José María Peña
Posted on 25 marzo, 2015 in Entrevistas
Este reportaje fue realizado al arquitecto José María Peña, el 10 de febrero de 2004, en la sede del Museo de la Ciudad de Buenos Aires
«YO LE PUEDO DECIR DE MEMORIA CALLES Y CASAS
QUE EXISTEN EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES»
¿Cuánto tiempo hace que Director del Museo de la Ciudad?
Estoy aquí hace 35 años. Desde que se fundó
¿El Museo depende del Gobierno de la Ciudad?
Depende de la Secretaría de Cultura de Gobierno de la Ciudad
Entonces, usted vio desfilar a muchos funcionarios, a muchas administraciones y muchas alternativas ¿Vio desfilar también muchos apoyos?
Hemos tenido apoyos, y yo diría que, en general, no han sido apoyos corporativos sino a título personales de autoridades, inclusive, intendentes que han apoyado muy entusiastamente nuestra actividad. Lo que sucede es que la función del Museo es mostrar las costumbres y la historia de la ciudad hechas por su gente -y que siguen haciéndola- El Museo está muy unido a la gente. El Museo de la Ciudad lo ha hecho la gente. El 95% de las donaciones lo han hecho la gente. Todos los días nos traen algo. Eso es muy natural. Nosotros elegimos temas. Tenemos salas fijas, y a las salas tradicionales, cada dos meses las vaciamos íntegras, y hacemos una exposición nueva. Además nosotros no nos cansamos de decir que todo vale: desde un botón a un edificio, un libro, una postal, un tenedor. Todo vale. Todo forma parte de esta vida cotidiana que es la que va marcando la vida de la ciudad
¿Que tiene Buenos Aires que absorbe tanto, que es una ciudad tan mencionada y se impone por sobre muchas ciudades importantes del interior?
De alguna manera Buenos Aires es el reflejo de la suma de cosa. Tomemos desde el principio de siglo diecinueve. Había muchos extranjeros pero no eran como los inmigrantes posteriores, estos venían por cuestiones comerciales, y no olvide que también ese siglo fue el de la aventura y Argentina estaba en el fin del mundo y era un motivo de aventura. También venían para hacer obras llamados por las autoridades como las obras del puerto. Buenos Aires tiene algo muy particular que puedo comentarle pero no puedo definirle, y creo que eso es lo fantástico: el no poder definir a Buenos Aires. Extranjero que llegaba a esta ciudad, en el acto se sentía cómodo. Era recibido por la gente del lugar y generalmente terminaba casándose, formando su familia e integrándose al ritmo de vida. Buenos Aires no era una ciudad enorme Pero era una ciudad vital, sino no se justifica que en la segunda mitad del siglo diecinueve haya habido esa gran cantidad de teatros. Eso que dicen que era el París de América. Yo odio esas denominaciones. Pero es imposible negar la influencia extranjera desde el momento que en el censo de 1887, -no recuerdo bien las cifras- pero había trescientos veinte mil extranjeros y la misma cantidad de locales. El primer club que existió fue el Club de Residentes Extranjeros. Cada vez que llegaba un barco traía diarios. Quiere decir que siempre se estuvo al día de lo que sucedía en el mundo. Tuvo épocas en que fue creciendo, tuvo, -como todas las ciudades-, momentos de bajones, pero fue hecha por lo que hoy vemos, por gente que estaba muy entusiasmada, que la quería. Hubo intendentes que viajaban al extranjero, por ejemplo, veían una fuente y la mandaban a un lugar de Buenos Aires donde hacía falta una fuente. La mandaban de regalo. Había ese tipo de compenetración. Y épocas de Buenos Aires muy marcadas, como cuando se inaugura la Avenida de Mayo, que rompe con el cuadriculado y las calles angostas. Eso hoy no lo ven como lo fue en su momento. Eso fue un arranque de modernidad absoluta.
