Los «vagos»

LOS VAGOSLos vagos”, que suelen ser generalmente pobres, o sea, gente baja, que tiene muchos hijos, o sea, casi todos los que “no son como uno”, eso que llamamos “populacho”, al que sólo le interesa emborracharse, o sea, esa cantidad inmensa de gente que casi es la mitad de la población, y que por fortuna, moran alejados de los barrios “sanos y limpios”, donde el pedrigueé de la mascota es un signo de nivel y estatus, es decir, esa gente, (nuestra gente), que ocupa puestos de importancia, serios, calificados, etc. ¿no tiene acaso derecho a vivir mejor y a criticar a esa informe masa sucia y casi degenerada con la que a veces, sin poder impedirlo, se cruza?

Tiene derecho. Tiene derecho a poner su culo en la silla que fabricó un vago en un taller de carpintería, tiene derecho a cogerse a su mujer o a su amante sobre el colchón que fabricó un vago en una colchonería de lujo, tiene derecho a cagar en el inodoro que trabajó un vago en una factoría de sanitarios, tiene derecho a masturbarse y la lavarse la vagina o el pene bajo la canilla de agua que forjó un vago en un taller de metales, tiene derecho incluso a vestir su mejor ropa que confeccionó una vaga (llena de hijos) en un taller clandestino, tiene derecho a insultar por lo bajo al vago que tarda en ponerle nafta a su coche que fabricó otro vago en una enorme fábrica automotriz, que levantó otro vago con ladrillos que horneó otro vago, tiene derecho, incluso, a escupir, si pudiera, a esos vagos hijos de puta que cortan las calle exigiendo aumento de salario y que tendrían que estar trabajando, tiene derecho a decir «¡basta de tantos vagos!», sin mirar que todo lo que lo rodea, –TODO-, son cosas hechas, cosas que salen de las manos y de las herramientas que manejan los vagos.

Ahora nos queda una duda: es cierto que lo ideal sería terminar con estos vagos, pero…¿podríamos arreglarnos solos? Es cuestión de intentarlo, ¿no?

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