¿Por qué no se calló, majestad?

 

POR QUÉ NO SE CALLÓ MAJESTADCuando aquella noche del 23 de febrero de 1981 usted optó definitivamente por sostener y respetar el sistema democrático que la sociedad española se había dado, y que las fuerzas nostálgicas de la dictadura quisieron cortar, su figura y sus atributos limpiaron mucho de los antecedentes que lo llevaron a tal investidura. En aquella oportunidad también comprobó que, como señala la propia Constitución a la que usted se sometió: «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado«.

Eso significa, sencillamente, que si bien usted es Rey, su país es jurídicamente una “monarquía parlamentaria”. Es decir, usted está supeditado a las leyes que emanan de los representantes del pueblo. Ese es todo su poder de decisión en el plano político, si la tuviera. Usted sólo sanciona y promulga las leyes, no las elabora El pueblo español no le da ese derecho. Usted no puede ni declarar una guerra si no lo hace con la autorización de las cortes generales. Y no puede disolver el parlamento si no es en concordancia con los artículos de la Constitución. Es cierto también, y debemos decirlo, que la Constitución en su artículo 56 señala que su figura es “inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Hay quien ve en ello una contradicción jurídica entre el concepto de igualdad ante la ley y esa excepción. El tiempo y el proceso de la propia vida de los pueblos afinará estas desigualdades. La Constitución, su Constitución, afirma en otro apartado que usted asume «la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes”. En la última Cumbre Iberoamericana usted arrojó mucho de esta Constitución por la borda.

Usted sabe en su fuero íntimo, lo sabe, que si pudiera, volvería atrás para callar sus palabras, para subsanar el exabrupto, y si usted se retiró de la sesión, no fue tanto por sentirse “atacado” en su persona y en el Estado que representa, sino por reconocer muy consigo mismo, que había “metido la pata” y algo más que la pata: había retrocedido más de quinientos años, trayendo la historia a un presente que ya no cabe en el pasado pues jamás volverá a ser lo que fue aquél tiempo. Usted lo sabe. Nosotros somos esa “comunidad histórica” pero una comunidad autónoma, libre, con futuro y proyectos propios. Uno de esos proyectos es el que tiene el gobierno venezolano al que usted debe respeto como respeto debe a todos los gobiernos de este continente que es, precisamente, el que sus antepasados –con honrosas excepciones- asolaron y desculturizaron sin miramientos. Usted debe, -si siente realmente eso que se denomina solidaridad en la igualdad-, recuperar una imagen que el tiempo ha difuminado, usted tiene la posibilidad de hacer posible que la fraternidad entre naciones no sea sólo un hecho de recepción inmigratoria, sino de auténtico respeto institucional y social. Lamentablemente usted ha tirado hacia atrás esa oportunidad.

Sin embargo, todavía es posible el retorno a la realidad.

Usted ha interrumpido en forma despótica la intervención de un presidente de Estado. Y no sólo su gesto es ofensivo e insultante, sino que ha provocado un vacío interpretativo y un olvido de su ajustado papel. Porque el presidente Chávez no estaba atacando al Estado español, el presidente Chávez no hacía una apología de ETA ni una defensa de la ruptura de la integridad de su reino, ni cuestionaba su papel en el presente histórico. Si eso hubiera sido dicho, tal vez, usted tendría el derecho –incluso eso también podría cuestionarse, pero le damos el derecho defender su Estado siendo usted el jefe del mismo- a pedir la palabra, pero nunca a interrumpir histriónica y groseramente a uno de sus pares, a otro Jefe de Estado como lo es usted. Además usted no tuvo el don ni la altura de aceptar un debate que se estaba dando entre dos altos dirigentes políticos. Usted entendió mal y reaccionó peor. Usted confunde la crítica a un político con la crítica a un Estado. Tal vez, lo sucedido sirva para que usted reflexione y profundice en su rol que nadie niega en la realidad española de hoy. Usted nos mostró al mismo tiempo un actitud casi impotente, porque si hubiera querido intervenir en el debate que se desarrollaba tendría que haber pedido la palabra y exponer sus argumentos frente a su oponente político. Pero ya sabe que ese no es su papel, que ese rol no se lo ha dado el pueblo español. Tampoco le ha dado el derecho a humillar a nadie. En definitiva, el único derecho que le ha dado el pueblo español es el de acompañar en este tipo de encuentros al Presidente de Gobierno y a respaldar con su presencia la política de su país, pero no tiene derecho constitucional a determinar la política exterior. Usted ha violado la Constitución, usted ha ofendido a un presidente de un país de una “comunidad histórica”, usted no comprendió que cuando el Presidente Chávez llamó “fascista” al ex Presidente Aznar, lo hizo desde una postura ideológica, denunciando ante todos los presentes lo que fue un injerencia aberrante de un Presidente apoyando un golpe de estado e instando al magnicidio. El ex Presidente Aznar puede ser denunciado como fascista, porque el fascismo, Majestad, es una ideología de poder que niega la participación del pueblo en las decisiones nacionales. Creo que usted ha vivido unos años bajo ese tipo de régimen, su propio padre fue víctima de él, un régimen que el señor Aznar nunca ha criticado. El presidente Chávez tiene todo el derecho a denunciar ese fascismo que muchas veces la democracia disfraza de legítimo. ¿Cómo va a callar un dirigente que ha sido insultado e, incluso, se quiso asesinar?

