Hebe de Bonafini

Esta entrevista fue realizada a principios de diciembre de 2005 en la «Casa de las Madres«, en la ciudad de Buenos Aires y fue publicada el mes de marzo de 2006 en el semanario LA PAU, (suplemento de la revista El Triangle) editado en Barcelona. Y aquí tienen, amigos míos, la reproducción del reportaje en toda su extensión. La figura de Hebe de Bonafini, Presidenta de la «Asociación Madres de Plaza de Mayo», trasciende, por supuesto, un simple texto, para configurar el perfil de quien ya es un referente histórico, tanto en la República Argentina como a nivel internacional.

“PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS: PARA QUE NO SEAN TAN ASESINOS, PARA QUE NO SEAN TAN TORTURADORES…”

HEBE DE BONAFINI 2

A treinta años del golpe de estado de 1976, ¿cómo recuerda usted aquellos primeros momentos?

Cuando llegó el golpe creo que muy poca gente pensó que iba a pasar lo que pasó. Que iban a existir campos de concentración. Muchísimos de nosotros no pensábamos que sería tan feroz. En los primeros tiempos no nos dábamos cuenta, no teníamos conciencia de que estábamos frente a algo tan terrible como era la dictadura. Por eso, al principio, cuando comenzaron las detenciones, decíamos que habían sido secuestrados, detenidos. Secuestrados porque no estaban en ningún lugar. Pasó algún tiempo hasta que denunciamos que eran detenidos desaparecidos. Cada uno, con lo suyo salió a buscar los hijos. Vivimos momentos muy duros, los más difíciles de nuestras vidas, porque no sólo se llevaron a nuestros hijos sino también fueron atacadas nuestras casas, incendiadas, quedamos sin trabajo. Tuvimos que salir, como quien dice, a enfrentar un maremoto.

111 (1) La muerte estaba todo el tiempo en la calle. En la ciudad de La Plata –donde yo vivo- mataban a los “pibes” (muchachos) y los dejaban tirados todo el día en la calle desangrándose para que la gente los viera y cundiera el terror. A pocos metros de mi casa sacaron a una “piba” (muchacha) embarazada y la mataron a balazos y allí la dejaron, horas y horas. La gente se escondía porque la “cana” (policía) se quedaba rondando con las ametralladoras. Así pasaban también con esa prepotencia los autos tirando tiros desde las ventanillas abiertas. Los tristemente famosos Ford Falcon verdes.

Implantaron el terror de una forma espantosa. También lo hacían para aislar a nuestras familias. Nosotros éramos las madres de los “terroristas”, nuestros hijos eran los “terroristas”. Era una manera de justificar lo que estaban haciendo, apoyados, por supuesto, por la iglesia, por la dirigencia sindical y muchos políticos, jueces, etc. Los “milicos” (ejércitos) no lo hicieron solos. Eso, para nosotros, quedó claro luego, no al comienzo de nuestros reclamos. Después de recorrer un largo trecho nos dimos cuenta que había complicidades. Y pasó bastante tiempo hasta que nos dimos cuenta que los chicos no iban a volver. Recién en el año 1979, cuando vino la «Comisión Interamericana de Derechos Humanos«, y que se habló de blanqueo, empezamos a tomar conciencia que los chicos no volvían.

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De 1976 a 1979 un cono de sombra…

Había como una espera, una expectativa. Adonde íbamos, llevábamos la ropa, los medicamentos que tomaban nuestros hijos cuando se los llevaron, si usaban anteojos, cepillo de dientes, todo lo que sentíamos que hubieran necesitado en esas circunstancias. De inocentes que éramos. Y aunque fue en el 79, donde se nos abrió los ojos, ya antes, habíamos leído informe de campos de concentración. Algunas madres no querían leerlos. Eran informes que se filtraban. Pasamos varios estados. El primer estado el de la locura de encontrarlos, los quería su encontrar: buscabas y buscaban para encontrarlos. Cuando nos íbamos enterando que había torturas que desarmaban a la gente (una de las cosas más horribles era ese pibe montonero que le habían cortado las piernas y lo pusieron en un pozo) no queríamos escucharlo, pero empezamos a darnos cuenta del horror y algunas no querían leer los informes de los campos de concentración.

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Nosotros decíamos que teníamos que leerlo para saber hasta dónde se daba la ferocidad del enemigo, para saber cómo nos vamos a manejar con un enemigo tan feroz. Y ahí, poco a poco, nos fuimos dando cuenta. Entonces preferíamos que los hayan matado el primer día. Este era el otro estado. Porque preferíamos eso al recuerdo horrible de aquello de las piernas cortadas. Después, cuando en el año 78 salió algún detenido desaparecido que estaba en la ESMA, o en algún otro campo, cuando empezó a salir cada tanto uno y nos contaba, entonces nos crecía la esperanza que si ellos salían, que si alguno de ellos salía era porque había resistido la tortura, entonces teníamos la esperanza de que nuestros hijos podrían haber resistido también las torturas, y otra vez los queríamos encontrar. La tortura de la imaginación.

