que pase, yo, que soy muy nervioso, pasé muy deprisa y él con su bastoncillo pasó detrás de mi. Me chocó que, cuando yo entro allí, observo que la gente está sin moverse, pensé: «¡qué frialdad hay aquí!» y cuando aparece el intérprete con el bastón, empieza la gente a ponerse en pie y a aplaudir, claro porque por lógica visual, Marcos Ana tenía que ser aquel y no yo. (Risas) La cabeza de un inglés no podia entender que un hombre con veintitrés años de prisión, torturado, con pena de muerte… ¡pues tenía que ser el otro! Él representaba mejor el papel que yo. Tuvo que decir: «¡No, Marcos Ana es él!» Pero lo más bonito aquí, porque también guardo los periódicos contrarios, es decir lo que publicaba aquí la prensa sobre mi, sobre el asesino Marcos Ana, y cuando me recibió la reina madre de Bélgica, aquí publicaron un articulo en el ABC que todavía conservo, un artículo que se titulaba «El asesino y la anciana dama«, criticando el recibimiento de la reina madre. Fue muy bonita aquella entrevista porque yo le dije: «Mire majestad, vengo a darle las gracias por lo que ha hecho por nosotros«. Porque ella firmó un documento a favor de la amnistía de los presos, y lo pasó clandestinamente a la cárcel. Tenía muchos problemas con la corona, porque era una mujer muy independiente. Le dije: «Mire majestad, yo vengo a ofrecerle la gratitud de los presos políticos, yo no quiero que esto suponga ningún problema para usted, esto es una visita absolutamente privada». Tenía de interprete a un ruso que había estado en las Brigadas Internacionales, que era su médico. Entonces ella tocó un timbre, salió uno y dijo: poet«Dígale a los medios de comunicación (me iba traduciendo el otro) que acabo de recibir al  Marcos Ana«. Luego la reina me dice: «Yo siempre he hecho lo que me ha dado la gana, y ya soy muy vieja para cambiar». Le conté la emoción que había sido para nosotros recibir aquel escrito firmado por ella pidiendo la amnistía de los presos políticos. Me preguntó qué habíamos hecho nosotros en esa ocasión. Yo le respondí: «Pues mire, majestad, esa noche, tres mil presos políticos, tres mil presos republicanos, brindamos por una reina.» (risas). Ella estaba muy orgullosa. Tenía un retrato de Mao Tse Tung. Era un personaje muy interesante.

Ya en libertad, en época de transición, ¿se han vuelto a encontrar los compañeros presos?

Claro, hay una asociación de presos políticos. En cada ciudad hay una asociación de presos. Se han planteado luchas por sus reivindicaciones, los represaliados han conseguido una indemnización ridícula, porque el preso que más ha cobrado he sido yo, que cobré dos millones cuatrocientas mil pesetas. Así como en Portugal dieron un millón por año de cárcel. Aquí hicieron una cosa los socialistas, en la época de los socialistas, cuando te hablo de los socialistas te hablo de determinados socialistas, porque siguen siendo para mí una opción imprescindible para una unidad de la izquierda, pero quiero decir, la política de la dirección socialista. Hasta tal punto que yo personalmente fui acompañado de otros presos, a ver al PP a pedirles que votasen una indemnización digna para los presos políticos por lo que habíamos pasado, y les llevamos la propuesta de Izquierda Unida que no era un millón por año, que nos parecía que no iban a aceptarlo, sino seiscientas cincuenta mil por año. y el PP nos dijo: «Mirad, no podemos firmar esto afirmativamente porque tenemos mucho problemas internos, pero lo tenéis resuelto porque que nos vanos vamos a abstener, y tenéis mayoría. Nosotros os prometemos nos  vamos a abstener». Fuimos a los socialistas y sacaron allí una cosa que era: por los primeros tres años de prisión, un millón de pesetas, y luego por cada trienio doscientas mil.

