Argentina no es una vaca descuartizada

 

ARGENTINA NO ES UNA VACA DESCUARTIZADALas pastillas de éxtasis han matado estos días a varios chavales. ¿Qué pensaría la opinión pública si frente a esta noticia se publicara en los diarios del mundo que la juventud española es drogadicta? Sin duda reaccionaría con indignación. En primer lugar, porque no es cierto, y en segundo lugar, porque si así se informara, tildarían al redactor de la nota, y con justa razón, de vil manipulador de la información. No negamos que la droga es un problema que afecta a vastos sectores juveniles (y no tan), pero sabemos que la juventud, sea ésta catalana, murciana, vasca, andaluza, navarra, etc. está en sus faenas, en sus aulas, en sus conciertos, en sus luchas, en sus ongs, en las movilizaciones antiglobalización, y en el sinfín de sus trabajos y sus aspiraciones. No todos pastillean.

Si vuelca un camión con ganado y la carga es asaltada y troceada en plena ruta por un grupo de personas carenciadas, ¿podríamos afirmar que en el país donde sucede esto todos sus habitantes son salteadores con cuchillos en ristre? El pueblo argentino también está en sus esfuerzos y sus menesteres. No todos descuartizan vacas en los caminos.

Argentina vive la mayor crisis de su historia. Frente a esta realidad el pueblo se moviliza diariamente. Si bien cada sector lo hace en defensa de sus particulares intereses, es dable observar que, por sobre ello, va naciendo una perspectiva de convergencias y propuestas alternativas e inéditas. Existen, es cierto, verdaderos bolsones de miseria que suelen reflejar imágenes como las que se han visto recientemente. (Los medios, -que también son carnívoros-, sugestivamente tienen preparadas las muy oportunas cámaras de televisión, muchas veces, incluso, antes que sucedan los hechos) Fuera de esas imágenes que abofetean la conciencia, se mueven millones de hombres y mujeres para terminar con ese hambre físico y moral al que nos llevaron los más genuinos representantes del sistema.

Mientras se grababan esas imágenes -que es también comida para bulímicos televidentes- los estudiantes argentinos luchan por la defensa de una educación libre, gratuita y democrática; los desocupados resisten los embates de la represión en medio de las rutas cortadas como expresión de protesta frente a la falta de trabajo; los afectados ponen la diana en la puerta de los bancos que durante años han saqueado los ahorros de amplios sectores productivos y profesionales; los empleados estatales, los jubilados, los maestros, los trabajadores autónomos, todos a una, salen a la calle a manifestar su ira, su denuncia y sus propias soluciones a este cuadro devastador.

El pueblo sabe bien dónde hay que castigar. El pueblo sabe que no se trata de resolver el “pan para hoy, hambre para mañana”. Ahí están para confirmarlo las pancartas gritando contra los corruptos, contra el FMI y sus secuaces de adentro, mesiánicos veneradores del mercado, denunciando la impunidad de jueces, empresarios y testaferros de las grandes empresas que vaciaron al país. Detrás de las imágenes se van creando condiciones de nuevo tipo que marcarán un hito superador en el mundo de la política y los movimientos sociales. Y si no, al tiempo.

Mientras las “oportunas” cámaras de televisión ponen el rojo visceral de una vaca en la sobremesa de los hogares bienpensantes, en ese mismo momento, en ese mismo país, bajo ese mismo cielo, escriben los escritores, -que luego serán leídos con agrado y admiración- filman los cineastas películas que provocarán las críticas más laudatorias y llenarán los cines, actúan los actores, pintan los artistas. Todos luchando desde sus respectivos frentes en medio de esta crisis y esta angustia.

Argentina no está destrozada, aunque no hay duda que desde hace años una horda de especuladores de adentro y de afuera la rodean y asaltan con sus afilados cuchillos financieros para descuartizarla y llevarse los trozos a las bocas de sus cajas secretas hambrientas de espúrias riquezas.

El Triangle

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