Todo el tiempo nos torturaba la imaginación. Porque vos no cerrabas la puerta. Hubo gente muy atacada que se sentó en un sillón de su casa y no se levantó más, esperando al hijo. Madres que ponían todas las noches la mesa con la comida que le gustaba al hijo. Madres que cambiaban la ropa a la moda de sus hijas mujeres desaparecidas y se las colocaban en el ropero. Una madre murió, pobrecita, loca, porque no quería entender que su hijo no iba a volver y también ponía todas las noches la mesa servida para él. Fue algo muy terrible. De muchas maneras te torturaba.

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Mi marido trabajaba en el taller naval, y un día, uno que era de la base de los submarinos -se llamaba Peccino y que alguna vez, cuando yo era jovencita, andaba detrás de mí- amenazó a mi marido: “»Decile a Quica -a mí me llaman Quica- que yo sé muy bien todo lo que ella está haciendo«.” Fue al taller naval a buscarlo para decirle eso. El tipo era de la base de submarinos de Mar del Plata. En la dictadura nos hicieron de todo, de todo. Yo me quedé sola en City Bell, porque había muerto mi marido y no quería que mi hija se quedara conmigo, pues yo estaba siendo atacada, permanentemente atacada por la noche. Recuerdo que una de las noches, que tampoco podía dormir, escuchaba ruidos tremendos arriba del techo. ¿Sabés lo que habían hecho? Ataron una lata a la pata de un sapo, y el sapo saltando arriba del techo, con la lata atada. Toda la noche.

¿Cómo pudieron las madres mantener sus reclamos frente a una fuerza tan poderosa?

Tuvimos que ser muy fuerte para enfrentar las cosas que nos hicieron. Fuertes para controlar la plaza (Plaza de Mayo) y fuertes para enfrentarnos, incluso, con los otros organismos de derechos humanos, pues nos decían que enfrentarse a la dictadura era peligroso. Recordá que a fin de año de 1977 se llevan a las mejores tres madres, a las que sabían qué había que hacer, las que sabían cómo se hacía una carta, a Azucena Villaflor, que nos dijo: «“¡Vamos a la plaza!”» Ella pertenecía a una familia peronista muy comprometida. La fueron a esperar el 10 de diciembre en la esquina de la casa. Se llevaron también a Esther Ballestrino de Careaga, que venia huyendo de la dictadura paraguaya y Maria Eugenia Ponce, que trabajaba con ellas en proyectos el tercer mundo.

Las secuestraron a las dos en la iglesia de Santa Cruz entre el 8 y el 10 de diciembre del 77. Las tres mejores madres. Las secuestran porque eran las mejores, las que opinaban. No secuestraron a cualquier madre. Sin embargo se habla poco de estas madres, de las tres mejores madres de nuestra organización. Tendría que salir esta información bien grande en todos los medios del mundo. Después que se las llevaron nadie quería volver a la plaza.

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Tuvimos que volver a empezar. Íbamos casa por casa. De 200 madres que éramos cuando se llevan a Azucena, quedamos 20. ¿Quién iba a ir a la plaza? Tuvimos que retomar todo a medida que iban saliendo los informes de los campos de concentración. Pero ahora nosotras teníamos a los hijos y a tres madres desaparecidas que no podíamos abandonar. Todo era una tortura. Porque a algunas se nos llevaron en un año y medio a todos los hijos que teníamos. Además, a los cuatro o cinco años, nuestros maridos murieron todos. Más de 500 papás.

¿Los hombres resistieron menos por llevar un dolor más contenido?

Exacto. Se hicieron estudios sobre eso. Ahora sólo tres madres tienen marido. Las demás somos todas viudas. Todos los padres murieron, o de ataque del corazón o de cáncer. Cuando mi marido enfermó, -nadie lo sabía- el médico me dice lo que tiene. Nadie más lo sabía. Pero teníamos los teléfonos tomados (intervenidos). ¿Que pasó? A la semana de hablar con el médico me mandan una corona de flores a mi casa. Mi marido todavía caminaba. Recién se le había detectado el cáncer. Otro día me mandaron una mortaja. Estas son las cosas que nos hacían.

¿Por qué este golpe fue tan cruel, tan sanguinario?

Porque los chicos eran muy fuertes y estaban bien organizados. Tenían una muy buena organización. Y a pesar que había muchas organizaciones revolucionarias, muchas veces se juntaban para realizar acciones conjuntas. Lo de Trelew, por ejemplo. El golpe se dio también para que nadie se reorganizara. Para que la gente se disparara, fue como tirar una bomba. La gente se escondía donde podía, dejaba la casa, todo tirado, quemaba todo. La gente no quería esperar que le pase eso. ¿Por qué la ciudad de La Plata y su Universidad fueron tan atacadas?