La avenida que va de la Casa de Gobierno al Congreso de la Nación.
Así fue planteada al comienzo
¿ La colectividad española vivía a su alrededor?
Yo tengo una definición particular sobre la Avenida de Mayo que hace años sostengo: la avenida era francesa de inspiración eran unos bulevares de París, el mundo miraba a través de Paris. Era española por adopción -porque muchísimos españoles instalaran sus cafés, los teatros eran españoles o artistas españoles- y después era porteña por concreción. La arquitectura de la Avenida de Mayo es una mezcla de italiano con francés, o decididamente francés, de aquella época por puesto. A veces preguntan ¿Pero qué estilo es? Es que han pasado muchos años, ya no se puede hablar de estilo francés o estilo inglés. El estilo de la Avenida de Mayo es el estilo de la generación del ochenta. Por eso yo digo que creía en la ciudad y en el país. Es cuando se hace el edificio de Obras Sanitarias, en la calle Córdoba, un edificio de una manzana nada más que con tanques de agua, y se recubre toda la fachada con cerámicas traídas de Inglaterra. Paralelamente se hace lo que hoy es la Galerías Pacífico. En aquél momento esa zona de Córdoba y Florida quedaba muy lejos del centro. El Plaza Hotel es de 1908. No existía un solo hotel ahí. Todo el mundo decía que el que hizo ese hotel se fundiría a los dos días. Y fíjese usted que ironía, que de todos los viejos hoteles, el único que queda hoy es el Plaza.
¿Cómo se fue haciendo porteño el porteño, viniendo de aquél inmigrante?
La explicación es la siguiente: nosotros, antes de la llegada de los inmigrantes, fuimos españoles durante cuatrocientos años. Los inmigrantes se mezclaban, venían de todos lados: polacos, alemanes. La base es, sin duda, española, ¿Por qué el café significa tanto en Buenos Aires? Buenos Aires sin cafés no es Buenos Aires. Y eso nos viene de España. Absoluta y totalmente. Nosotros estamos mucha más cerca, aunque digan lo contrario, de Lorca. Somos muy dramáticos. Somos lorquianos. ¿Qué pasa con la burocracia? ¿De dónde nos viene?
¿El porteño es melancólico o es alegre? ¿Es ecléctico?
Para mí esto es clarísimo, porque lo estudié, y porque además lo siento, realmente. Para los que vienen, los porteños parece que somos extrovertidos. Todos dicen que somos amabilísimos. Y es verdad. Pero nosotros no somos nada extrovertidos, somos absolutamente introvertidos. ¡Ay que alguien se dé cuenta de cómo somos! ¿Por qué el café sigue siendo ese lugar fabuloso? Porque uno entra a un café, se sienta, pide lo que quiera y el mozo no se vuelve a acercar hasta que uno lo llama, aunque hayan pasado tres horas. Pero cuando uno entra a un café, usted, ¿qué hace? Hay veinte mesas y hay solamente dos ocupadas, ¿dónde se sienta?
Yo me siento en la que da a la calle o la que esté más escondida.
Por supuesto. Nunca en el centro. Porque si se sienta en la de la ventana uno mira para afuera, y sino un va contra la pared del fondo, o del costado porque hay un flanco protegido. El café es muy típico de Buenos Aires, no hay en muchos otros lugares tantos cafés como acá. Por su atmósfera, su contenido de parroquianos, es el lugar escondido donde el porteño va a dejarse ir, a tomar su café, a pensar. Todavía hay mucha gente que va a leer el diario o se lleva un libro. Además hay otra cosa que para mí es muy simpática. Uno cuando va al mismo café se sienta en la misma mesa y el mozo termina siendo suyo y si uno cambia de lugar por cualquier cosa el mozo se ofende.
¿Es decir que el café podría ser biblioteca, sillón del psicólogo?
