Julio Strassera

JULIO STRASSERA NUEVO

El día 23 de marzo de 2006 fue leído en cada una de las escuelas de la capital el siguiente texto enviado por la Secretaría de Educación de la Ciudad, en el marco de la conmemoración del 30º aniversario del último golpe militar en el país.

«DÍA NACIONAL POR LA MEMORIA, LA VERDAD Y LA JUSTICIA»

«Mañana se conmemora en Argentina el 30° aniversario del golpe de Estado de 1976. Ese golpe instauró en nuestro país una nueva forma de Estado: un Estado que en lugar de usar su poder para proteger y promover los derechos de las personas, lo usó contra las personas, en forma sistemática y planificada. El asesinato, la desaparición forzada de personas, la tortura, el secuestro y la sustitución de identidad, fueron parte de un sistema planificado de represión. Algunos apoyaron ese sistema, otros buscaron justificaciones del horror, otros trataron de no ver, muchos sólo pudieron callar y muchos otros resistieron, y lucharon para restablecer la plena vigencia de los derechos humanos en nuestro país.

Desde que se recuperó la democracia, se ha seguido luchando por la verdad y la justicia. El Juicio en 1985 a las Juntas Militares fue un importantísimo avance en ese sentido. Después del Juicio, durante muchos años las leyes de impunidad y los indultos restringieron la justicia. Pero esta situación finalmente cambió: tuvimos la derogación por parte del Congreso de las leyes de impunidad, y luego la nulidad de las leyes. Hoy, a treinta años del Golpe, la sociedad sostiene el derecho a la búsqueda de la verdad sobre lo sucedido en los años de la dictadura, y reclama justicia por los crímenes cometidos.

Nuestro país ha logrado, con dificultades y con dolor, pero también con voluntad y con persistencia, que se hable de las personas muertas o desaparecidas por la dictadura, que algunos espacios donde funcionaron centros clandestinos de desaparición y tortura se vuelvan públicos y se recuperen para la memoria, que se reclame el juicio y castigo a los culpables de la violencia ejercida por el Estado.

Hay personas a las que les molesta que se hable de estas cosas. Dicen que son cosas del pasado, y que sólo deberíamos mirar hacia el futuro. Nosotros pensamos que es necesario oponernos con todas nuestras fuerzas al olvido. Por eso, del Golpe no hablaremos sólo hoy: durante el año habrá muchos eventos y situaciones para construir memoria. Cada uno de ellos permitirá que ustedes conozcan los reclamos por verdad y justicia encabezados por los organismos de derechos humanos, que participen del rechazo a la violencia del Estado sobre la población, que aprendan que los derechos humanos se vulneran todavía hoy, cuando las personas sufren diversas formas de exclusión, de indignidad y de muerte.

La escuela pública está comprometida a construir memoria, a seguir trabajando para que nuestro país garantice una vida mejor para todos, y a lograr que ustedes aprendan a sumarse a todos los que buscamos un país mejor, con verdad, con justicia, con dignidad y con igualdad. »

 

Esta entrevista la realicé el 3 de marzo de 2006 al fiscal del juicio a los Comandantes en Jefe de la Junta Militar de la Argentina.

«EL JUICIO A LOS COMANDANTES FUE SUPERIOR AL JUICIO DE NÜREMBERG»

El 24 de marzo de 1976, usted era…

Secretario de juzgado. Ese era mi trabajo en Tribunales. Me presenté por la mañana pero no pude entrar. Dos o tres días después habilitaron los tribunales de nuevo y ya todo funcionaba. Fue un golpe esperado, esperado y no rechazado por la población. El gobierno de la señora Isabel Martínez de Perón, era un desastre: con López Rega como ministro, con la Triple A, es decir esa Alianza Anticomunista Argentina que mataba gente. En fin…

¿A qué serie de causas atribuye usted esta actividad de este tipo insurreccional?

Hay causas… los golpistas y los golpes siempre estuvieron asociados a una determinada política económica y apoyada por los propios militares. Pero, de todas maneras, yo creo que fundamentalmente, si el gobierno no hubiera sido tan desastroso, no hubiera justificado el golpe. Yo no estaba de acuerdo con el golpe, por una serie de razones: porque venían elecciones, más o menos próximas y las iban a perder, ¡las iban a perder! La gente estaba harta.

¿Eso significa que el golpe tenía una doble cara, en el fondo también era impedir el triunfo de otra fuerza cívica, de otro grupo cívico, de otro partido… que también los afectaba?