Porque los pibes estaban muy organizados. Mi hijo mayor desapareció en febrero del 77, el menor en diciembre y mi nuera al otro año. Un día una piba me llamó por teléfono y me comentó: “ Hay un auto con tipos de civil en la puerta de tu casa». Me preguntó si estaba sola y le respondí que sí, efectivamente, estaba sola. Entonces la piba me dice: “Mirá, yo voy a soltar el perro y salgo corriendo detrás de él para que ellos vean que ya los vi”. Una piba valiente, me quería proteger. Salió nomás a correr al perro. ¡Al otro día le balearon la casa! Porque mi teléfono, como siempre, estaba tomado.

¿Fue siempre tan precisa y afinada la represión?

Así es. Todavía no se hablado lo suficiente para saber cómo fuimos reprimidas y perseguidas. Fue la organización más reprimida. Nos llevaban presa todos los jueves. Lo primero que nos hacían en la plaza era pedir el documento. Cuando venía una madre nueva los tipos le pedían documentos. Los pasaban por esa máquina el «digicom» que te tenían en el auto, en fin, todo muy aparatoso. Entonces fue cuando inventamos que todas les diéramos el documento. Imaginate, éramos casi doscientas madres mostrando sus documentos. Los tipos se pasaban horas revisando.

00 (9)00 (4)Entonces, nos llevaban presa de a una. O de a dos. Y nos encerraban en una celda. Las familias no sabían dónde estábamos, no te decían a que comisaría te llevaban. Nosotras salíamos corriendo atrás de las que se llevaban. No sabíamos adonde iban, no había abogado que te defendiera. Cuando comprobaron que igual volvíamos otra vez a la Plaza, entonces nos encerraban con un muerto en una celda. Un chico o una chica muerta toda la noche. Nadie lo podía mirar. Alguna madre dice que vio una vez, pero yo nunca los miré.

Hasta 60 madres fuimos presas al mismo tiempo. Decidimos que cuando llevan a una madre tenemos que ir todas. ¿Qué hacíamos en la comisaría? Cantábamos el himno y rezábamos. Primero porque la policía tiene miedo a dos cosas: al rezo y al himno. Cantábamos el himno y la policía tenía que cuadrarse –no te va a pegar mientras cantas el himno- y luego rezábamos así: «“Padre nuestro que estás en los cielos para que no sean tan asesinos, para que no sean tan torturadores..».” Todo eso fue una batalla muy dura. Porque hasta la misma policía llamaba, por ejemplo, a mi hija, que era pequeña y le decía “tengo a tu mamá”. Mi hija se encerraba en la pieza con los dos perros que teníamos.

¿Cuales fueron entonces los años más duros?

Todos, desde el 76 al 83. Hasta que vino el gobierno constitucional. Cuando subió Alfonsín (Raúl) teníamos algunas esperanzas. Pero ahí, las madres estuvimos más solas que nunca. Porque ante aquel avance de los milicos mucha gente vino la plaza, empezó a acompañarnos, decían “a estas mujeres no hay que dejarlas solas”. Muchísima más gente que iba perdiendo el miedo. Pero cuando llegó Alfonsín nos quedamos otra vez solas porque el decía que éramos una mala imagen en la plaza, que había que dejar la plaza. Un día, incluso, mandó a un montón de jóvenes con la boina blanca hacia donde estábamos nosotras. Yo los eché y les dije “»Si ustedes no vinieron en la dictadura ¿por qué van a venir ahora?» Las madres luchamos por nuestros hijos sin partidos políticos. Nosotras decíamos, mientras los milicos estén en libertad y no volvamos a casa con nuestros hijos, la Plaza la vamos a defender, como la de defendimos con los con los milicos. Todas las madres radicales, (del Partido Radical) que son las madres de La Plata en general, son las que se fueron entonces de la organización, dejaron de ir a la Plaza: Alconada Aramburú, Sánchez Viamonte. Toda esa gente que tenía también sus parientes desaparecidos no fueron más a la Plaza. Y también con algunas otras madres de Buenos Aires, de clase alta. Y ahí empezamos a tener inconvenientes con las que se llaman «Fundadoras».

¿Lucha de clases dentro de la organización?

Así es. Nosotras decíamos entonces que con Alfonsín había medio milico en el poder, en vez de milico entero. Y no les gustaba. Ya teníamos muchas diferencias. En el 86 se van ocho personas de la organización, que son las que se denominan «Fundadoras». Pero realmente la organización es la nuestra, porque nos quedamos acá, nosotras no nos fuimos. El tema fue conflictivo porque estábamos en una lucha de clases, aunque no lo quieran entender, aunque ellas digan que no, acá hay una lucha de clases, porque las que se fueron son todas de clase alta: la mujer del embajador, la empresaria, la mayoría de clase alta.