Seguro, no en balde hace muchos años, ahora no lo sé, hubo muchas películas que nacieron de un grupo de amigos directores conversando en un café.
Sobre Buenos Aires existe la idea de que como todas las ciudades tienen su centro, pero yo veo que Buenos Aires ha perdido su centro donde antes el porteño trasnochaba, iba al teatro, a bailar, y ahora se ha refugiado en esquinas comerciales de barrio. Se ha descentralizado el centro. ¿Usted cree que volverá a vivir el centro lo que vivió en ese pasado?
Sucede que Buenos Aires es muy grande y es una ciudad de barrios. Y los barrios son muy fuertes y muy diferentes. Hay algo que uno nunca puede dejar de decir: que es un porteño. Por cosa positiva o no. Eso que usted dice se une a otra cosa que yo me he planteado siempre. Hay lugares que son de todo el mundo, como pudo haber sido el centro, como era la calle Lavalle en su momento, como en su momento era el hipódromo. Y hay lugares que son exclusivamente barriales pero que pueden conocerlos la gente del centro. Como en su momento fue Boedo, Flores, Floresta y Belgrano. Sin duda que había una relación muy grande y la Boca. Esos barrios son totalmente locales. A San Telmo no lo incluyo porque San Telmo no fue el barrio más viejo de Buenos Aires. El más viejo fue el que rodeaba Plaza de Mayo, el barrio de Catedral, luego fue el barrio de Catedral al Sur. San Telmo se acerca al norte y mutuamente el norte se acerca al sur. Pero por equis razones de ordenanzas municipales y por otras causas largas de explicar, San Telmo quedó como suspendido en el tiempo. Cuando en 1979 nosotros pudimos sacar la ordenanza de preservación y digo nosotros porque era un equipo que trabajaba en el Museo y que después se sumó al Consejo de Planificación Urbana- con la cual, entre comillas, aparecen una cantidad de limitaciones. Hasta ese momento uno compraba o alquilaba una casa por el valor del terreno. Desde el minuto que eso se transformó en casco histórico oficialmente reconocido, la cosa cambia. El Museo inaugura en noviembre de l970 la Feria de San Telmo que manejamos hasta ahora. La hicimos nosotros y la seguimos manejando. Eso salvó al barrio, le dio nueva vida. No fue casual porque era una de las propuestas cuando hicimos la Feria ahí.
En ese momento no había anticuarios. Ahora hay más de doscientos, figura en guías internacionales, no porque nosotros encargamos hacer la publicidad, sino porque cada país ya sabe lo que les puede interesar. Han abierto una gran cantidad de bares y restaurantes que antes no había. Ahora es un poco lo que podría llamarse el centro porque la gente al centro venía cada sábado y domingo, salvo que fuera por cuestiones de trabajo, pero hay otros lugares que se están poniendo de moda. Otra de las costumbres nacionales es que somos muy racheros, nos da por una cosa, a lo mejor pasan cinco años, y nos mudamos a otra. Yo creo que Buenos Aires no puede dejar de mencionarse en el extranjero. Uno abre el diario, toma la página de espectáculos y es impresionante la cantidad de espectáculos. Hubo veces que -buenas o malas- estaban dando al mismo tiempo tres obras de Shakespeare. Sumado a esto en los últimos años tenemos una excelente comedia musical.
¿No cree sin embargo que hay dos Buenos Aires: este Buenos Aires, que podríamos llamar de clase media, y el otro, casi suburbial dentro de la misma ciudad y que no llega ni va a estos espectáculos?
Por supuesto, pero le aclaro que muchas de las obras de teatro son a la gorra: el que pone pone y el que no pone no pone. Pero no sólo me refiero a los barrios marginales, sino también a los barrios que han estado deprimidos en los últimos años. Así es, la Boca, por ejemplo. El barrio de la Boca no es ni por asomo lo que era. La calle Caminito es un invento. Hay que reflotar la verdadera historia. También hablan de San Telmo como la cuna del tango y es absolutamente falso.
