Por amor al arte

 

POR AMOR AL ARTELa desafiante analogía que Oscar Wilde estableció entre el arte y la naturaleza sirvió para validar, en muchos casos, la soberbia de lo que, simplemente es, (y así es ejercido), una de las múltiples expresiones del espíritu humano dentro del límite de lo inexorablemente efímera que es la dimensión de una vida, o un fragmento de historia social, y hasta el

contorno mensurado de un ciclo geológico.

El arte -queremos decir, su manifestación- es siempre exterior a su artífice, es la extrapolación de una magnitud individual hacia el otro numérico. Y como tal expresión de un “interior”, corre -y asume- el riesgo de convertirse en entidad egocéntrica priorizando esto último sobre su propia función y aún, -lo que es más grave- sobre el necesario alcance de sus consecuencias.

El arte es adversario de sí mismo cuando busca sus definiciones coyunturales aprovechando la contemporaneidad de un determinado “período”, o la asociación visual de un entorno, un medio y hasta una esquemática estructura biológica. En esa colisión y en aquél primer plano el arte consume más energía que en la más natural razón de su propia existencia. Intentemos, pues, recuperar su centro en la hermenéutica tarea de exhibirlo en su origen de auténtico deslumbre.

Por eso es tan fascinante este asunto: porque en la simbiosis del hacedor con su obra se infiltran condicionamientos y laberintos. Es en este exacto intersticio -donde se cruzan lugar y tiempo con la intangible materia de elemento y forma-, cuando el artista se encuentra frente -y contra- con la más profunda sustancia de su yo asombrado y asombroso.

No “todo” es arte. Ni el arte es sólo sentimiento expresado. Hay -llamémoslo así- deberes a cumplir, leyes a observar y límites a respetar. Definimos como límites, en este caso, todo aquello alejado de la manipulación, el usufructo de una necesidad exterior y criminal, o la espuria complicidad con los poderes. No significa esto que lo que denominamos arte pueda ser “autorizado” o puesto “fuera de la ley”. Nos planteamos una especie de entropía de toda creación humana, que significaría, sin duda, armonizar ésta con una cosmogonía mucho más amplia y, en definitiva, más trascendente y perfecta.

En ese descenso de magnitudes individuales, del que tan necesitado está el arte, hallaremos, tal vez, un mayor acercamiento entre belleza y sujeto. Si nos imagináramos, -como en un juego-, que la obra consumada hasta nuestros días hubiera infiltrado a las grandes mayorías de todos los tiempos, y a los fragmentados bloques sociales que sólo pugnaron por eclécticas reivindicaciones mediatas sin contención, muchas veces, de éticas o cualidades, podríamos arriesgar la hipotética conclusión de haber hecho posible ya, esa esperanzada consigna de “otro mundo es posible”.

No es tan pesada la misión del arte, por supuesto, pero sí afirmamos que su vallado debe superarse, que debemos “tirar hacia afuera”, así como tiramos desde dentro hacia afuera nuestras realizaciones. Tendremos que salir muchas veces de un estado contemplativo a otro participativo; crear vibraciones inéditas, desconocidas hasta el presente para muchos, establecer una especie de sed de ida y vuelta, de una insalvable ecuación en la que, por un lado, el artista se bate y debate en un ejercicio de pulsión, y, por otro, el receptor, se va posicionando hasta convertirse en ulterior protagonista, acabando la obra, por fin, en un proceso de maravillosa integración. Espectador, hacedor en un aleph finito pero inabarcable. Entonces, aquello que fue “mío para ti”, se transforma en “es nuestro porque es arte”.

No hay mayor incomprensión que la distancia, Acercarla mutuamente es la noble tarea de unos y otros. Desde las dos orillas, como si se miraran de frente las Églogas y las Geórgicas, comencemos a tendernos las manos y las sensibilidades. El arte frente a su destino, que es el hombre mismo, no necesitará de “apellidos” ni frívolos apodos.
El artista, desde la grandeza de su sencillez de su obra creada y creadora, podrá decirnos -como si escucháramos nuestro propio eco- que “así pienso, así siento, así sueño, así imagino, así vivo”.

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