Pero la ronda la hacen juntas

Si, pero con otros carteles. Nosotros ponemos: “»No pago a la deuda externa«”. Nosotros somos como 30 madres, y ellas son ocho.

 

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Vuestras consignas son de tipo político

La «Línea Fundadora« pone un cartel por los 30.000 desaparecidos. Nosotras decimos “»No pago de la deuda externa«” o “»Resistir es combatir”» que es muy diferentes. Y tenemos todo esto: la Universidad de las Madres, ahora estamos haciendo radios,  en fin, tenemos peso político. También es lo mismo una organización en un escritorio que una organización en una plaza, que te llevan preso, que te queman la casa, que van por los techos. No es lo mismo, porque las más atacadas fuimos las madres, las únicas que sufrimos secuestros fuimos las madres, no secuestraron a nadie de otro organismo de derechos humanos, por suerte. El ataque se centró sobre nosotras 00 (6)

Cuando las madres me eligen a mi como presidenta -y me eligieron un montón de veces- pensando siempre que no podíamos abandonar a nuestros hijos, que por más que nos pegaran, lo peor nos había pasado, que fue llevarnos a nuestros hijos, no podíamos aceptar nada de lo que nos ofrecía el capitalismo. Con Alfonsín el capitalismo dijo que, a seis años ya de desaparecidos: presunción del fallecimiento. Nosotras rechazamos esa barbaridad. ¡Quién nos va a decir! ¿Como alguien que determina por un decreto que están presuntamente muertos? fueron aceptando: homenajes póstumos, plaquetas, una placita, flores al río…fueron aceptando exhumaciones de cadáveres.

Alfonsín hacía exhumación de cadáveres ¡todos los días a la hora de comer! ¿Qué es un era eso? Los milicos dejaban los chicos tirados muertos en la calle para que nadie se reorganice, cuando vino Alfonsín no había muertos en la calle, pero tenían miedo que la gente se reorganizara, porque había mucha bronca. ¿Cómo evitaban que se reorganicen? Mostrando cadáveres por televisión. Todos los mediodías mostraban restos humanos.

Decían entierros clandestinos. Nosotras respondíamos que no eran nuestros hijos, que donde hayan caído queden ahí. Nosotras no queremos cadáveres. Nuestros hijos viven con lo que hicieron, viven con lo que nos enseñaron, viven por lo que nos dejaron, y no hay tumba para enterrar a un revolucionario. Las consignas de la madres «“Aparición con vida”, “Luchemos por la vida contra la muerte”«. Una batalla grande. Entonces dijeron “¡Ay qué escándalo, las madres no quieren los restos de sus hijos!» ¡No, no queremos!

¿Esta es, entonces, la postura de ustedes?

Es no reconocer la muerte de nuestros hijos de ninguna manera ¡y mucho menos aceptar la reparación económica! Yo tengo tres desaparecidos: 750.000 dólares, igual a madre millonaria. Pero sin hijos. La excusa de quienes aceptaron este pago es que lo hacen para cuando los hijos por aparezcan, o que se yo qué. ¡No! ¡Nosotras no queremos reparación económica porque la vida de un revolucionario no puede tener precio! Ni a la vida de nadie se le puede poner precio. Pero además, tenés que firmar cuándo crees que tu hijo murió, no que lo que lo asesinaron ¿Yo voy a firmar la muerte de mi hijo? ¿Yo voy a poner cuándo creo que lo asesinaron? ¡Es una locura eso! Es también una manera de vender la sangre de los desaparecidos. Las madres decimos: el que cobra la reparación económica se prostituye. Te están pagando por el asesinato de tu hijo. La justicia no se puede pagar con plata, no hay plata en el mundo en el mundo para reparar este horror.

También nos enfrentamos con todas las organizaciones de derechos humanos y seguimos enfrentadas. No tenemos ningún tipo de relación porque nosotras pensamos absolutamente diferentes: no aceptamos un solo peso de reparación. Ni de cuando fue la represión del 2001 cuando siete madres fuimos heridas. Si yo me pongo al frente de una marcha y les grito «¡hijos de puta!» a los milicos, como hicimos las madres que les gritamos «¡hijos puta!» durante diez minutos, sabemos lo que nos puede pasar. ¿Que después van a venir a darnos veinte mil pesos porque nos hirieron?

De ninguna manera. La gente tiene que acostumbrase a hacer la revolución poniendo el cuerpo, no pensando que si lo ponen y si le pegan mucho mañana le pagan. ¡No! Todo lo que el capitalismo nos ofrece nosotras lo rechazamos. Estados unidos mandó la plata, preparó a los milicos en la escuela de Panamá o de las Américas, mandó armas y después mandó a los antropólogos. Los primeros fueron antropólogos norteamericanos, que nos vinieron a decir quienes eran los muertos que ellos habían matado o ayudaron a matar. ¡No me digas que no es irónico! Todos los organismos de derechos humanos los aceptaron, menos las madres.