¿Qué barrio fue la cuna del tango? ¿Palermo, por ejemplo?
Más que San Telmo, sin duda. Se habla mucho del tango. Se habla de que en los años veinte cuando el tango vino de Europa fue reconocido por la clase alta. Es falso a medias. Yo conozco gente, -contado por Rosita Quiroga– que la invitaban a cantar a una casa de gran rango, de reconocida figuración social, donde había hombres y mujeres. Ella cantaba, bailaban.
¿Entonces no es como se dice que el tango vuelve de París y es reconocido?
En parte es así. ¿Por qué? Porque la clase alta -acá hay que hacer también un distingo- no era lo que generalmente se entiende por el patriciado. La clase alta eran las familias tradicionales más los comerciantes nuevos. Los nuevos ricos. Y se casaban uno con otro todo el tiempo. Esa es para mí otra de las cosas muy positivas de Buenos Aires. Se habla de diferencias sociales y son las diferencias que puede haber en cualquier parte del mundo. Pero yo sé de gente que tiene a la niñera que fue niñera del padre, y que está enterrada en la bóveda de la Recoleta. Y siguen hablando todavía habiendo muerto hace cincuenta años. Había otras familias, por ejemplo, Carlos Pellegrini padre, ingeniero, fue llamado por Rivadavia para los obras del puerto. Cuando llegó a la Argentina ya no estaba Rivadavia. Y se encontró acá pensando qué hacer. Primero se quedó en Uruguay, realizando esos retratos muy buenos que hacía, y después vino acá, formó su familia y su hijo llegó a ser Presidente de la República. Otras familias fueron venidas a menos. Pero la mayoría hizo infinitas cantidad de cosas. A las cuales se sumaron nuevos ricos -no dicho en el sentido peyorativo- que también crecieron en el país. Lucharon codo a codo. Sino la generación del ochenta no se hubiera podido hacer. Hace poco he leído un trabajo sobre los primeros socios del Jockey Club, pero sacando algunos nombres conocidos, los otros eran desconocidos. Me refiero a los que fundaron el Jockey Club en defensa de la raza caballar. Porque era así la cosa.
Me llama la atención, no sé si es una contradicción lógica, pero, si el tango tiene un origen que viene de la inmigración, cómo se creó una música a partir de raíz negra como se dice. embargo el tango tiene? Me refiero a un fenómeno que, desde dentro de la ciudad, llegó a personalizar un país.
Yo no sé si el tango representa a la Argentina. La gente puede pensarlo. Yo no creo.
Y entonces, ¿por qué el tango le llega más a un japonés que a un formoseño, por ejemplo?
Porque los argentinos somos muy especiales y porque existe el localismo. Usted va a Salta y escucha a los salteños, yo, por mi trabajo, qué es el rescate de la memoria y la auténtica tradición. No queda nada de la Salta colonial, sacando algunas iglesias. No queda nada del siglo diecinueve. Sacaron una ordenanza que indicaba que cuando se demolía una casa de estilo colonial había que construir otra del mismo estilo. ¿Usted puede entender esta incongruencia?
¿Quiénes somos argentinos?
Yo creo que todos.
¿Pero usted cree que a un porteño le interesa, lo que pasa en Formosa, por ejemplo?
Yo creo que sí, cuando tiene acceso. Le digo más. Yo he formado parte durante dieciséis años de la Comisión de Monumentos Nacionales, de los cuales, seis fui vicepresidente. Y llegué a la conclusión que Buenos Aires es mucho más federal que el interior. El interior quiere todo el tiempo que Buenos Aires haga las cosas. Es como una exigencia. Yo tengo muy buenos amigos en el interior, alguno por relaciones por esa misma actividad que le comenté. Me llaman para pedirme a ver si podía movilizar algo, y lo hacía sin pedir nada. Pero a veces, me criticaban y yo les decía: vos me estás pidiendo que se salve un edificio salteño, empezá entonces con los bancos salteños.
