El croissant y el bikini

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001El vagón del metro en el que viajas leyendo La Vanguardia, La Vanguardia misma, las gafas que necesitas para disfrutar de la lectura, el croissant que has decidido no comer a partir de hoy (por eso de la silueta y el verano que viene y el bikini que cada vez se hace más pequeño, y el bikini mismo), y las catedrales, y las pirámides, y todo lo que verás a tu alrededor cuando salgas mañana de la estación enfilando tu destino, todo lo ha hecho el trabajador. Que de eso se trata el día de hoy, que nos recuerda los gajos de nuestro olvido, incluso el de nuestro sudor.

La historia de la humanidad comienza con la primera herramienta construida con las manos y pensada con la cabeza. Todo trabajo es conjunción de orfebrería y pensamiento.

El hombre fue y sigue siendo un simple y tozudo trabajador, que puede bajar a una mina, subir hasta el cosmos, roturar la tierra, educar, levantar ciudades y hasta (venciendo su propio asco y urgido por la necesidad a la que nos lleva este sistema) fabricar armas que arrasarán las ciudades construidas por otros trabajadores, o elaborar comida para perros sobre las estadísticas del hambre que reina en el mundo. Sin embargo, estamos convencidos de que será el propio trabajo, su función social -que es su auténtica razón de existir- lo que nos llevará a ese mundo que soñamos y que necesitamos.

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Parece ser que los tiempos actuales están más cerca del obsceno «¡trabaja y calla!» que del rebelde «¡arriba los pobres del mundo!». Quieren meternos el pensamiento único dentro de la nómina y la globalización en el seguro de paro.

Pero ahí resisten, años tras años, siglos si fuera preciso, esas banderas rojas, encolumnadas más allá de las patrias, que hoy bajan por la Rambla, cruzan los Campos Elíseos, circundan el Coliseo Romano, se empecinan en la plaza Roja de Moscú y también se estrenan en alguna ciudad africana o flamean en la ciudad de Hanoi, y hasta se agitan a las puertas de una fábrica de automóviles de Chicago. Cuando alguna persona, con aire de ruin superioridad, comenta que los trabajadores son vagos, echamos una mirada al mundo y nos preguntamos: entonces, ¿quién hizo todo esto?

La Vanguardia 01/05/2002

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