No aceptamos la CONADEP, no aceptamos los antropólogos. Nosotras no queremos saber nada con la muerte. Nosotras tenemos que ver con la vida. Por esto este viaje que hemos dado, de dedicarnos a la educación, a la formación, a abrir escuelas primarias, la radio, la Universidad, la imprenta, la librería, todo lo que tenga que ver con la vida, que es por lo que lucharon nuestros hijos. Para que haya un pueblo informado, un pueblo educado, para que se pueda defender. Esas son las diferencias abismales con los organismos de derechos humanos. Que siguen con el tema de abrir los campos de concentración para que la gente los visite. ¡Es una locura! Yo quiero que la gente visite la vida, no la muerte.

Sin embargo, los medios se inclinan más a destacar la actividad de los organismos de derechos humanos que la de las Madres de Plaza de Mayo. ¿A qué atribuye usted esto?

Los medios promueven la muerte. Todo lo que tenga que ver con la muerte: que se abran los campos de concentración que se abren para que la gente los visite. ¿Cuántas veces podés ir a ver un campo de concentración a ver como hicieron pedazos a las persona? Una vez. Nosotras abrimos centros culturales. Nosotras no queremos que se identifiquen a las madres con la muerte, a pesar que la muerte nos pasó por encima, porque sino, ¿como les damos esperanzas a un pueblo y a los jóvenes? La esperanza de un pueblo es avanzar. A esta casa viene gente, desde las diez de la mañana hasta la noche. Algunos son investigadores, estudiantes, etc. porque nosotros lo que hacemos, es esto: formar y educar a la gente para la lucha.

Ustedes se entrevistaron con el Presidente Kirchner

Así es. Las madres tomamos esa decisión. Yo fui un día y le pedí una entrevista para decirle: “Mire, Presidente, nos equivocamos. Durante mucho tiempo dije que Menem y Duhalde y Kirchner eran la misma mierda. Y usted no es la misma mierda que los otros.” (Así se lo dije, con estas mismas palabras.) “Así que le pido disculpas. Yo voy a decir delante de la prensa que las madres nos equivocamos. Y desde ahora en más vamos a tener otra relación”.

Nos parece que es una maravilla lo que está haciendo el Presidente. Cuando en algunas cosas no estamos de acuerdo inmediatamente hacemos un comunicado. Cuando nosotras le dijimos al Presidente que íbamos apoyar lo que estaba bien y a criticar lo que estaba mal, le hicimos una lista de los tipos que queríamos que eche. Y al día de hoy tuvo que echar a todos los que dijimos las madres: Beliz, Duhalde, Lavagna. Le pusimos a Scioli. Para nosotras, la relación con el gobierno es muy, muy importante. Toda la izquierda nos criticó, dijeron que las madres nos hicimos kirchneristas. No, nos hicimos kirchneristas, empezamos a ver un momento político latinoamericano diferente

¿Qué opinan ustedes del museo que se pretende crear en la ESMA?

00 (8)Nosotros no tenemos nada que ver, no queremos formar ninguna comisión de la ESMA, no estamos con el museo. Si en algún momento la ESMA es expropiada, -lo que todavía no está claro- nosotros queremos ahí un espacio para abrir un centro cultural donde los jóvenes de todo el país vengan a pintar, a escribir, hagan teatro, etc. Hagan lo que crean que tienen que hacer del pasado, del presente y del futuro. Para nosotras la memoria es, en definitiva, todo lo que hacemos, es por nuestros hijos. Lo que recibimos lo recibimos en nombre de ellos.

Tiene que ser la memoria que fertilice, sino es la memoria de la muerte, la que pone la lápida, la que termina con todo, la que te dice: bueno, se terminó todo, se terminó la ideología, se terminó todo. ¡No! Nosotras queremos fertilizar lo que nuestros hijos nos enseñaron. Con lo que mis hijos me enseñaron. Como cuando mis hijos me decían, por ejemplo, “»Mamá, ¿podemos traer a un pibe a casa? Viene por una semana«”. Y el pibe se quedaba tres meses.

Mis hijos lo dieron todo, nunca se quedaban con nada. Yo les compraba ropa y al otro día no la tenían más porque la daban. Me decían eso era la solidaridad, que había que dar lo mejor que uno tiene, me decían que nosotros estábamos mal acostumbrados. Yo les preguntaba qué había que dar, que a veces teníamos algo que sobraba y ellos me respondían que no, que había que dar lo mejor que uno tiene. Con esos hijos que una tuvo no se puede, de ninguna manera, aceptar lo que el capitalismo ofrece.

