¡El gordo es nuestro!

2Un paseante de la Rambla con cierto y difuso sentido de las analogías podría asociar esa larga cola de gente frente a una de las mas emblemáticas administraciones de lotería de la ciudad con los postulados del Nobel Jacques Monod, quien, a su vez, confirmando la visión atomista de Demócrito, veinticinco siglos después, nos sugiere una reflexión sobre el azar y la necesidad.

Pero el análisis del ramblista se allanaría si se acercara a la ventanilla de la agencia abarrotada, para comprobar cómo canjeamos veinte euros por un billete que nos llevará, cada navidad, a la ilusión de sentirnos uno de los absolutamente seguros agraciados del primer premio. Todos ya hemos ganado el gordo cuando salimos de la agencia ufanos con nuestro número guardado como un tesoro secreto en la oscuridad de nuestra cartera. Sin embargo, no ha sido sencilla la elección que nos conducirá a la fortuna nacida en los labios de un chaval del San Jerónimo. EL GORO ES NUESTRO

Pero nada se consigue sin esfuerzo: hemos tenido que hacer malabarismo y usar una gran poder de imaginación para crear nuestro número personal: unir fechas familiares, por ejemplo, con jornadas exitosas de nuestro equipo preferido, o buscar efemérides patrióticas que sentimos cercanas a nuestros anhelos y por lo tanto nos favorecerán, sin duda, o hemos preferido agendar desastres o cataclismos, porque está comprobado que las desgracias se convierten en felicidad cuando pasan por el tamiz del azar. Y aún vamos más allá en nuestra decisión de crear la cifra mágica, y hasta ejercemos, sin percibirlo, por supuesto, la metafísica de la cábala, o nos ponemos al día y filtramos un programa en nuestro ordenador que nos lleve al número del pódium. También los sueños nos susurran muchas veces la orden de “¡ve y compra este billete!”. Y hay que salir a buscar en qué lejano paraje venden ese número que nació entre ronquidos y cónyuges que tiran la manta para su lado. 1El azar no existe por casualidad. Por eso, el lunes siguiente al sorteo, cuando la mano pesada y somnolienta golpea el maldito despertador que llama al trabajo de todos los días y ya sabemos que en el extracto publicado el domingo no hemos tenido señal ni de la mísera pedrea, algo nos dice en nuestros adentros que en el próximo sorteo de navidad nos vengaremos para siempre de esta nueva jugarreta del filósofo de Abdera

La Vanguardia 19/12/2003

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