¿Usted considera que el hombre del interior considera que la responsabilidad mayor está en Buenos Aires?
Yo diría que está en la eterna y permanente crítica a Buenos Aires. No digo todo el mundo. Pero aparece la famosa frase de que »Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires.»
¿No está resuelto aún lo de unitarios y federales?
Aparentemente no. Pero por otra cosa. Yo creo que los argentinos, individualmente, podemos hacer lo imposible. Y eso se ve.
¿Somos individualistas?
Absolutamente individualistas. La prueba está en que en un momento de esta conversación usted me preguntó qué apoyos había tenido el Museo. Y yo le hablé de apoyos individuales.
¿Usted no cree que ese individualismo tiene un origen de tipo religioso católico- y que el sajón, el calvinista, es más pragmático y tiende a trabajar en equipo porque considera que así se asegura el éxito y el católico, por otra parte, ha generado ese individualismo? Me refiero a una especie de confrontación metodológica.
No sé si es exactamente así. Porque mire usted: los franceses son muy unidos, los chilenos son muy unidos. Yo trabajé tres meses en Santiago de Chile. Los chicos de diez años tenían color político. A mí me sorprendió muchísimo. Hablaban de política. No sé si sabían o no, pero hablaban de política.
Le señalo esto porque los Estados Unidos y nosotros vivimos en un mismo continente, tenemos casi los mismos años de historia independiente, sin embargo ese país se convirtió, digámoslo duramente, en el dueño del mundo y nosotros, del río Grande para abajo…
Tal vez esto sea un drama americano. Los americanos tienen infinita cantidad de cosas positivas, pero siempre existe la idea de que a mí no me van a poner el pie. En mi caso yo no pierdo el tiempo pensando si me va a poner el pie o no. Siempre estamos auto defendiéndonos.
¿Nos estamos refiriendo a Sudamérica?
Bueno yo no sé que pasa en Centro América.
¿Los sudamericanos tenemos complejos?
Yo creo que sí. Yo no he estado en México pero por lo que he leído, ahí tiene usted el machismo mexicano
También se dice de nosotros señalando el tango como divisa emblemática que nuestra música es el lamento del cornudo.
Pero fíjese usted que el tango cuando empieza no es ese tango. El tango que empieza es un tango chispeante. Es un tango alegre contagioso. ¿Cuándo aparecen las primeras letras de tango? Las primeras son muy pocas. Yo no soy un experto en tango, -me gusta bailarlo, escucharlo, pero no soy un experto- pero, ¿cuándo empiezan las letras que tienen una trascendencia mayor? A finales de los veinte y los cuarenta. Luego desaparecen, se van diluyendo hasta que vuelven hace mas o menos quince años.
¿Este resurgir del tango no será una moda como fue hace veinte años el folklore?
Esto es muy curioso. Si a mí me hubieran dicho que el tango iba a resurgir yo hubiera dicho que no. Mientras que ahora, la mayor parte de mi generación se indigna porque dice que el tango que bailan los jóvenes no es el verdadero tango. El tango verdadero es el de cada uno. Si los chicos no lo toman ahora sería un magnífico latín muerto. Este es el tango de ellos, el tango que ha hecho resurgir esto. Lo malo se colará y quedará lo sólido. Eso para mí es una cosa maravillosa de lo que significa la vigencia del tango. Es como discutir si la mujer tiene que cantar tango o no, o si Piazzola es tango o no. Mientras discuten se pierden el tango.
Yo le señalaba la posibilidad que este resurgir no sea, en el fondo, nada más que una burbuja.
No creo que sea una burbuja. Porque ya hubiera caído la burbuja. Por lo mismo que hablamos de que las rachas son cortas.
¿Al tango lo está sosteniendo el turismo?