Nuestros hijos nos enseñaron a leer el diario, qué noticias había que leer, nos enseñaron a dar, como te dije, lo mejor que tenían. Cuando el mayor se recibió de científico – físico nuclear- me preguntó una vez: «“¿Para qué estudio mamᔠYo le respondí que para que no tengas que trabajar como tu padre. Y el me contestó: “»No, mamá yo quiero ayudar al país. Si el país me da todo gratis, y yo estoy estudiando gratis el secundario, gratis la Universidad, yo tengo que devolverle al país, no puedo pensar en ganar plata”«. Entonces con esos ejemplos que te dan tus hijos de ninguna manera podés aceptar todo lo que el capitalismo te quiere dar.

 

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¿Cómo se dio este proceso de pasar de ama de casa a convertirse en una dirigente de tanto peso nacional e internacional? ¿Tenía algún tipo de vocación inicial?

A mí siempre me gustó estudiar, pero mis padres no me podían dar estudios porque éramos muy pobres y trabajaban mucho para podernos sostener.

¿Qué nivel de estudios tuvo?

Apenas terminé la primaria

¿En que trabajaba su padre?

Mi papá era sombrerero, prensaba el pelo y la lana del sombrero en una prensa, siempre con agua. Terminó con un reumatismo que los 58 años ya no podía caminar. Eran trabajos infames. Mi madre siempre fue costurera. Y como los hijos éramos un varón y una mujer a mi me mandaban aprender corte y confección. Yo lloraba y no quería. También bordado. La profesora le dijo que mi madre: “Sáquela, esta chica no quiere aprender”. A mí me gustaban los libros, me gustaba estudiar. Cuando tuve que trabajar para mantener también mi casa, y ya estábamos en mejor posición porque mi marido trabajaba en la destilería, mis hijos me decían: “¿«Por qué no leés, mama«?” Me decían eso y yo les decía “»No, para eso están ustedes, y yo estoy muy cansada, la política la están haciendo ustedes.» Pero me  fueron trayendo algunos libros.

El primero fue uno de Neruda. Yo no entendía nada: que Neruda escribía una cosa y quería decir otra. ¡Qué demonios! Mi hijo me trajo “»La espada encendida«” Yo les decía “No entiendo esto”. Mi otro hijo me trajo “»Bomarzo«” Nunca la pude leer. Tiempo después, cuando me tocó esto de las madres y me eligieron por segunda vez presidenta, pensé que ya tenía muchas responsabilidades y que yo tenía que leer, tenía que estudiar. Me mandaron, junto con otra madre que tampoco sabía nada, al primer congreso de mujeres que se hizo en Ecuador. Cuando estaba en el congreso, escribía, pero si escribía no escuchaba y si escuchaba no escribía. Hablaban de síntesis. Yo no sabía que puta cosa era la síntesis.

Para mí había palabras que no me entraban, no eran mi léxico, no entendía lo que eran. Entonces, comencé con más fuerza a leer, y hasta el día de hoy leo hasta tres libros por vez… Es cierto que uno en la calle aprende mucho, pero luego, también, hago de cada viaje un diario, de lo que pasa, de lo que veo, lo que veo en la gente, dónde los veo, con quién los veo. ¿Sabes lo que pasaba? Que yo quería representar a las madres, y a mis hijos. Me decía a mí misma que no podía fracasar.

9 (1)9 (2)Cuando me invitaron por primera vez a Palestina me di cuenta que sabía muy poco del tema. ¿Cómo iba a ir a un lugar del que, casi, no sabía nada? Era una falta de respeto para esa gente que me invitaron porque me querían, y querían que yo hable. ¿Pero qué digo? Yo creo en los milagros, no creo en dios, ni en la virgen, ni nada de esas cosas, pero creo en los milagros. Porque mi vida está llena de milagros. Porque yo soy una mujer que no estudió nada y ahora puedo hablar y expresarme para que la gente me escuche. No encontraba nada sobre Palestina y de pronto, al cerrar una puerta, se me cae un libro a la cabeza. ¡Era un libro sobre Palestina! (risas) Hay cosas, de verdad, que son absolutamente milagrosas en mi vida. El libro era pequeño, pero me lo aprendí de memoria. Quería saber, no sólo los problemas generales, quería saber qué pasaba con las mujeres.

Algo de aquél deseo de querer estudiar de su infancia debía existir para sostener esos esfuerzos.

Cuando mi mamá, a toda costa me quiso mandar aprender oficios, me mandó a un colegio de monjas, donde las pobres, para pagarnos las enseñanzas, teníamos que limpiar el colegio de la Misericordia, que era el de las ricas. Ahí comencé a ver las diferencias. Me preguntaba por qué teníamos que comer en otras mesas, por qué comíamos en mesas diferentes.

¿Cuántos años tenía?

