Lección aprendida
Posted on 15 marzo, 2015 in Artículos en La Vanguardia
Dejados atrás los días de las rebajas, y enfrentados ahora a la tentación de las súper ídems, se nos ocurre reflexionar sobre el asedio y acoso que sufrimos los consumidores a lo largo de todo un año. Se afirmaría que no hay un periodo de tregua: cuando pasen las dichosas rebajas, por ejemplo, se nos vendrán encima las marquesinas anunciándonos que “ya es primavera” en no importa dónde y, por lo tanto, hay que pasarse frente a las vidrieras de la ciudad para ver –y comprar– los nuevos modelos de temporada “que este año…”.
Debemos cambiar el look. Cuando acabamos de probarnos el último pantalón “primaveral” o la última blusita “ombligo in”, nos alertan que “ya es verano” y que bañadores y bikinis y pareados y viajes y hoteles estrellados y playas lujuriosas y destinos exóticos y aventuras increíbles, todo nos está esperando porque, simplemente, “ya es verano”.
Regresamos de nuestras vacaciones exhaustos, empobrecidos, diarreicos, con el disparador de la digital trabado en la segunda fotografía, dispuestos a darnos un respiro de uso y consumo, pero… es inútil: “Ya es tiempo de clases”. Y viene la temible erosión escolar de los bolsillos. Que uniformes, que libros, que cuadernos, que útiles diversos. Nadie duda de que la educación es lo más importante en el desarrollo sostenible de un pueblo y de las tiendas “ad hoc”. Pagamos todo el contenedor pedagógico y, por fin, nos disponemos a relajarnos en nuestro sillón favorito para renegar de tanto saqueo. Pero, ¿qué significa esto? ¿“Ya es otoño en…”? ¡Qué cabeza la nuestra! ¡Olvidarnos del otoño, cuando nos están esperando en las tiendas nuevos jerseys, chaquetas y faldas recién salidas de los mejores modistos! Allá vamos, con la cartera en ristre.
Los árboles de la ciudad se visten de ocre –gratis, por suerte para ellos– y nosotros –pagando– nos vestimos del color que nos impongan señores y señoras de renombre en el mundo de la moda, como si la moda fuera el ónfalo de nuestra civilización. Compramos resignados el “ya es otoño” y nos juramos a nosotros mismos no reincidir en la tentación. Pero una tarde, al salir del metro ¿qué vemos, por Dios? Toda la ciudad engalanada de luces de colores y arbolitos. Por supuesto, “ya es Navidad en…”. Pero, por fin, ya hemos aprendido la dura lección: sabemos que si bien “ya es Navidad”, también “ya es invierno…”.
La Vanguardia 17/02/2004