No, porque a los jóvenes el turismo no les interesa.
Si el tango es una manifestación de recuperación cultural, ¿eso significa que volvemos a tener una ciudad como fue Buenos Aires en su esplendor?
Tanto como eso no puedo decírselo. Pero sí, creo que es un avance en la identidad y en la personalidad de la ciudad. Me refiero a estos jóvenes. Porque, yo cuando veo por televisión a los viejos cantantes, hago zapping, lo digo con todo el respeto. Uno tiene que saber ubicarse. No puedo soportar ver los teñidos, las pelucas. Si son, son, sin todo eso. Por eso es que los chicos hacen lo que hacen. Otra cosa. Al final de todo esto se decantará y quedará lo absolutamente auténtico. Fíjese que cuando se empezó a borrar el tango, y se dejó de bailar, ¿qué fue lo que hizo renacer el tango en los sesenta? Lo que se cantaba, no lo que se bailaba. Julio Sosa es uno de los ejemplos más aislados, porque el nuevo tango aparece cuando lo canta Susana Rinaldi que arrasa, porque además lo actúa y lo actúa como los dioses. Ahí están los que decían el tango no es eso. ¡El tango es como lo hace cada uno!
Susana Rinaldi vivió prácticamente el mismo proceso de Gardel, en París, en el Olimpia. También Adriana Varela. Ellas demuestran que la mujer es tan válida en el tango como el hombre. No hay orquesta de mujeres pero hay cantantes.
No. Ahora ya hay orquesta de mujeres. Y directoras de orquestas como la hija de Osvaldo Pugliese.
Se dice que el turista viene a Buenos Aires, casi exclusivamente a ver tango, a escuchar tango. Está muy de moda esto. También viene a aprender a bailar tango.
Es realmente insólito.
El turista viene a buscar ese tango sensual, él llega de un continente frío, afectivamente frío también desde el punto de la vista de la piel y del contacto humano, y ve en el tango una plasticidad casi erótica.
Por eso a mí me desconcertaba tanto en los sesenta y principios de los setenta, ese movimiento de jóvenes que no bailaban el tango. El tango es lo único que hace que dos personas se transformen en una. Si a usted le gusta bailar tango, usted sabe bailar tango. Si le preguntan qué pasos hicieron. Usted dice ¡qué sé yo! Usted no sabe qué pasos hizo. Usted bailó el tango. Eso es para mí una de las maravillas increíbles de lo que es el tango. Además está el tango según quien lo cante, melódicamente, depende también del lugar, etc. Yo creo que el único mal que le pueden hacer al tango es que lo transformen en mercadería exportable.
¿Tango for export? Como hay un flamenco for export vinculado sólo a un interés crematístico.
Claro. Esto es como la mentira. La mentira tiene patas cortas. Si uno dice verdades que quedan con misterio está asegurado, pero si uno empieza a inventar algo llega el momento en que se ahorca con la mentira.
¿Y al tango le puede suceder eso?
A todos nos puede pasar, a todos (risas)
¿Cuál es la perspectiva del Museo?
El Museo crece de acuerdo a las donaciones y a la gente que lo visita. El museo tiene cinco edificios que están siendo restaurados poco a poco
¿Este barrio es el primer Buenos Aires?
Si, aquí están también las primeras iglesias: San Ignacio, -que es la más vieja de Buenos Aires, San Francisco y otras.
¿Tiene todavía el subsuelo de Buenos Aires arqueología para encontrar?
No, porque no había nada. Algunos túneles pueden quedar pero no creo que sean necesariamente destacables.
¿Es decir que lo que tenemos de Buenos Aires antiguo es lo que se ve?
Yo le diría que en la actualidad tenemos que hablar, sacando las únicas dos que no han cambiado su fachada y que son San Ignacio y el Pilar, las demás, inclusive sus fachadas, son del principio del veinte. Al referirnos a Buenos Aires tenemos que hacerlo desde1850 para acá. Para atrás no. Por eso es tan importante que se haya podido preservar esto de enfrente, porque esto nos da la escala, nos da una idea de lo que era Buenos Aires. La casa de la esquina es de 1808.