Ahí tenía doce para trece. Una vez se preparaba una kermés -yo siempre fui muy creativa, me gustaba hacer cosas diferentes- y habían traído muchos hules-. Con recortes de esos hules armé unos bolsones. Estaba contenta. Llegó la kermés y no me dejaron ir. Las pobres no podían ir a la kermés de las ricas. Te imaginás la bronca que te agarra de esas cosas. Una ya se va cuestionando la esencia de las cosas. Las monjas me pusieron en telares y me recibí de profesora de telares. Pero con bronca también. Me dije: “¿ahora qué hago?” Ya tenía quince años. Inventé un ponchito para niños, con flecos, prendidito con botoncitos, chiquito, sin mangas, una cosa que no existía, y se lo llevé a un hombre que vendía ropa de bebé. Después de decirme que estaba muy lindo me preguntó cuántos años tenía. Yo le respondí: “15 años voy a cumplir”. Él me dijo: “Sos chiquita para hacer esto. Esto no lo puedo vender acá en la plaza, pero lo voy a llevar a Córdoba”. Me vendió tantos ponchos que tuve que hacer que un montón de amigas mías, del dique, mujeres más grandes que yo, se compraran un telar para tejer todo lo que el hombre me había vendido.

¿Tenía un telar en su casa?

Si, claro, uno de pedal. De pronto teníamos una cooperativa, sin saber que teníamos una cooperativa. Cada una compraba su lana y cada una cobraba por lo que hacía. Todas eran mujeres casadas. Pero yo no me conformaba con eso, porque siempre tenia la idea de estudiar. No pude. Después cuando quise estudiar, que ya podía, mi marido no quiso. “»¡No, que vas a estudiar, hay que atender a los hijos!«”, etc. Mi marido era muy machista, un machista terrible. Me decía: “Vos sos mía” Y yo le contestaba: “»No, yo soy libre y voy a hacer lo que quiero”«. Fui muy feliz con mi marido, todavía lo amo muchísimo. Aquellas eran las cosas que hacia, después cuando fui mas grande, que ya tenia a los chicos y siempre la idea de hacer algo, me fui de voluntaria al Hospital de Niños de La Plata. Mis hijos que ya tenían alrededor de 16 y 17 años me reprochaban: «“Mamá, vos estás sirviendo al sistema capitalista”». Incluso me explican que con lo que yo hacía había menos enfermeras, le sacaba el trabajo a las enfermeras, le daba las manos a las monjas. De verdad que era así, pero yo no lo quería entender. Yo deseaba hacer algo, y me parecía que era bueno lo que hacia por los chicos. No pensaba que las monjas del hospital me usaban. Que se ahorraban enfermeras.

Yo salía a pedir y la gente me daba. Un día se hace una fiesta y veía que todas las que estaban mi alrededor se hacían ropa. Yo pensaba que teníamos que poner eso para el hospital. Entonces me di cuenta que mis hijos tenían razón. Ahí me di cuenta que estaba pateando para el otro lado. Pero tuvieron que pasar tres o cuatro años para esto. Porque yo no lo quería aceptar, pues les decía a mis hijos que eran unos exagerados, que para ellos todo estaba mal y que yo iba a seguir haciendo lo que quería.

¿Conversaba mucho con sus hijos?

¡Muchísimo! Siempre fui de mucho dialogo, de discutir las cosas, de saber lo que estaban haciendo. Mis hijos me tuvieron muchísima confianza. Sabía que el menor estaba en la lucha armada, y el mayor en la solidaridad. Mi hija menor, ya con diez años, cuando caía una casa, la mandaban con la bicicleta a mirar que estaba sucediendo. Y regresaba con la información que había policías uniformados y de civil. Un día, la nena viene y le dice a mi hijo Jorge que en la carnicería había visto a la mujer de un desaparecido que le llamaban “el correntino”. Mi hijo le respondió que debía estar equivocada, que no podía ser, qué cómo podía saber eso. Pero, en efecto, era la mujer de “el correntino”, y estaba señalando la casa de mi hijo, que después cayó. En síntesis, éramos una familia que teníamos conciencia de lo que pasaba.

9 (3)Cuando desaparece mi hijo Jorge, la nena me pide que quiere ver a Raúl, mi otro hijo y que él también la quería ver. Yo le contesté que eso lo tenían que decidir ellos mismos. (Había una imprenta en la casa de mi hijo. El día que la pusieron hicieron un pozo enorme -era un departamento de piso bajo- pusieron un toldo para tapar, pero era mas alevoso poner un toldo que hacerlo al descubierto. Comenzaron a sacar la tierra, cantidades de bolsas, y la preocupación de que el vecino de enfrente pudiera sospechar algo. Sabíamos lo que hacíamos, no éramos tontos) Le comenté a mi marido el deseo de nuestra hija y de su hermano. Me respondió que si estaba loca, que los iban a llevar a los dos. Pero yo le dije que si la nena podía ir con una bicicleta a ver si cayó una casa, podía, también, ir a ver a su hermano. Y mi hija decidió que sí. Lo estuvo viendo todo el tiempo al hermano, desde febrero hasta diciembre. Y nunca nos dijo dónde lo vio, ni cómo lo vio, Tenia 10 años. Hasta el día de hoy, que tiene cuarenta años, nunca le pregunté qué hablaba con el hermano. Un día su maestro me dice que la había visto junto a un muchacho grande, que tuviera cuidado porque era chiquita. Lo tranquilicé al maestro respondiéndole que tal vez haya sido algún pariente. Sabía que era mi hijo.