Sí que los afectaba, evidentemente. Era un golpe de tipo conservador que ya estaba superado en la Argentina, hacía rato.

Existe una dicotomía y una coincidencia al mismo tiempo y es que, cuando se formula el punto de vista ideológico del golpe se afirma que se da para implementar un determinado un plan económico, un plan económico que aumentaría la dependencia del país. Y nos encontramos, también que en los años noventa, un gobierno elegido democráticamente, aplica un plan económico de total entrega del país, incluso más profundo y más corrupto que los anteriores gobiernos golpistas. ¿Cómo se explica esto?

Hay que preguntarse si se pudiese implementar un plan dependiente sin pasar por el golpe. ¿Y eso, quiénes lo podían hacer? Hoy no se puede gobernar así en el peronismo.

¿Incluso ahora?

Incluso ahora.

Hay quienes opinan que se tiende a superar el peronismo convencional, el peronismo ortodoxo, el llamado, peronismo histórico….

Sí, sí. Pero son los mismos métodos. Las formas de ejercer el poder de los peronistas es la misma: acumular poder. No les interesa lo demás.

¿Y cuándo no están en el poder?

Al presidente Alfonsín lo volvieron loco, jamás acompañaron. Ellos destruyen directamente.

¿Es democrático el peronismo?

Creo que no es democrático.

¿Pero, le reitero, en círculos políticos, distintos analistas, hablan de una especie de licuación de la ideología peronista, de su comportamiento, sus acciones, incluso de un cambio dentro del movimiento obrero peronista?

No, lo creo. Se les ha muerto un líder. Es decir, para mí es un mito. Esto es un mito cuasi religioso.

¿Es un mito el peronismo?

Yo creo que es un mito.

Entonces, ¿usted no cree que tiende a desaparecer?

No en este momento. Hay fracciones entre ellos, pero llega un momento en que se juntan todos, como están ahora, igual que ahora: en la dicotomía DuhaldeKirchner. Ahora son todos kirschneristas. Antes había movimiento duhaldista, ahora el duhaldismo vota en el congreso al lado del kirchnerismo. Yo quería que terminara lo más rápido posible, porque yo he sido decidido opositor, yo he sido un antiperonista toda mi vida.

¿El antiperonismo puede ser también una ideología?

Creo que si, creo que sí. Que se está superando un poco pero… no del todo.

¿Usted no ve el fin del peronismo, ni con este presidente?

No, no lo veo. Porque este presidente hoy tiene un enorme apoyo popular inclusive.

Más allá del peronismo en este caso, ¿como se dio el fenómeno de 1983 del triunfo de Alfonsín?.

Fue un triunfo, si, pero no lo dejaron gobernar. El peronismo le realizo trece paros generales a Alfonsín presidente. Lo minaron directamente, lo minaron. Ahora cada uno cuida su terrenito y quieren tener su terreno

Pero nos encontramos ahora con un presidente peronista que toma la defensa de los derechos humanos en el centro de su política. Esto no se había conocido en ningún dirigente del, digamos, peronismo clásico. ¿No cree usted que este es un hecho inédito en la historia reciente de este país?

Pero es que hoy no se puede no defender los derechos humanos, hoy es imposible. Es lo mismo que si en España saliera la Reina a defender la Inquisición. Hoy no se puede. Hoy, yo creo, que no hay movimiento español, -aún el más pro fascista-, que no diga, por lo menos, que defiende los derechos humanos.

¿Cómo llegó usted a ser fiscal en el juicio a los Comandantes que fue, sin duda, un caso único y extraordinario en el mundo?

Yo había sido fiscal de primera instancia en lo federal. Como yo no le convenía al gobierno, porque mis dictámenes eran normalmente, en algunos casos, contrarios al gobierno, no me echaron… ¡me ascendieron! Entonces me sacaron de fiscal y me nombraron como Juez de sentencia, pero en el fuero ordinario.

Se refiere al gobierno de la dictadura, ¿no?

Sí, era en plena dictadura…. Claro, me hizo juez, pero me sacó del juzgado federal y me metió al fuero ordinario, a condenar ladrones de gallinas, Cuando se produce el movimiento democrático, cuando vuelve la democracia, me ofrecen ser titular de la fiscalía de cámara, y acepté. Pero en ese momento yo no tenía ni idea que tenía que afrontar ese juicio.

¿La opinión pública no tenía ni idea que los comandantes iban a ser enjuiciados?

No, no.

¿Fue una decisión personal?

Esa fue una decisión de Alfonsín, una decisión única.