¿Qué opina de los proyectos que hay para modificar el centro de la ciudad, en particular la avenida Corrientes?
Yo creo que no es posible que los medios de locomoción nos manden, o sea, que si se hacen veredas más anchas y son bien utilizadas, entonces sí. No me gustaría nada que se instale una confitería que ponga mesas y las cierre con plástico, quedando un paso para los transeúntes, pegado a la línea municipal de un metro veinte, con lo cual entonces ¿para qué las veredas anchas.
¿Hay que priorizar al peatón por sobre el vehículo?
Sin duda alguna. Además hay que acostumbrar al porteño a que valore su ciudad, pero sólo la podrá valorar si tiene la posibilidad de mirarla y además le acercan información simple y no retórica.
¿Ve el porteño la ciudad, levanta la cabeza para ver esas cúpulas increíbles?
Si, ahora lo hace mucho más que antes. Pero si al levantar la cabeza y contemplar las cúpulas uno le pudiera decir que eso se importó de Francia, y esas cúpulas son porque allá nieva y así la nieve no se queda estancada en los techos. Acá nevó el 22 de junio 1918, nada más.
El empedrado de la calle Charcas y Serrano y otros más, son piedras de color, ¿de dónde vinieron?
Muchas vinieron de Hamburgo y otras de la isla Martín García. Son adoquines rojos y yo he llegado a ver también adoquines verdes. De Hamburgo venían bloques grandes como lastres. El barco no podía venir vacío. Y luego a esos bloques los convertían en adoquines. Por ejemplo, los aljibes de mármol, los brocales de aljibe llegan al Río de la Plata alrededor de 1860. Venían de la misma forma. Eran muy pesados y venían como lastre.
Buenos Aires tiene mucho mármol y esto hoy en día es imposible que vuelve a ser usado con tanto despliegue.
Tiene mucho más de lo que la gente puede pensar. Además el mármol no era del lugar. Hay un edificio en Defensa 1179, -hoy es una galería de anticuarios que se llama La casa de los Ezeiza y perteneció a esa familia- que construyó la familia alrededor de 1885 más o menos. Tiene 60 metros de fondo por 14 de frente y toda la planta baja, íntegra la fachada, está recubierta de mármol blanco y mármol gris. Las baldosas eran de mármol blanco y mármol negro. Quedan muy pocas casas con esas características en Buenos Aires.
¿Cuál es su rincón favorito en Buenos Aires?
A mí me gusta todo Buenos Aires. Estoy totalmente fanatizado.
¿Usted nació en Buenos Aires?
Si, nací en la calle Córdoba frente al teatro Cervantes. Bien en el centro. Y además, tan antiguo, que nací en la propia casa. Durante cuatro o cinco años, recién recibido en la Facultad de Arquitectura, con un grupo hicimos los primeros trabajos sobre arquitectura de Buenos Aires. Y eso nos llevó a caminar cada barrio a cada uno, éramos tres personas. Pero lo hacíamos casa por casa. Con planilla. Por suerte tengo buena memoria visual. Eso a mí me puso en contacto con una ciudad desconocida. Así conocí San Telmo, y las vueltas de la vida hicieron que inaugurarámos la Feria. Yo le puedo decir calles y casas que existen, de memoria.
Así conoció usted las casas «chorizos», los patios de San Telmo. Conoció los conventillos, las distintas formas de vivir.
Y tuve la suerte de conocer las grandes casas, también.
Y los corralones también, me imagino. Yo viví muchos años en un corralón con caballos. percherones las chatas. El herrero del barrio (1)
La presencia de los corralones es uno de los momentos claves de Buenos Aires.