Nunca les dije a mis hijos que no hicieran lo que estaban haciendo. Pensé que había que respetar lo que hacían ellos. Mi hija es muy valiente, me ha ayudado, me ha acompañado. Cuando fue a Cuba para curarse de sus ataques de pánico, invitada por Fidel, los cubanos le ofrecieron quedarse a vivir allí, pero mi hija les respondió que les agradecía pero que su madre estaba luchando en Argentina y que regresaba a su lado. Y se vino. Yo nunca quise custodia ni nada de eso.

9 (5)9¿Todas las madres tienen esa actitud frente a la lucha de sus hijos?

No, unas crecieron más que otras. Algunas madres no crecieron. Lo que sí, es cierto, es que estas madres de nuestras organización somos las mas duras porque entendimos la lucha de los hijos. La madre que no respeta y que no reivindica la lucha revolucionaria y guerrillera de sus hijos es la madre que no está en la organización. Hay muchas madres que no quieren ni que le hablen de la lucha de sus hijos. Cuando vos tenés tus sueños para que tus hijos estudien, tener una casita, para tener esto, para tener un autito. Yo siempre le digo a la gente no se crean que auto ni casa, no, no hay nada de uno cuando viene una dictadura te patea todo, peor que el sunami. Es mentira que tenés tu casa, tu auto, mi cacerola, mi microondas, no hay nada tuyo cuando viene una dictadura.

¿Nunca sintió temor?

No. ¿Que peor me va a pasar? ¿A vos te parece que no me pasó poco? ¿Algo peor me puede pasar? No hay nada peor. En la época de Menem esta casa de las madres, fue atacada 11 veces en 45 días. Entraban y rompían todo, robaban todo. Y en mi casa, por supuesto, también. A mi casa la atacaron dos veces y también agredieron y atacaron a mi hija. Mi hija y yo hemos sido muy, pero muy perseguidas

¿Cuál es el vínculo entre España y las Madres?

Hay mucha solidaridad, pero con los gobiernos es distinto. El de Aznar nos pegó muy duro diciendo que yo estaba con la ETA, quiso cortar todos los proyectos de solidaridad, por suerte no lo logró y siguen estando. Ahora le envié una carta muy crítica a Zapatero por esta represión que hubo con la gente que se subió a la reja para cruzar la frontera. De la misma manera que lo felicité por retirar las tropas de Irak apenas llegó al gobierno.

¿Hasta cuando las Madres?

Mientras podamos tener un corazón que late vamos a estar aquí. Tenemos una madre de 93 años, que el otro día nos acompañó para inaugurar la radio de las Madres en La Plata, otra, Juanita, que tiene 91. Yo cumplo el domingo (4 de diciembre de 2005) 77. Tengo muchos años, pero también tengo muchas ganas, tengo mucha fuerza. Y están los compañeros que dirigen la imprenta, que ayudan en todo, chicos muy inteligentes. El futuro.

http://www.madres.org/

Carta al Presidente del Gobierno español:

Al Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero y a los integrantes del gobierno:

En estos días, frente a acontecimientos muy dolorosos, estoy recordando cuando mi abuela con sus seis hijos, entre los que se encontraba mi padre, huyendo de la hambruna de la guerra llegaron a este querido país, mi patria.

Llegaron en la bodega del buque junto a 250 españoles, según contaba mi padre. Cada uno llegó a diferentes ciudades donde consiguieron trabajo y sintieron el calor humano que nuestro pueblo les brindaba.

Señor Presidente: ¿Qué pasa por su cabeza? No digo por su corazón, porque el odio que les demuestra a los marroquíes no sale del corazón, sale de la cabeza del capital.

Esperar a los marroquíes que huyen del hambre, a balazos, no es de hombres, no es de democráticos, no es de cristianos.

En nombre de la Asociación que presido, le pido revea su actitud y tienda sus manos a los que huyendo de la hambruna, como los españoles lo hicieron antes, necesitan e imploran alimentos para seguir viviendo.

Señor Presidente, abra su cabeza y sus oídos, escuche sus gritos y nuestros reclamos angustiosos.

Atentamente:

Hebe de Bonafini. Presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo.

 

HEBE DE BONAFINI 3

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