¿Fue una decisión de Alfonsín de anular la amnistía que se habían dado los militares?

Exacto, la auto-amnistía. Alfonsín es el símbolo de la democracia más seria en los últimos cien años del país. No nos engañemos.

¿Cuando usted llegó a la sala del juicio, consideró estar viviendo un Nüremberg argentino?

No, fue superior. Fíjese: el juicio de Nüremberg fue criticado nada menos que por el gran jurista español que fue Jiménez de Asúa, y él, de fascista, no tenía nada. Fue presidente de las cortes de la República. Pero, refiriéndose a Nüremberg dijo de todo: que era el tribunal del vencedor, aplicación retroactiva de la ley penal, etc. Acá no, acá se los juzgó por el código penal vigente en el país desde 1922 y aplicándose el principio de la ley más benigna, y los juzgó, no un tribunal del vencedor, ni un tribunal especial, los juzgó un tribunal que tenía 100 anos de existencia en el país.

Entonces ¿usted considera que el ex presidente Alfonsín fue el determinante de que este juicio se celebrase?

Exacto.

¿Por qué, teniendo ese poder tan inmenso, el de haber podido poner en el banquillo de los acusados, a los comandantes supremos de la peor dictadura argentina, al poco tiempo pierde todo esa fuerza y su gobierno y su política comienzan a debilitarse?

Recuerde que Alfonsín tuvo dos levantamientos militares. Se vio necesitado de dictar esas dos leyes, la del punto final y obediencia debida, que eran vitales después de dos tentativas de golpe, con una democracia frágil.

¿Usted coincide con Alfonsín, que esas dos leyes se dictaron para “salvar a la democracia”?

Sí, estoy absolutamente de acuerdo, era lo único que se podía hacer en ese momento.

Entonces, para usted, ¿aquellos que observan críticamente esas dos leyes debilitan la democracia?

Exactamente. Critican esas dos leyes, les convienen criticarlas, que es distinto, porque quedan bien. ¡Vamos a ver qué hubieran hecho ellos estando en el poder! También nos encontramos con una iglesia en contra, la peor, la peor iglesia de América Latina, La iglesia más reaccionaria, salvo honrosísimas excepciones, como monseñor Miguel Hesayne. Vicente Zaspe, De Nevares, como Angelelli. Pero contados con los dedos de una mano. La curia estaba en manos de lo más reaccionario. No era como la iglesia chilena, por ejemplo, o como la iglesia brasileña.

¿Los descendientes de Caggiano?

Exactamente.

Usted señala que al darse el golpe existió una especie de complicidad cívica, marcada por una cierta indiferencia…

Así es. Absolutamente indiferente.

Sin embargo, esa misma opinión pública que, frente a la represión de la dictadura decía “»en algo andarán”» refiriéndose a las víctimas, que no se opuso al golpe e incluso manifestó casi su apoyo, ocho años después respaldó firmemente el juicio y castigo a los comandantes. ¿Dónde está el punto de inflexión de ese cambio? ¿Fue la guerra de las Malvinas el desencadenante de esta situación?

Digo, y lo dice mucha gente, que tenemos democracia gracias a Margaret Teatcher. Las Malvinas determinaron el fin de la dictadura. Ya era imposible sostenerla.

Es una afirmación que algunos cuestionan, otros no. Aquello fue una aventura, porque si hubieran ganado la guerra de Malvinas los tenemos hoy, ¡hoy todavía!. Las Malvinas son una viejísima reivindicación como el Peñón de Gibraltar para España. Pero con una diferencia. En una de mis visitas a España hablando sobre las Malvinas y el Peñón y haciendo una relación entre ambos, me respondieron: “Sí, es un asunto parecido, pero nosotros no vamos a hacer una guerra para recuperar el Peñón.

¿Hay un cierto sentido de militarismo en la sociedad argentina?

Durante mucho tiempo ahora ya no creo que seamos militaristas.

¿Nacionalistas..?

El nacionalismo como doctrina es sumamente peligroso y ha dado lugar a las peores guerras, a las peores matanzas, a los peores genocidios. La mejor definición de nacionalismo que tengo es de del historiador inglés: “El nacionalismo es el agrio fermento del vino nuevo en los odres viejos del triunfalismo”.

¿Por qué llegaron las Fuerzas Armadas a tal grado de crueldad, a tanto salvajismo?