Se pusieron más a la derecha que el PP

Fíjate que hicieron una exclusión que era abominable, porque los que no tenían más de 65 años en el momento en que promulgaron el decreto, no cobraban nada. ¿ y sabes por qué? Porque los que no tenían 65 años en el año 80, no era gente de la guerra, era gente ilegal. Gente del trabajo ilegal, y la gente del trabajo ilegal eran comunistas. Hasta esa pobreza llegaron. Para vergüenza de ellos, las comunidades autónomas donde está el PP, como aquí en Madrid, están reciclando las cosas para que aquellos presos que se quedaron excluidos, también perciban su parte. En Barcelona, Convergencia también lo está haciendo. Es increíble, lo que podían haber hecho los socialistas en doce años de gobierno…

Si se levantara Pablo Iglesias, se tiraría de los pelos.

Sí, como decía Carrillo, cuando cumplieron los cien años, ellos decían: «Cien años de lucha y honradez» y Carrillo dijo: «Sí, pero con cuarenta de vacaciones». (Risas)

¿Cúantos hijos tienes?

Uno.. Vive conmigo, es medio africano. Todas las vacaciones se las pasa en África. El trabaja de cámara en un canal de televisión . Ya tiene 37 años. Ya ves, me hicieron padre nada más salir. (Risas) Sí, eso dice ella… ahora estamos separados, vivía en Francia, pero ahora le hemos encontrado un piso aquí para que esté cerca de su hijo y pueda venir cuando quiera. Pero fue una separación muy civilizada, somos muy amigos, si yo voy a París voy a su casa y antes si ella venía aquí dormía en este sofá. Ahora se pasa cuatro o cinco meses en Francia, luego viene y así.

¿Es española?

Sí, es de los niños pequeños de la guerra que salieron para el extranjero. Mi hijo está siempre en Africa y fíjate como tiene esto, que parece el cuarto de los horrores. (Marcos nos muestra una habitación llena de figuras e íconos africanos. Vemos también varias ilustraciones en las paredes de su cuarto)

¿Y estos cuadros?

Este es un poema que me dedicó Alberti. «Para Marcos Ana con admiración y cariño» Y esto es de Picasso. Es una litografía, no es un original, porque cuando yo salí el original ya se había vendido. Es un cuadro que hizo por la libertad de los presos políticos. Picasso me regaló varias que fui dando a la gente que más había destacado en la lucha por nosotros. Llevé uno a la reina madre de Bélgica, uno a Neni en Italia, que era secretario del comité de solidariad con los presos, le di una Neruda, a Alberti… en fin, repartí una cuantas litografías de Picasso

Desde esta distancia, en este momento del mundo que es tan conflictivo, incluso hasta confuso, ¿qué le dirías a los jóvenes hoy?

Les diría que a pesar de que la situación aparentemente es adversa, las ideas no se pueden aplastar ni con olvido ni con las culatas de los fusiles, las ideas permanecen. Y que esta no es una sociedad justa, queremos una sociedad distinta, donde podamos vivir una nueva primavera del mundo, donde el sol salga y caliente para todos, sin estas desigualdades, sin estas injusticias que estamos viviendo en nuestro tiempo, una sociedad en paz en la que no tengamos que estar siempre bajo la amenaza de la guerra donde los jóvenes tienen que ir a matar y a morir por ideales que no son los suyos. Que tengan fe. Que la única manera de conseguir esa sociedad a la que aspiramos es luchando por ella, teniendo esperanzas en ella, no cayendo en la metafísica de la desesperanza porque eso es lo peor que pueda haber para nosotros. y sobre todo que yo confío en la juventud porque ellos son el futuro. Todo va a depender de estas generaciones. Yo creo que todo es un problema de ciclos, que viviremos otras épocas más favorables y ellos, lo que tienen que hacer, es luchar por abrir los caminos y por abrir las esperanzas.
MARCOS ANA carta a la juventud

Comments are closed.