Muchos medios de su país, Majestad, también se ufanan en este acoso al gobierno de Venezuela difamando y manipulando la información de acuerdo a los intereses estratégicos de las grandes empresas que los financian y los sostienen. ¿O acaso, Majestad, usted ha preguntado alguna vez, cuántas escuelas, cuántos hospitales, cuántos dispensarios en plena selva ha creado el gobierno bolivariano? ¿Usted sabe que ese gobierno ha llegado a cubrir necesidades que durante décadas fueron olvidadas por gobiernos y dirigentes corruptos que jamás pusieron a los sectores mas frágiles de la sociedad a cubierto del hambre y la miseria? ¿Sabe, Majestad, que son esos mismos personajes e intereses los que el señor Aznar apoya y alienta para que regresen a usurpar la soberanía del pueblo, a costa si fuera necesario, como ya lo hemos comprobado, del golpe de estado, del genocidio y en definitiva de la guerra civil tema este del que España puede enseñarnos mucho? ¿Usted sabe, Majestad, que levantar una escuela en un paraje perdido donde hasta hoy no había llegado un maestro, es la auténtica revolución? ¿Ha preguntado, Majestad, cuáles son las realizaciones sociales que está desarrollando el gobierno bolivariano?

¿De qué tienen miedo los medios? Los medios no tienen miedo: crean el miedo afuera para ayudar a recuperar el terreno económico que pierden los grandes monopolios cuando los pueblos deciden controlar sus propias riquezas. ¿Cómo se va a callar un Presidente porque un rey se lo exija? Un Presidente sólo debe callarse si el pueblo se lo exige. No usted, Majestad.

Sin embargo, puede salir de su error. Se puede corregir tamaño despropósito. No es necesario cuestionar el sistema en sí. No se puede negar que lo que llamamos monarquías fueron aceptando, a veces a regañadientes, los cambios que da el tiempo. No estamos en el siglo diecinueve donde un rey era dueño y señor de su feudo. Ya no hay feudos reales. Sabemos que hay monarquías en las que la sociedad en su conjunto alcanza niveles dignos de existencia muy por encima de nuestras repúblicas. Pero no se trata de crear arbitrarios antagonismos. Se trata de poner ese bienestar por sobre todo tipo de estructura política. Ese tendría que ser el verdadero objetivo del gobierno de cualquier nación.

El país que representa, Majestad, la España de hoy, ha crecido hasta ser receptora de miles de inmigrantes que no cuestionan su rol ni su investidura y por el contrario, encuentran en su “reino” trabajo y futuro. Nuestro continente no sabe de monarcas. Nuestras historias nacen precisamente de las luchas contra esa idea de autoridad y se desarrollaron con la presencia y el esfuerzo de muchos de sus compatriotas que vinieron en un ayer no tan lejano perseguidos del hambre y de la violencia, a crear territorios y a construir naciones y no a invertir especulativamente como es el caso de ciertas empresas. Pero al mismo tiempo reconocemos que nuestras independencias alcanzadas no nos salvaron de políticos corruptos y genuflexos a los nuevos imperios y llevaron a millones de seres a la pobreza y a la miseria. Expulsamos a sus antepasados, Majestad, porque intentaron sojuzgarnos. Somos conscientes que aún no disfrutamos de esa libertad en lo económico ni en lo social. Eso también nos recorta la libertad.

Usted ha interferido en la búsqueda de nuestras decisiones. Ha interferido pero no las podrá detener, si ese fuera su objetivo. El Presidente Chávez, junto a la mayoría de su pueblo, ha elegido un camino. Usted, no sólo debe respetarlo, sino que debe ser solidario con el mismo. Lo invito a que tome su tiempo y compruebe los avances que se están realizando en Venezuela. Es cierto que, si sólo ve los telediarios, sostenidos por la publicidad de empresas que desean seguir expoliando nuestro continente, no va a encontrar información sobre la cantidad de escuelas, hospitales, etc. que está levantando el gobierno del Presidente Chávez. Los medios Majestad, no suelen ser la realidad. Y a veces denigran esa realidad y denigran a los dirigentes que se empeñan en ser servidores de sus pueblos. Los medios se quedan sólo ironizando sobre la camisa del Presidente Evo Morales, o los gestos del Presidente Chávez o las arrugas de Fidel Castro. Usted no puede ni debe caer en ese contrabando absurdo y crematístico. Usted es un hombre lúcido. Usted es un estadista que debe meditar con la profundidad que le da la historia y su ejemplo cotidiano. Usted es el más alto representante de un pueblo, no de un canal televisivo. Usted no ha mostrado la defensa de su país en la cumbre de Santiago. Esta vez no fue su 23 de febrero. Pero, como usted sabe, del error se puede volver. Del ridículo, jamás.

Y de ese –llamémosle error- se puede volver. Usted mismo puede acometer esa empresa rectificadora. Como sabe, Majestad, la diplomacia tiene tres niveles: uno público, otro privado y un tercer nivel subterráneo que no es ahora el mejor para salir de esta crisis. En este caso y, teniendo en cuenta la importancia y delicadeza que adquiere lo sucedido, no sería desaconsejable el uso de la diplomacia privada. Tiene usted un cuerpo idóneo de asesores. Y tiene el gobierno un Ministro de Relaciones Exteriores con una excelente “muñeca” diplomática. El señor Moratinos puede ser el centro de esta rectificación. Y si, en última instancia, debe usted, -de la manera más amplia que se acuerde-, expresar su rectificación, esta no sólo sería una actitud personal virtuosa, sino que mostraría a todo un continente que un rey es, en definitiva, un hombre, simplemente un hombre, que a veces también se equivoca y como todo hombre que se precie, lo admite.

¡Juéguese, Majestad! No se calle: rectifique. Trescientos millones de seres esperan su gesto. El gesto de un gran hombre.

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Noviembre de 2007

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