Esto es lo que no podemos comprender, yo no lo puedo comprender. Esto lo puede explicar mejor un sociólogo que un jurista, porque cuando se dio el golpe, todo el mundo estaba convencido de que era uno de los tantos golpes a los que estábamos acostumbrados, que habría presos políticos, cierre del Congreso de la Nación, etc. Pero que hubiera una matanza sistemática… …Es cierto que había un movimiento guerrillero importante y que cometió atrocidades. Si me dicen que soy partidario de la “teoría de los dos demonios”, sí, señor, soy partidario de la teoría de los dos demonios”. Eran dos demonios. Lo único grave de todo esto es que el terrorismo de estado es cualitativamente más grave.

¿Usted les preguntó a los comandantes porqué habían llegado a tanto?

Ellos se negaron a declarar.

¿Ellos conocían toda la verdad?

No sólo la conocían, ¡la ordenaron ellos! Está en la sentencia que dice que ordenaron un plan criminal.

¿Lo de la dictadura fue genocidio?

Creo que no. Más allá de que en España, por ejemplo, lo califiquen como genocidio. Yo lo he discutido con Garzón varias veces. Si usted ve la definición de genocidio en la Convención Internacional, leerá que genocidio es “la persecución de un grupo racial étnico-religioso” como tal”. Lo que sucedió en Argentina no lo fue. Esto fue la desaparición de un grupo político u opositor. Ni siquiera político, porque, entonces, se hubiera perseguido a los socialistas, a los radicales…No, se persiguió a cualquiera que se les opusiera.

¿Hubieran acabo hoy, los comandantes, frente al Tribunal Internacional de La Haya?

Por lo menos se los hubiera denunciado ahí, pero…

¿Qué opina sobre la solicitud de extradición de algún represor,  se puede aceptar jurídicamente una extradición?

El principio del poder del derecho penal internacional es este: “Señor júzguelo, si usted no lo juzga lo juzgo yo”. Los Estados tienden a negar la extradición, pero entonces tienen que someterlo a juzgamiento. Yo declaré en el juicio a Scillingo en España.

¿Cree que en el ámbito nacional ya se juzgó a todos los que se tenían que juzgar?

Sí. Todavía se están juzgando todavía a algunos hechos.

¿Sentó precedentes jurídicos el juicio a los comandantes?

Es importantísimo, es un juicio único en el mundo, no sólo en el país, ¡es único en el mundo! Algunos dicen que el juicio que se hizo en Argentina es parecido a los que se hicieron a los coroneles griegos pero ellos fueron juzgados, no por violación a los derechos humanos; fueron condenados por traición a la patria y juzgados por un jurado militar. Acá se los juzgó con el código penal por delitos comunes, y por un tribunal civil. Es lo más importante que tuvo el pueblo. Yo juzgo su historia. Hasta ahora, no hay nada como ese juicio, nada. Más allá de que nosotros lo hallamos protagonizado.

Sin embargo, ¿puede haber marcha atrás?

Yo no creo que haya marcha atrás, sobretodo en América Latina, porque a los Estados Unidos ya no le interesan las dictaduras. Esta es una realidad. El golpe de estado en Chile lo armó Kissinger, él lo ha confesado. Pero ya no les interesa, prefieren otro tipo de dominación. Y no a través de dictaduras que les ha traído un descrédito tremendo.

¿Seguimos, entonces, en un estado de dependencia con relación a los Estados Unidos?

Sin ninguna duda.

“Democracia nos conviene y democracia hay…”

Democracia hay.

En definitiva, ¿el fin de la dictadura no produjo ruptura la dependencia?

No hay una gran ruptura. Pero, poco a poco se va logrando algo. En Argentina de hoy, y pese a que yo no soy kirchnerista, el Presidente se plantó frente al Fondo y dijo basta, acá se acabó. Y esto… bueno, esto es importante.

JULIO STRASSERA Y LOS COMANDANTES

http://www.nuncamas.org/

Discurso final del Fiscal Strassera en el juicio a los comandantes en 1985

Señores Jueces:

Este proceso ha significado, para quienes hemos tenido el doloroso privilegio de conocerlo íntimamente, una suerte de des-censo a zonas tenebrosas del alma humana, donde la miseria, la abyección y el horror registran profundidades difíciles de imagi-nar antes y de comprender después.

Dante Alighieri -en La Divina Come¬dia- reservaba el séptimo círculo del infierno para los violentos: para todos aquellos que hicieran un daño a los demás mediante la fuerza. Y dentro de ese mismo recinto, sumergía en un río de sangre hir¬viente y nauseabunda a cierto género de condenados, así descriptos por el poeta: «Estos son los tiranos que vivieron de san¬gre y de rapiña. Aquí se lloran sus despia¬dadas faltas».

