El día (¿o la noche?) de los libros

 

EL DIA O LA NOCHE DE LOS LIBROSNo mucho tiempo atrás se publicó en algunos medios, en una de esas secciones tipo misceláneas o “curiosidades”, la información que el gobierno de Corea del Sur había decidido que en el año 2015 (es decir, mañana a la tarde) todas las escuelas del país dejarían de utilizar libros de papel para estudiar con libros electrónicos. Más que una información periodística era un presagio.

¿Se nos va el libro de las manos? ¿Lo iremos perdiendo de vista como a esas orillas del mundo que vemos desaparecer desde la nave que nos lleva a un destino desconocido mientras las sirenas de nuestra imaginación salmodian su tautológico argumento? ¿Quién es este e-book que se planta frente a más de dos milenios de palabra escrita, dibujada y publicada, desde las piedras de Altamira hasta la más alemana de las rotativas, para mostrarnos su chulería de nuevo amo del cotarro?

No le va ser fácil. Toda la historia de la humanidad está tocada –y cuando decimos tocada, quiere decir tocada con las manos y hasta con la saliva y las narices- por lo que el mismo hombre ha dejado impreso –aún antes que el señor Gutemberg publicara el “Misal de Constanza”- al paso de sus días, de sus guerras, sus dichas, sus empeños y sus delirios.

De la piedra al papel todo está marcado por la cercanía, por el contacto, la piel contra el mensaje en un acto casi sexual y purificador. No le será fácil hemos dicho, pero por dentro sabemos que ya estamos casi en los inicios de una compleja y amigable colisión. Algo de estos nuevos tiempos se confirman cuando subimos al metro y encontramos a la gente leyendo…sus sms. Salpicados entre la multitud del vagón algún que otro lector “libraico” mantiene el tipo de la tradición. ¿Cuántos libros impresos leerá en su vida un niño que hoy tiene cinco años? ¿Los escritores firmarán tablets?

Nos espera un largo camino en el que convivamos la pantalla y el papel. Por ahora el ejemplar escrito tiene la ventaja de prescindir de la toma a la corriente. No necesita electricidad. El libro impreso siempre está cargado. El otro se agota, tiene que estar cerca de sus estaciones de servicio…tal vez un día sus baterías lleguen a ser atómicas los que les asegurarán una larga vida activa pero, ¡cuidado! podemos encontrarnos mañana en el mismo vagón del metro de hoy con lectores radioactivos. ¿Se perderán inexorablemente los miles y miles de toneladas de libros en los eternos tiempos que nos esperan? Llegaremos a “leer” la Divina Comedia de un chip implantado debajo de nuestro cuero cabelludo? ¿O ya tendremos incorporada la Enciclopedia Británica en el ombligo desde el día del parto?

Por ahora, y mientras el e-book prepara sus cuerpos de inteligencia para detectar piratas atacantes, nosotros, “los de entonces”, seguiremos temblando cuando nuestras manos toquen la ternura del libro, cuando nuestros ojos descansen en las palabras que se apoyan en las páginas acogedoras de la historia y cuando nuestros corazones nos digan que el futuro siempre es inexorable, pero…si tarda un poquito sería mejor. El día del libro, aún, huele a tinta y a rosas bajo un sol enamorado.

IMPRENTA copia

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