¿La propiedad horizontal ayudó a perjudicó a Buenos Aires?
Considero que era algo inevitable.
Pero hicieron verdaderos desastres, una anarquía e incluso se derrumbaron muchos edificios de propiedad horizontal.
En los años sesenta en arquitectura aparte de los buenísimos ejemplos- fueron siniestros en todas partes del mundo. Se destrozaban las ciudades, porque, como usted bien dice, levantaban edificios sin importarles lo que destruían.
Aquí primó la especulación urbanística, la inmobiliaria, la de las constructoras devaluando terrenos, etc. Hubo una gran especulación en Buenos Aires.
Asi es. Cuando nosotros pudimos sacar la ordenanza de zona histórica en el 79, la batalla campal que nos hicieron las inmobiliarias ¡no quiera usted saberlo!, pero tuvimos hasta amenazas de muerte. Ellos querían demoler todo. Iban a una casa y el dueño les preguntaba qué podía hacer, y ellos les decían a todos los dueños que tenían que demolerlas. Recuerde usted que la zona histórica original tiene 144 manzanas. En 1982, ante ese ataque feroz pudimos salvar la mitad de la zona, la otra mitad quedó desafectada, y vaya a ver lo que es hoy. Antes llegaba a Tacuarí ahora llega a Perú. Vayan a ver lo que es desde Perú a Tacuarí: terrenos baldíos, plantas bajas enlosadas, porque no hay control.
(1)Este es el poema que yo le escribí al corralón donde pasé mi infancia y mi juventud
EL CORRALÓN
En uno de los viejos corralones (caballeriza y depósito de carruajes) del viejo barrio de Palermo, el poeta y su familia vivieron veinte años. Al viejo corralón, ahora…
lo están cambiando.
Cada día que paso,
el corralón desaparece
en medio de martillos y diagramas,
levantaron los pisos de las piezas
y hasta el portón
es un triste agujero
con vista a la tristeza.
Pedí permiso,
entré,
vi las piedras alargándonse en el patio,
y en un gozne sin luz vi tantos años,
que todo fue de pronto,
ayer, nomás,
ayer,
mamá,
Ricardo,
Alicia,
y el viejo con su cara de sirio y medialuna,
ayer,
hace un rato
(¡muchachos, preparen las sonrisas,
estoy lleno de sed este verano!)
ayer fue,
acá está la pileta,
(la sombra de la vieja
todavía está lavando),
acá está la pieza de Carmelo,
se huele su cigarro,
acá está la mesa
y el gol de San Lorenzo como una bendición,
acá está el cálido saludo de los tíos
y todavía calienta el fuego del asado;
atrás,
fue ayer
(«¡Todo el día en la calle, todo el día!»)
atrás,
once pesebres de avena y pasto enrarecido
y «Porota»,
la yegua casi humana
que sabía el camino de la feria
cruzando en dos la lanza de la chata,
y don Tito que no limpia la bostera,
y los gusanos
de la bostera al baño,
(todavía molestan los gusanos,
todavía molestan),
aquel potrillo que nació de noche
y nos soliviantó los trastos;
(fue un verano, recuerdo,
llovían las estrellas en el patio).
Era la casa,
era,
ayer,
un lugar de paredes incorrectas
donde crecí
-crecimos-
Fitz Roy al mil seiscientos
y el amor,
juntos,
defendiéndonos del gris y los asombros,
como un arca de Noé
sobre el diluvio
de una miseria limpia.
Sumo veinte años y una lágrima
cuando salgo a la calle.
La calle está desierta.
Lo están cambiando.
El corralón se va sin darse cuenta,
adolece de viejo en las fisuras.
No hay un solo regreso
para cantarle a solas
¡y las computadoras están que vuelan!
Desde la vereda de enfrente
paso de costado y le adivino el alma.
Hay una luz en la cocina,
debe ser mamá que anda…
Buenos Aires 1974 (de noche…)