Yo no vengo ahora a propiciar tan tre¬menda condena para los procesados, si bien no puedo descartar que otro tribunal -de aun más elevada jerarquía que el presente- se haga oportunamente cargo de ello. Me limitaré pues a fundamentar brevemente, la humana conveniencia y necesidad del castigo. Sigo a Oliver Wendell Holmes, cuando afirma: “La ley amenaza con ciertos males si uno hace ciertas cosas. Si uno persiste en hacerlas, la ley debe infligir estos males con el obje¬to de que sus amenazas continúen siendo creídas”.

El castigo -que según ciertas interpreta¬ciones no es más que venganza institucio¬nalizada- se opone de esta manera a la venganza incontrolada. Si esta posición nos vale ser tenidos como pertinaces retribucio¬nistas, asumiremos el riesgo en la seguri¬dad de que no estamos solos en busca de la deseada ecuanimidad. Aún los juristas que más escépticos se muestran respecto de la justificación de la pena, pese a relativizar la finalidad retributiva, terminan por rendirse ante la realidad.

Podemos afirmar, entonces, con Gunther Stratenwerth que aún cuando la función retributiva de la pena resulte dudosa, fácti-camente no es sino una realidad: «La nece¬sidad de retribución, en el caso de delitos conmovedores de la opinión pública, no podrá eliminarse sin más. Si estas necesida¬des no son satisfechas, es decir, si fracasa aunque sólo sea supuestamente la administración de la justicia penal, estaremos siem¬pre ante la amenaza de la recaída en el derecho de propia mano o en la justicia de Lynch» (1)

Por todo ello, señor Presidente, este juicio y esta condena son importantes y necesarios para la Nación Argentina, que ha sido ofendida por crímenes atroces. Su propia atrocidad torna monstruosa la mera hipóte¬sis de la impunidad. Salvo que la conciencia moral de los argentinos haya descendi¬do a niveles tribales, nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyen hechos políticos o contingen¬cias del combate.

Ahora que el pueblo argentino ha recu¬perado el gobierno y control de sus institu¬ciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral. A partir de este juicio y esta condena, el pueblo argentino recuperará su autoestima, su fe en los valores sobre los cuales se constituyó la Nación y su imagen internacional, seve¬ramente dañada por los crímenes de la. represión ilegal.

Por todo ello, también, este juicio y esta condena son importantes y necesarios para

las Fuerzas Armadas de la Nación. Este proceso no ha sido celebrado contra ellas, sino contra los responsables de su conduc¬ción en el período 1976-1982. No son las Fuerzas Armadas las que están en el ban¬quillo de los acusados, sino personas con¬cretas y determinadas a las que se endilgan delitos concretos y determinados. No es el honor militar lo que esta en juego, sino, precisamente, la comisión de actos reñidos con el honor militar. Y, finalmente, no habrá de servir esta condena para infamar a las Fuerzas armadas, sino para señalar y excluir a quienes las infamaron con su inconducta.

Por todo ello, finalmente, este juicio y esta condena son importantes y necesarios para las víctimas que reclaman y los sobre¬vivientes que merecen esta reparación. No se trata, por supuesto, de revivir viejos y desdichados slogans como aquel de que la sangre derramada no será negociada, que sirvió para justificar tantas atrocidades. No se trata ahora de negociar nada, porque nada se está negociando. Se trata, simplemente, de que a partir del respeto por la vida y el sufrimiento de cualquier ser humano, restauremos entre nosotros el culto por la vida.

Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundándola en el olvido, y fracasa¬mos: ya hemos hablado de pasadas y frus¬tradas amnistías. Hemos tratado de buscar la paz por la vía de la violencia y el exterminio del adversa¬rio, y fracasamos: me remito al período que acabamos de describir.

A partir de este juicio y de la condena que propugno, nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la memoria; no en la violencia sino en la justicia.

Esta es nuestra oportunidad: quizás sea la última.

Después de solicitar las condenas, Strassera continúa con las siguientes pala¬bras:

Señores Jueces:

Quiero renunciar expresamente a toda pre¬tensión de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino.

Señores Jueces: ¡NUNCA MÁS!

(1) A finales del siglo XIX, el coronel Charles Lynch de Virginia (Estados Unidos), hizo justicia por su pro¬pia mano creando en el momento tribunales populares que condenaban a los supuestos culpables sin el debido juicio. Los acusados eran ahorcados, quemados en hogueras o azotados con látigo.

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